3/3/12

CON JULIO VERNE POR LA TIERRA DE FUEGO

EL ÁCRATA DE LA MAGALLANIA
JULES VERNE
Erasmus Ed., 2011

Un canto a la independencia, a la vida natural del hombre, a la organización libre de la sociedad,  es esta novela póstuma de Julio Verne, novela que parece haber seguido una trayectoria problemática en su publicación. El hijo del escritor alteró en gran medida la obra, que fue publicada en España como Los náufragos del Jonathan, y no ha sido hasta ahora que ha visto la luz la versión original del gran novelista francés. Aúna la narración conocimientos geográficos, biológicos, históricos, sobre la zona de la Magallania, ese conjunto de islas y canales marinos entre las últimas puntas de tierra al sur de la Patagonia, al otro lado del Estrecho que lleva el nombre de su descubridor, y resulta un conglomerado interesantísimo y poco usual informe de una zona que habitualmente no suele ser muy tratada en las novelas.
En el estilo que cultivaba Verne, mezclando la documentación casi exhaustiva sobre el espacio y el tiempo del escenario donde van a ocurrir los hechos,  el viejo escritor francés se vale para la narración de unos protagonistas marginales, unos seres solitarios, defensores a ultranza de la independencia y la individualidad humana, como son Kaw-Djer, el indio Karroly y su hijo Halg, aposentados en una cabaña en la Isla Nueva, dedicándose a vagar por las soledades fueguinas cazando, pescando y ayudando en lo posible a los indios autóctonos, pero evitando el contacto con los civilizados occidentales. Pero la civilización acaba por alcanzarle. Y en la disputa por establecer las fronteras entre Chile y Argentina, las autoridades largan sus tentáculos oficiales hasta las mismas puertas de la Tierra de Fuego. Kaw-Djer, el independiente, el hombre libre sin pasado ni futuro, se inquieta.
Hasta que tiene lugar el naufragio del Jonathan, cerca del cabo de Hornos, la acción es apenas irrelevante, simplemente el autor hace una larga presentación del tema, que da comienzo propiamente con el avistamiento del Jonathan en apuros, en las cercanías del cabo de Hornos. Y aún así, la acción se desarrolla con calma, pausadamente, como un reportaje de los hechos imaginados por Verne. No es una novela de aventuras, es una toda una alegoría: una especie de Utopía a lo Thomas Moro o Ciudad Ideal o Nueva Atlántida, una República platónica, en suma: una manera libre de construirse un mini país, sin ligazón a ninguna potencia, desarrollándose por sus propias fuerzas, por medio del trabajo humano equilibrado y bien organizado. Cómo los naúfragos resuelven los problemas iniciales y se aclimatan al territorio, cómo surgen las discordancias, cómo el propio Kaw-Djer, que odia lo que suene a poder y jefatura, es el que, por aclamación popular, ha de dirigir los esfuerzos de los nuevos pobladores de esas tierras últimas del sur. Vemos de qué modo resuelven el problema de la violencia y los grupos antisociales o totalitarios, cómo el gobierno del país, las relaciones con otros países, la distribución de la tierra, la economía, etcétera.

¿Qué ha querido transmitirnos Verne con esta historia? Una especie de alegato contra la socialización impuesta, y a favor de una libre asociación humana. Amargado y alejado de la civilización, sin embargo, el protagonista, Kaw-Djer, ―del que no nos aporta datos sobre su origen y nombre verdadero― se relaciona con los ingenuos y fieles indios y prefiere su trato al de sus antiguos compatriotas, ya que es un hombre que proviene de la civilización, un hombre cultivado y con conocimientos científicos importantes.  Prefiere abandonar ese mundo que le ha educado y vivir como un indígena, en estrecho abrazo con la naturaleza en una de las más alejadas y agrestes zonas del planeta, a cambio de mantenerse impoluto, libre de autoridades ajenas y de dioses en lo que no cree. Pero Verne, que cuando escribe esta historia ya ha vivido mucho, no puede evitar un punto de amargura: la naturaleza humana, aún en las mejores e ideales condiciones, acaba por aflorar sus instintos malvados y crecer la semilla del odio, la ambición, el deseo de poder, etc. Lo simboliza con la aparición de pepitas de oro en la isla Hoste, que origina el derrumbe de todo por lo que durante años habían trabajado duramente. Verne es, finalmente realista, el hombre es así y no se le puede cambiar. Para aspirar a una pureza y una libertad ideales no hay más remedio que la soledad. Y símbolo de ello, además de un resquicio a la esperanza, es la construcción del faro―que podríamos llamar «del fin del mundo»― en el islote del cabo de Hornos, que pone broche final a esta narración/parábola.

Jules Verne (Nantes, 1828 - Amiens, 1905) Escritor francés,  está considerado como uno de los fundadores de la moderna literatura de ciencia ficción. Anticipó con gran precisión en sus relatos fantásticos la aparición de algunos de los productos generados por el avance tecnológico del siglo XX, como la televisión, los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales. Escribió, además de las famosísimas Veinte mil leguas de Viaje submarino,, Viaje al centro de la Tierra o La vuelta al mundo en ochenta días,  otras obras de gran éxito como Las aventuras del capitán Hatteras (1866), Los hijos del capitán Grant (trilogía, 1868-1870), En torno a la luna (1870), La isla misteriosa (1874), Miguel Strogoff (1876), Un capitán de quince años (1878), Las tribulaciones de un chino en China (1879), El faro del fin del mundo (1881) y Los viajes del capitán Cook (1896), entre muchas otras novelas que superan el medio centenar de títulos.


1/3/12

PRESENTACIÓN EN VALENCIA DE LA FRAGATA LIGERA, DE LUIS DELGADO


 
PRESENTACIÓN DE
LA FRAGATA LIGERA  
ED.. NORAY, 2011

En una apacible tarde de temperatura casi primaveral, y dentro de los muros del espléndido palacio de Malferit, sede del Museo L’Iber, ha sido presentada la novela que hace el número veinte de la Saga Marinera Española, La fragata Ligera. El público llenaba la sala.
Una breve presentación de los componentes de la mesa, fue llevada a cabo por Alejandro Noguera, director y alma del Museo. Así, presentó a Alejandro Mohorte, especialista en la época napoleónica, que enmarcaría la parte histórica; Víctor San Juan, ingeniero, escritor y navegante, que se referiría  a la Saga en general y en concreto al libro que se presenta; y finalmente, el autor, Luis Delgado Bañón, escritor y marino, gran amante de la historia naval.
Alejandro Mohorte nos habló de la época, los conflictos en los que se encontraba tanto España como el resto de Europa, las luchas constantes desde la ruptura que supuso la Revolución francesa, posteriormente el ascenso y caída de Napoleón y todo el cambio de fronteras  en el continente europeo, pasando luego a hablar del americano, de las inmensas posesiones españolas y cómo progresivamente surgieron los movimientos de independencia. Todo ello lo complementó con imágenes proyectadas en la pantalla del fondo.

Víctor San Juan  hizo una intervención más breve, en la que habló del proyecto general de la Saga, fue explicando, grosso modo, los temas y etapas históricas que cubre cada volumen o grupo de volúmenes, habló de la familia Leñanza, que es la que mantiene el hilo conductor de la acción novelesca y de ficción dentro del marco histórico real. Y finalmente se refirió a La fragata Ligera.

Por último, Luis Delgado habló de muchas cosas, como es ya habitual en sus intervenciones. Habló de sus propósitos al escribir la Saga, de su idea de publicitar y sacar a  la luz la historia de la Real Armada, para que no solo se celebren las derrotas sino que se conozcan y celebren las victorias, las hazañas heroicas, descubrimientos geográficos, cartografías y en general la riquísima historia naval española. Por otra parte, su segundo propósito es popularizar la rica parla marinera, frente a la invasión de términos extranjeros.  Y sobre todo, que sus novelas aporten al lector ese olor y sabor a mar, por medio del lenguaje. 
Habló también de la férrea labor de documentación y rigor histórico que rige en sus obras, frente a otras posiciones literarias que prefieren ignorar o incluso tergiversar los hechos históricos o las maniobras navales, bajo la advocación de la libertad del escritor. Y ciertamente, el escritor es libre…en la ficción. Salvo que escriba una ucronía, si escribe novela histórica, la parte real debe ser fiel a la realidad. La libertad se la puede tomar en la ficción. Y salvo que sea una novela de fantasía también hay unas limitaciones en cuanto a que toda novela requiere una documentación en cuanto al marco en el que se sitúa la acción.
Siguió un turno de preguntas y respuestas, interviniendo también los demás componentes de la mesa, y el público. 
Tras el acto, se sirvió el habitual vino y empanadillas de rigor, y la charla se generalizó.
 29 Febrero 2012


26/2/12

RECORDANDO A HOMERO

RESCATE
DAVID MALOUF
Trad. Vanesa Casanova
Libros del Asteroide, 2012

 En el principio era el Verbo, la Palabra. La palabra, el lenguaje, es lo que ha hecho humanos a aquellos seres peludos que bajaron de los árboles, nuestros antecesores. No sólo ello, pero mediante el lenguaje, aquellos ancestros, tras siglos de ir desarrollándolo, empezaron a contarse historias alrededor del fuego, en las noches frías de invierno, cuando después de la jornada de trabajo en el campo, descansaban en grupo y transmitían noticias, rumores, leyendas y cuentos. Así comenzó a circular la Ilíada. Sea Homero o muchos homeros, cuentacuentos, bardos que declamaban poemas donde narraban las gestas de héroes y dioses, los poemas homéricos van a conformar los cimientos de toda la literatura posterior.
Pues bien, el autor de Rescate dirige su mirada a la Ilíada. ¿Cuántos autores la han revisitado desde los tiempos griegos? Incontables. En el siglo pasado, fue Robert Graves uno de los que más volvió sobre las leyendas y mitos griegos, recreándolas. Antes y después ha habido otros. David Malouf (Brisbane, 1934), autor australiano de origen cristiano-libanés, ha fijado su atención en los elementos básicos de la Ilíada: Aquiles encolerizado, Patroclo muerto, Héctor destrozado por la furia del Pélida...y Príamo, más como padre que como rey,  en busca del hijo muerto.
El tema es harto conocido. Pero es la manera en que el autor lo recrea y lo cuenta, lo que hace de este relato una historia entrañable, emotiva, íntima. El autor introduce detalles que imagina, tomándose licencias respecto a Homero e incluso respecto a la tradición griega, pero nos acerca al hecho, aunque sea imaginario.  Así como Aquiles rememora cómo conoce a Patroclo, cuando éste yace muerto en su pira, Príamo recuerda su historia personal y como de llamarse Podarces (pies ligeros) pasa a usar este nuevo nombre, Príamo, que significa «el precio pagado (o el rescatado)». Y así como él es rescatado por su hermana Hesíone, y librado de su infortunio, quiere rescatar el cuerpo de su amado Héctor, su primogénito, para lavarlo, ungirlo y rendirle los honores preceptivos que le lleven al Hades en condiciones.  Príamo es en este relato el viejo padre doliente, el hombre, no el rey. La fachada monumental queda atrás y es el hombre el que se presenta ante otro hombre, un héroe pero también mortal: Aquiles, el de los pies ligeros, que morirá por el talón del pie y cuyo hijo, Neoptólemo, dará violenta muerte al viejo rey del que Aquiles va a compadecerse.
«Sólo aquello que sabemos que vamos a perder nos resulta verdaderamente precioso.―habla Príamo a su esposa e hijos ― Sólo nosotros, los humanos, dotados como estamos de mortalidad pero también de conciencia, sabemos lo que supone ser consciente a diario de cómo se van marchitando la frescura y la juventud, del declive del vigor viril con el que alguna vez estuvimos dotados a medida que los músculos de los brazos se aflojan, los muslos se ahuecan y  la vista se nubla. Eso es lo que se supone significa ser hombre y mortal.» Y les da cuenta, en su discurso, de la decisión que ha tomado, tras una visión fugaz de la diosa Iris, mensajera de los olímpicos. Va a rogar a los pies de Aquiles por el cuerpo de su hijo, a rescatarle. Y va a ir como un penitente, sin símbolos de realeza, para lo que busca un hombre del pueblo que le lleve.
Personaje creado por Malouf, el carretero Somax, se ocupa de llevar a Príamo en su carro, cargado con el tesoro del rescate, humanizando la narración al introducir cosas de la vida cotidiana. Un personaje que no es nadie, cuyos hijos también han muerto pero no heroicamente, no en la guerra, sino por accidente. Y este personaje hace de Sancho: es el que pone a Príamo en tierra, le hace comer, lavarse los pies, bajar del trono y mirar la vida de cerca. Es el más cotidiano, realista y sin embargo, pone el contrapunto adecuado, da pie a la narración del incierto recorrido que ambos realizan.
Los dioses, tan presentes en la Ilíada, apenas aparecen en esta versión, salvo como veloces imágenes (Iris) aires sutiles, hálitos fríos o premoniciones (el águila que ven en el cielo cuando realizan las libaciones); sólo Hermes les es visible e incluso dialogan con él durante el trayecto hacia el campamento troyano. Hermes polytropos les acompaña, puesto que «le ha sido encargada» esa misión, y les introduce en el campamento aqueo.
La prosa de Malouf es intimista, demorándose en pequeños detalles, imaginándose aquello que Homero no cuenta o sólo cita de pasada, y centrándose en el dolor de ambos, en la pérdida del ser amado: Patroclo, Héctor. El amigo, el hijo. El dolor de Aquiles, que considera a Patroclo su otro yo, tanto que le presta su armadura para la batalla que él no quiere dirigir. Patroclo se convierte en Aquiles, y muere por ello.  Una parte de Aquiles muere con él. La otra parte necesita venganza: la muerte de Héctor, y el ensañamiento  con su cuerpo. Pero tras once días arrastrando el cadáver de Héctor, éste vuelve a lucir impoluto y resplandeciente como un dios. Hasta que Príamo se postra ante Aquiles. Y tras los ruegos y súplicas del padre, consiente. La despedida de Príamo ya incluye una premonición de lo que va a suceder.
Impecable traducción y presentación editorial, sobria y elegante portada. Un bello libro sobre el que reflexionar y regresar a la guerra homérica, origen de todas las guerras literarias.

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