24/3/12

BUSCÁNDOSE PROBLEMAS


EL BUSCAVIDAS
WALTER TEVIS
Trad.: Rafael Marín
Alamut, 2009
255 págs.

Esta novela es la primera que escribió Walter Tevis (San Francisco, 1928- New York, 1984) y que conocemos en España principalmente a causa de la película homónima, dirigida por Robert Rossen y con un joven Paul Newman en el papel protagonista. La película, si bien consigue captar el espíritu de la novela, no la sigue al pie de la letra. Creo que la novela es bastante más dura, más descarnada. Cambia, entre otras cosas, la relación entre Eddie y Sarah. Es una unión de dos seres absolutamente desolados.
El buscavidas es la historia de Eddie Felson, el Rápido, un joven que desde la adolescencia tiene una idea fija, una pasión: jugar al billar. Jugar, ser el mejor en el juego, y ganar. Vivir de ello. Para lo cual recorre el país saltando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo donde haya un salón de billar. Con su taco desmontado en su funda de piel, recorre salón tras salón, timando a jugadores pueblerinos, hasta conseguir sacarles la pasta finalmente. Unas veces gana y otras pierde, aunque su dominio del taco  y las bolas es cada vez mayor, y su facilidad aumenta cada año, y Eddie se siente cada vez más seguro de su poderío, hasta el punto de querer destronar al rey. Pero hace falta algo más para ser un ganador: hace falta carácter. Y Eddie es un timador, un tiburón del billar, que recibirá un día una terrible lección.
Le acompaña  al principio su manager Charlie, y ambos recalan finalmente en Chicago, donde reina Minnesota Fats, cuya fama llega lejos. Pero también Fats ha oído hablar de ese chico Rápido, y le acepta el juego. Y tras una memorable partida, Eddie descubre que lo que le ha perdido es su falta de carácter, o mejor dicho: su debilidad, frente a ese duro contrincante, que además de una técnica impresionante,  sabe estar. Domina su cuerpo y su mente.  Tras el rotundo y desolador fracaso, Eddie conoce a Sarah, con la que inicia una relación: dos perdedores, dos seres solitarios que no quieren reconocer su urgente necesidad de amor, dominados como está por una pasión: el juego, en el caso de Eddie, el alcohol, en el caso de Sarah. Mas adelante conoce a Bert, un manager que pretende dirigirlo a su manera, y hacer el negocio llevándole a jugar con ricos perdedores. Eddie intenta arreglárselas solo, sin Charlie ni Bert, y lo que ocurre es que acaba en el hospital con sus manos hechas polvo. Finalmente vuelve poco a poco a su idea inicial, que es volver a enfrentarse a Minnesota Fats y vencerle.
Es esta una narración contada al modo realista y sin contemplaciones que, además de mostrarnos el mundo del juego y las apuestas, toda una gama de personajes que transitan por billares, hipódromos o garitos de mala muerte para jugar, nos habla de una pasión. Pasión en un doble sentido: el incontrolable deseo de jugar, la incapacidad de abandonar incluso cuando la razón así lo ordena, la terrible atracción que genera la mesa con su tapete verde, el olor de los salones de billar…y por otra parte, la pasión en el sentido de «calvario», puesto que esa es la vida que lleva y va a llevar Eddie: un desfile por las salas donde ganará o perderá, pero será incapaz de dejarlo. En algunos casos, recibirá humillaciones, agresiones físicas, dolor y desprecio. En otros, envidia, atracción, admiración, y dinero. En suma: la vida de un jugador. Desde que Dostoievski y Zweig retrataran fielmente la personalidad del jugador, la pasión del juego enquistada en una persona, ha habido otros que lo volvieron a hacer, y Tevis es uno de ellos.
 

20/3/12

TOLSTOI Y EL AMOR


LA FELICIDAD CONYUGAL

LEV TOLSTOI
Trad. Selma Ancira
Acantilado, 2012

«Da miedo unir la propia vida a otra persona... Se crea un espacio restringido donde es difícil respirar interiormente. Señor, perdóname, soy un ingrato.»Lev Tolstoi.
Novela publicada en 1859, se centra de manera especial en la relación amorosa de una pareja dispar. Curiosamente el escritor se casará en 1862 con una muchacha de 18 años, Sofía Andréievna Behrs, a la que le lleva dieciséis, y cuyas circunstancias reproducen en cierto modo lo que recrea en esta novela. También Sofía nace en Pokróvskoie, como Masha, la protagonista. También Tolstoi era amigo del padre de Sofía, visitaba frecuentemente a la familia, había visto crecer a ella y a Liza, su hermana mayor, que supuestamente era la que esperaba ser desposada por el escritor, y que en el último momento, cambió su deseo por Sofía, manteniendo un noviazgo fugaz y una boda rápida. Además, usa el nombre de Serguéi para el protagonista masculino, nombre que era el de uno de los hermanos de Tolstoi («egoísta y encantador», según sus propias palabras).
Antes de esta novela, Tolstoi había escrito algunos relatos sobre su participación en la guerra de Crimea, en Sebastopol, así como una autobiografía de sus primeros años, Infancia, Adolescencia y Juventud. Y llevaba sus Diarios. Aún no había siquiera empezado Guerra y Paz, novela que le daría la fama mundial y que comenzaría a escribir en 1864. En La felicidad conyugal imagina una situación que, si no fuera porque temporalmente su boda fue posterior a la publicación del texto, podría pensarse que el escritor se basó en la propia experiencia amorosa con la mujer que compartiría su vida. Algo de ello hubo, porque las descripciones de la casa, el paisaje, la familia, todo ello tuvo que extraerlo de la realidad que conoció.

El personaje de Serguéi tiene también mucho de él mismo. Esa oscilación entre la vida de ciudad y del campo, campo que siempre prefirió a la ciudad; la descripción de la vida matrimonial, donde Tolstoi habla por boca de Serguéi: « Creo que sé lo que hace falta para la felicidad. Una vida apacible, recogida, en la lejanía de nuestra provincia, con la posibilidad de hacer el bien a esas personas a las que es tan fácil hacer un bien al que no están acostumbradas; luego, el trabajo…, un trabajo que, según parece, es de provecho; luego, el descanso, la naturaleza, los libros, la música, el amoral prójimo; ésa es la felicidad para mí y no pienso que haya nada superior a ello. Y ahora, por encima de todo esto, una persona amada, una familia, quizá todo lo que un hombre puede desear».

Lo curioso y admirable es que el autor se introduce a la perfección en el personaje femenino, hablando en primera persona, y recrea los sentimientos y emociones que una joven, Masha, apenas saliendo de la adolescencia y cómo con sus ojos describe a su enamorado con una radiografía perfecta de sus actitudes, ideas y emociones. Incluso hay comentarios que parecen sacados de los Diarios de Sofía, que ella escribía antes y siguió escribiendo después de casada. Como por ejemplo, esta frase de Masha: «De verdad, era feliz; pero me martirizaba que esa felicidad mía no me costara ningún trabajo, no conllevara ningún sacrificio» (pág. 103 de esta edición). Pues bien, en los Diarios de Sofía, en la entrada del 8 de octubre de 1862, ella escribe: «Instintivamente le molesta que haya alcanzado la felicidad sin tener que esforzarme, y que le aceptara a él casi sin pensarlo, sin sufrir» (pág.21, Ed. Alba, 2010) Con esta anotación, la esposa del escritor confirma, años después, la idea que él tiene de la felicidad y que expone en la novela que tratamos aquí. Claro que pudo haber extraído esa idea de la lectura del texto, o quizás de la lectura de los Diarios tolstoianos, que, con un ramalazo excesivo de sinceridad, el escritor le abrió su corazón a su amada y le mostró su intimidad (y ella quedó horrorizada, todo sea dicho). Pero lo cierto es que hay una relación.
 
El surgimiento, evolución y desarrollo del amor entre un hombre y una mujer es, en suma, el tema del libro. Cómo el amor pasa de amistad/cariño paternal o filial a amor sexual ―y eso que Tolstoi ni siquiera lo roza de modo explícito― a pasión amorosa, al deseo de fundirse uno en otro, y cómo de ahí, a través de un calvario de celos, tensiones, malentendidos y distorsiones, deriva lentamente hacia la amistad, de nuevo, hacia la ternura y el cariño plácido y tranquilo de la madurez. Sin embargo, Tolstoi nos hace ver la diferencia que existe entre el hombre, mucho mayor, que va un poco de vuelta en la vida, y la joven mujer que se abre a la vida como una rosa despliega sus pétalos y su perfume. «Pero en ese momento mi corazón se puso a latir con más fuerza―piensa Masha―, mi mano tembló y apretó la suya, tuve calor, mis ojos buscaron los suyos en medio de la penumbra y de pronto sentí que no era miedo, que ese terror era el amor, un amor nuevo y todavía más tierno y más intenso que antes.» Masha, sin embargo, ha de llegar a la madurez por sí misma, y su esposo, aunque sufre con ello, permite que sea la joven la que paso a paso llegue a la misma conclusión. ¡Menuda prueba de amor! Cuando ambos se igualan en la comprensión de todo esto es cuando llegan otra vez a amarse, aunque de otra manera, pero amarse y volver a ser felices.

Hay, sin embargo, un punto en el que creo que Tolstoi ha pasado de puntillas sobre él, y es la maternidad. Cierto que no era el tema del libro, pero el hecho de haberlo escrito desde el punto de vista de una mujer, tendría que obligarle a tratar la inflexión que supone en ella la llegada de los hijos. Quizás el hecho de que cuando lo escribió aún ni siquiera estaba casado, y probablemente el tema de los hijos no le interesase demasiado, pudo haber determinado el tratamiento tangencial que les da. Con todo, la obra es un canto bellísimo al amor, a la libertad y al deseo. Una traducción magnífica de Selma Ancira y en general, un buen producto, típico y habitual en Acantilado.

Publicada también en:http://www.elplacerdelalectura.com/2012/02/la-felicidad-conyugal-lev-tolstoi.html

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