27/4/12

TERROR EN LA CARRETERA


EL SALARIO DEL MIEDO
GEORGES ARNAUD
Prólogo de José Jiménez Corbatón
Trad. Encarna Castejón
Ed. Contraseña, 2011


Este relato, publicado en 1950, traducido a veintiún idiomas y unas ventas de dos millones de ejemplares, fue adaptado al cine por Henri-Georges Clouzot, interpretada por Yves Montand y galardonada en 1953 con el Gran Premio del Festival de Cannes. El material para escribir esta obra se lo proporcionaron los años que Arnaud vivió en Hispanoamérica, entre 1947 y 1949. La obra de Arnaud no puede evitar la impronta de las angustiosas experiencias de su juventud. Su propia vida fue dramáticamente novelesca.
Georges Arnaud (Montpellier, 1917-Barcelona, 1987) seudónimo de Henri Girard, escritor y periodista francés cuya azarosa vida le proporcionó experiencias más que suficientes para la ficción. En 1942, su padre, su tía y una criada fueron hallados asesinados en la residencia familiar, y Arnaud fue acusado de parricidio y encarcelado durante 19 meses hasta ser absuelto en 1943. Gastó la herencia familiar en tres años, viajando a Venezuela y otros países hispanoamericanos entre 1943 y 1949, donde llegó a llevar una vida precaria, realizando toda clase de empleos, -al modo de los dos americanos de El tesoro de Sierra Madre-, experiencia que le serviría para sus escritos posteriores. De regreso a Francia, de polizón en un mercante, escribió El salario del miedo, relato sobre unos perdedores miserables que aceptan transportar un cargamento de nitroglicerina por las tortuosas carreteras de una república latinoamericana a cambio del dinero que los va a sacar de allí. Publicada en 1950, traducida a 21 idiomas y con dos millones de ejemplares vendidos, adaptada al cine por Henri-Georges Clouzot, con Yves Montand como protagonista y premiada en 1953 en Cannes. Arnaud pasó por cuatro matrimonios, realizó actividades periodísticas diversas, vivió en Argelia entre 1967 y 1975, apoyando al FLN y denunciando la política francesa en aquel país, y en 1985 se trasladó a Barcelona, donde falleció dos años más tarde.

Como los protagonistas de El tesoro de Sierra Madre, de B. Traven, los personajes de El salario del miedo son seres miserables, desesperados, con pasados tortuosos que no quieren recordar y futuros tan negros que no se atreven a imaginar. Viviendo en condiciones humillantes e indignas, perdidas las ilusiones y las esperanzas, únicamente aspiran a salir del miserable rincón donde están atrapados por su indigencia, y la salida significa dinero o muerte. Y este es el dilema sobre el que gira el relato. La lucha desesperada por el dinero que implicará la vida, bordeando en todo momento la muerte, que es el reverso de la moneda. El miedo, la anticipación de la muerte casi segura, tensa sus músculos y sus mentes, desarrollándose una lucha terrible, contra las condiciones adversas –un camión cargado de dinamita, un sabotaje, una carretera infame,  la negra noche ….y con la naturaleza humana: la traición, la soledad, el pánico. La tensión del relato llega a límites insospechados, la brutalidad, el instinto de supervivencia convierte a los hombres en poco más que animales, en bestias que compiten por llegar a la meta, salir, escapar a toda costa, caiga quien caiga.
El relato, en tercera persona, alterna partes escritas en pasado y partes en presente, incluso pasa a la segunda persona al final, cuando en su delirio, Gérard habla consigo mismo y con los fantasmas que pueblan la cabina de su camión mientras lucha por mantener el volante firme y los ojos abiertos. El autor marca siempre una fría distancia respecto a los personajes y la descripción de la acción y el paisaje. Como si estuviésemos mirando a través de un ventanuco pero a la vez fuésemos partícipes de la acción, que nos envuelve por momentos; como si quisiera, con ese alejamiento, aumentar el clima de soledad y de aislamiento en que se encuentran los protagonistas de esta terrible historia. Gérard (alter ego del autor); el rumano Johnny, su compañero de cabina; Juan el anticlerical, Luigi, y Hans Smerloff, compiten para vivir, matando si es preciso, muriendo en el intento de escapar de una vida que no merece la pena ser vivida. El miedo a la muerte es inmenso, pero más inmenso es el miedo a la vida, a las condiciones denigrantes y deplorables que han de vivir. El miedo, como llega a decir el autor del prólogo, es el verdadero protagonista. Y yo diría más: el miedo y la muerte. “Un miedo que paraliza, que enloquece, que modifica las relaciones y los comportamientos humanos, que destruye. Es un miedo que se anuncia.- nos dice Giménez Corbatón en el prólogo- La traición, la degradación moral que se esconde detrás de los comportamientos marcados por el egoísmo más radical, el sálvese quien pueda, es otro de los leit-motiv del relato.”
Relato que se lee de un tirón, sus apenas ciento setenta páginas nos mantienen en un verdadero estado de catarsis, y realmente acabamos agotados tras su lectura, porque vivimos el esfuerzo de los protagonistas, su éxito y su fracaso, y sentimos profundamente su miedo: a la muerte y a la vida.




25/4/12

GRANADA RENACENTISTA


JUAN LATINO
JOSE VICENTE PASCUAL


 Excelente obra de narrativa histórica, en la que el autor, José Vicente Pascual (Madrid, 1956) recompone las memorias de un personaje casi desconocido por el gran público: Juan Latino (¿1518?-1596). En la Granada  del XVI fue todo un personaje, conocido y reconocido por su trabajo, ganado a pulso, con los clásicos latinos y griegos, pero también como pupilo y protegido de Gonzalo Fernández de Córdova (nieto del Gran Capitán), de gran poderío e influencia en Granada y en España. Pascual nos cuenta en primera persona no sólo la vida de Juan Latino, de la que da pinceladas sueltas, retazos, sino que la enmarca en los sucesos que impactaron el reino de Granada, o lo que de él quedaba: la rebelión de los moriscos. Nos cuenta de todo un siglo ―Latino vivió ochenta años― de cultura, política, religión, costumbres, etc. Y nos lo cuenta maravillosamente bien: porque lo más importante de esta novela es, en mi opinión, el lenguaje utilizado. El estilo, asemejándose al de la época sin serlo, tiene párrafos memorables, pero engarzados de tal modo unos con otros que la lectura es un verdadero placer.
 Africano que llegó como esclavo a España siendo muy niño y fue comprado (entre 1518-20, aproximadamente) para la familia Fernández de Córdova, el Duque de Sessa y su hijo Gonzalo, colocaron al negrito Juan como compañero,  previamente bautizado tres o cuatro veces ―por si acaso, ¡era tan negro…!―ya que traía instrucción previa en latines. Creció Juan junto al futuro duque, como compañero y amigo, aunque esclavo. Y creció su conocimiento en la cultura latina clásica hasta el punto que, de llamarle Juan de Sessa (los esclavos tomaban el nombre de la Casa que los poseía) o Juan el Negro, empezaron a llamarle Juan Latino, y se ganó una justísima fama por sus conocimientos y progresos en esta lengua. Tanto subió su prestigio que finalmente consiguió―a los treinta años― la manumisión y su libertad, a la vez que una dote y una esposa blanca, por increíble que parezca. Llegó a ser profesor de latín en la universidad creada por Carlos V, y catedrático de Gramática en el Colegio Cardenalicio. Amigo del arzobispo Pedro Guerrero, y del presidente de la Real Chancillería Pedro de Deza, entre otros.  Todo esto es histórico.
En un artículo sobre el personaje, Pascual comenta: « Por muy erudito y buen preceptor que hubiese sido un esclavo negro en cualquier otra nación europea, no digamos en las Indias Occidentales o en cualquier lugar del mundo colonizado por, a modo de ejemplo, los anglosajones, jamás se le habría permitido tomar en matrimonio a una mujer blanca de acaudalada e influyente familia, tener con ella nutrida descendencia mulata y, a mayores transgresiones, tomar cátedra en instituciones religiosas y sentarse a la mesa de los príncipes para verter en sus oídos consejos sobre asuntos de capital importancia para la administración del reino. Este panorama, extrapolado a las severas sociedades protestantes, anglicana y demás, nos parece un absurdo. Sin embargo, no lo es tanto cuando situamos dichas circunstancias en la bullente España del XVI, una unidad territorial recién nacida que continúa siendo crisol de culturas y razas, las cuales tienden vigorosamente hacia su completitud en el humanismo cristiano». 

Al parecer, la fama de Latino se extendió por toda España. El dramaturgo Diego Jiménez de Enciso le dedicó una comedia, Rodrigo Ardilla  un romance, y  el propio Cervantes lo cita, como ejemplo de hombre astuto y sagaz, en el prólogo de El Quijote:«Pues al cielo no le plugo / que saliese tan ladino / como el negro Juan Latino».Impartió clases a los hijos de la nobleza granadina, y a futuros traductores de clásicos. Participó activamente en las tertulias de lo que se conocía como La Cuadra Dorada, grupo de reunión de destacados literatos y eruditos granadinos, como Granada-Benegas, Martínez de Ardilla, Hurtado de Mendoza y Bermúdez de Pedraza. Conoció y departió con D. Juan de Austria, cuando éste estuvo instalado en el Palacio de Carlos V en la época de la rebelión de los moriscos.  Escribió la Austríada Carmine, en honor a D. Juan, héroe de Lepanto; epigramas para festejo del nacimiento del príncipe Fernando, que fueron expuestos en plazas públicas de Granada, una biografía del papa Pio V, poemas contra el traslado de los cuerpos reales al Escorial. En fin, dedicó su vida a las Letras y a la docencia, hasta su ancianidad, y fue longevo.

José Vicente Pascual recrea gozosamente el lenguaje, demorándose en explicaciones que sólo por el puro placer de leerlas ya merecen la pena. Casi parece que estamos ante un texto del siglo dieciséis. Digo «casi» porque, obviamente, no es así, pero consigue el autor crear con las palabras un clima histórico, un sonido, un ámbito que nos transporta a la época que evoca. Aunque no pasara nada –que pasa, ¡y tanto que pasa!― a lo largo de la novela, sólo la mera lectura de esos bellas párrafos sería suficiente motivo para dedicarle nuestra atención; ese modo de describir personajes, escenarios, esa mirada sobre momentos históricos tan importantes, como la llegada de Carlos V recién casado a Granada, donde instala por un tiempo la capitalidad del reino; o las discusiones con los notables literatos de la época; o la bellísima e ingeniosa manera como resuelve el autor el matrimonio de Juan Latino con Doña Ana Carvajal, su alumna enamorada.  Asistimos a la gestación de la rebelión de los moriscos dirigida en 1568 por el traidor Aben Humeya, y al sanguinario –no podía ser de otro modo― aplastamiento que las curtidas tropas al mando de D. Juan de Austria hicieron de los rebeldes en el antiguo reino de Granada.  También otros sucesos personales, como es los acaecidos por la enemistad de León Roque de Santiago, cuyo odio le acarreó tristes sucesos.
A pesar de todo, de no haber sido negro y muy negro, Juan Latino hubiera llegado mucho más alto. Y si llegó adonde llegó, como el autor lo repite por boca del Latino, fue, principalmente, por la protección del prestigio de Sessa. El duque, D. Gonzalo Fernández de Córdova, amigo desde la infancia y su defensor toda la vida, es presentado como todo un hombre de honor, inteligente y bravío, cuya sola presencia imponía. Y gracias a él le fue dado a Juan Latino prosperar y sobrevivir, en tiempos tan confusos y peligrosos. Porque Granada era, en esa época, un polvorín.

El autor sabe marcar las diferencias entre la época de Carlos V, pleno renacimiento, auge de la cultura italiana y clásica, aires de novedad, de intercambio cultural, de libertad, frente a la época de Felipe II, donde el Imperio se vuelve hacia dentro, se mira el ombligo, la Contrarreforma se alza fieramente frente a la Reforma luterana y se han de olvidar los clásicos, mirando mal todo aquello que no concuerde con las instrucciones del papa de Roma. Ya es raro que en esos tiempos revueltos un negro tan negro como Juan Latino pueda prosperar, pueda vivir una larga vida junto a una mujer blanca, de alcurnia superior a la suya, y ser considerado como toda una institución, un erudito en latines y en cultura clásica, al cual confiar los hijos de las grandes familias para su educación. Supo ser discreto y no ambicionar aquello que le era imposible, vivió entre libros y latines, sin tratar de inmiscuirse en lo ajeno. Sólo hubo de sufrir por el triste destino de uno de sus alumnos, muy querido, que fue acusado injustamente de participar en traición contra el reino. Y de nada le sirvió hablar y rogar en su favor: fue ajusticiado, tras sufrir humillaciones y tormento. Juan Latino sintió en su propio ser el sufrimiento de su amigo, casi un hijo para él, y la impotencia ante la terrible realidad.
En suma: nos encontramos ante la dicha de una espléndida lectura, que además nos aporta luz sobre un momento histórico en una zona y época concreta, Granada siglo XVI;  y lo hace literariamente bien, es decir, no tanto recurriendo a los datos y al detalle –que también los hay― sino al propio lenguaje y escogiendo momentos especiales de la historia granadina y española que recrea en primera persona por boca de un atractivo y oscuro personaje, Juan Latino, en el momento de escribir sus memorias.
Tercera edición de una memorable novela publicada por primera vez en 1998, adaptada al teatro por el actor cubano Tito Junco y que ha tenido gran aceptación sobre todo entre el público granadino, donde el autor residió muchos años, y con cuya ciudad mantuvo y mantiene una fuerte ligazón.

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