11/3/11

HENRY JAMES: UN ESCRITOR ELEGANTE





EL FONDO COXON
HENRY JAMES
Trad: Alicia Morales Tello
Ed. Ático de los libros, 2010



La editorial Ático de los libros ha iniciado una colección de breves del que este relato es muestra. El autor, el escritor norteamericano Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916) fue un abanderado de Europa, a donde se trasladó tras dejar su carrera de derecho en Harvard, viajando por distintos países hasta establecerse en Inglaterra, donde desarrolló la mayor parte de su obra literaria, tanto de ficción como sus ensayos sobre literatura y arte. De hecho, James se amoldó a la sociedad británica como un guante, estableciendo relaciones con los representantes de la cultura del momento y haciéndose un hueco entre ellos.

En este relato, James se nos muestra como un perfecto británico, jugando con  humor muy sutil para contarnos la historia de un timador, un personaje que se hace pasar por filósofo, pensador, orador, en fin toda una figura.  De ese modo consigue engatusar a un determinado público, principalmente femenino, que cae rendido ante un hombre que por su aspecto bien podría ser un vulgar oficinista o empleado, pero que, cuando se siente inspirado –lo cual sucede en brevísimas ocasiones- hace vibrar los corazones de sus seguidores, que se ven fácilmente inclinados a favorecer económicamente a su héroe, el cual, por otra parte, vive de ello precisamente. Y del mismo modo que aquel cuento indio del rey que iba desnudo pero nadie se atrevía a hacérselo ver, Frank Saltram, que es como se llama el protagonista de esta historia, pasa por ser un genial pensador, a punto siempre de plasmar en el papel su magna obra, pero por distintas dificultades, principalmente financieras, no llega a hacerlo. Recuerda un poco al Bartleby de Melville aunque no se trate del mismo caso, pero en cierto modo nunca llega a hacer lo que se supone que está deseando o aquello que se espera de él. Y justamente en el momento en que realmente podría hacerlo, entonces deja de interesarle.

La sociedad londinense se reparte a nuestro hombre, compitiendo para ver quién lo acoge, quién lo favorece más, mientras él se deja mimar, y su esposa, siempre quejosa e intrigante, mueve los hilos entre bambalinas, para materializar las “ayudas” o las “colaboraciones” que espera recibir, siempre quejosa de que está desatendida  por su esposo. Se urde toda una trama de la que el buen Saltran aparece como ajeno, pero comienza a circular la especie de que existe un fondo, propiciado por Lady Coxon, que busca favorecer a un destacado miembro de la cultura.

El narrador es un amigo de la familia que actualmente hospeda al gran hombre, un compañero de estudios de Gravener, otro de los personajes de la historia, un joven que trata de lograr el amor de una dama, pero ha de luchar contra la nefasta influencia de Saltram  ya que la dama en cuestión rebosa admiración por el pensador. Miss Anvoy vive subyugada por la voz y los supuestos contenidos de los discursos del aparente filósofo. El problema de la dama es la desastrosa situación financiera en que la deja su padre al morir. Y en esto entra en juego Lady Coxon, pariente de Miss Anvoy, y cuyo proyecto de financiar la magna obra de algún insigne creador. Mientras Gravener intenta atraer a su dama y alejar al que con lucidez ve como un timador y un caradura, las cosas parecen ir por otro lado, y el narrador es requerido como consejero, cayendo bajo la atracción de la dulce e inocente señorita que está a punto de cometer un grave error. El despechado Gravener comenta a su amigo, nuestro narrador: “hoy en día estamos inundados de conversaciones, y toda nuestra sociedad muere aplastada por el exceso de palabras proferidas” a lo que su amigo le contradice: “estamos inundados, sí, pero sólo de ruido; ¿morir aplastados por les palabras? ¡Más bien creo que nos hundimos a causa de su falta! Una conversación cultivada es algo tan escaso como vivificante, un regalo de los dioses.” ¿No podríamos mantener esta conversación hoy en día sin mover una coma?
Todo ello nos es narrado con una sutilísima ironía, con una delicadeza que a veces gira alrededor de los hechos  revoloteando en torno a ellos. Hay poca acción en el relato: conversaciones, reflexiones, y algunos movimientos de intriga. En fin, he aquí una obrita cuyo fondo reflexiona sobre la falsedad y la verdad, sobre el genio y la figura,  el buen hablar y el bien decir, temas que a James le preocupaban; con  intercambio de varias conversaciones jugosas, el relato nos puede hacer pasar un entretenido momento, sin grandes profundidades pero con un humor fino y discreto, que anima a la sonrisa y a la mirada amable. 

Reseña publicada en:

6 comentarios:

Ysabel dijo...

Sí señora, es un escritor muy elegante que no deja indiferente con su pluma. Uno de mis escritores favoritos. Besos

Carm9n dijo...

Me encanta Henry James y este relato no lo he leído, así que a la lista va directamente...d
Feliz sábado,

Fuensanta Niñirola dijo...

Gracias, Ysabel, gracias,Carmen. De todas formas, esta es lectura de tren, que digo yo. Me refiero a su longitud, claro. Porque es tan tan breve, que se lee incluso en el AVE.

Gonzalo Muro dijo...

Hola Ariodante! Lo primero es agradecerte la reseña porque (aunque se trate de lectura de tren) me ha gustado mucho. De James leí sus clásicos hace mucho tiempo y, desde entonces, creo que no he vuelto a leer nada, como si apeteciera ller cosas distintas. Y es un error, claro. Así que entre mis asignaturas pendientes en cuanto a relecturas o revisitas a grandes clásicos, me apunto henry James.

Un abrazo.

Fuensanta Niñirola dijo...

Gracias, GWW! también hacía tiempo que no leía yo a James. En realidad,casi prefiero a su discípula Edith Wharton, pero claro, de vez en cuando hay que volver al maestro.

Zambullida dijo...

En general, los textos de H.James son reflexivos. Es poco lo que acontece y mucho lo que se siente. También yo lo considero un escritor elegante.

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