18/9/13

BAILANDO UN TANGO CON PEREZ-REVERTE


EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA
ARTURO PÉREZ-REVERTE


Ed. Alfaguara, 2012

Se ha escrito mucho y muy bueno sobre esta novela, y la verdad es que resulta difícil decir algo novedoso. Pues bien, sin quitarle mérito a las anteriores novelas, creo que en esta nueva obra Pérez-Reverte se demuestra como un escritor literariamente maduro, abordando un tema que en sus manos ha resultado un verdadero objeto de deseo. Y no empleo esta expresión por casualidad, porque es precisamente ese deseo, esa atracción que a través de los años se mantiene entre un hombre y una mujer el eje de la narración. Cuenta el autor en una entrevista, que empezó la novela en 1990 pero que hubo de esperar bastantes años, dejándola sedimentar, porque «me faltaba madurez para escribirla, arrugas en la cara, canas, conocer el mundo interior de mis personajes cuando se hacen mayores.» Ahora, sin duda, ha conseguido esa madurez plenamente.

La novela relata una historia de amor, pero es bastante más que eso, aunque lo sea como eje principal.  El propio Pérez-Reverte confirma que «lo central es la confrontación entre esos dos personajes, sus sentimientos, recelos, memorias.» Lo demás está en segundo plano, aunque determine los silencios, las separaciones, las distancias. Estamos leyendo historias de amor desde que existe la literatura, pero lo importante es cómo contarlas: porque el autor nos presenta dos personajes, Max y Mercedes, Mecha, a cuál más atractivo; porque nos traza un dibujo de tres épocas que supusieron tres maneras de ver la vida (los felices 20, con la vida loca y el preludio de la gran crisis; los tensos 30 con la guerra civil española y el preludio de la segunda guerra europea; y los prodigiosos sesenta, Beatles, guerra fría y conquista de la luna incluidos) y, finalmente, rodea a esos personajes de tal emoción y tensión en sus vidas que consigue mantener la atención del lector y el impacto constante hasta la última página.

El personaje masculino, Max Costa, es un vividor, un buscavidas, alguien que se ha hecho a sí mismo desde la nada, ha luchado muy duro, aunque optando por una vía no muy ortodoxa, pero ha sabido hacerlo con elegancia. La vida le ha ido dando bandazos, a veces buenos y a veces muy malos. Pero también le da sorpresas: y la sorpresa es encontrar a Mecha (Mercedes Inzunza), el personaje femenino, una dama de clase alta, gente guapa, que se mueve en un mundo en el que el dinero garantiza todo, y ella lo tiene…además de tener un marido famoso. Una mujer muy especial: inteligente y que sabe adaptarse a su edad, lo cual es algo de lo que «no todas las mujeres son capaces», según el autor. Sin embargo, al encontrarse ambos, brota electricidad, hay química, como suele decirse. La hay,  aunque las condiciones no son las más adecuadas: siempre hay un encuentro y una huída. La atracción que surge entre ellos es agresiva, violenta, fuertemente erótica, pero las circunstancias les separan. Por eso el símbolo del tango es perfecto. Toda la novela es un tango (el baile más erótico) entre ellos, un largo tango que poco a poco se va transformando en otro baile: «requería–dice el autor– un tipo de sexo muy carnal, muy complejo, que después tenía que ser analizado desde la vejez con la lucidez que dan los años. Y que el lector viera esa imagen desde la vejez mirando hacia atrás. Contar esas escenas tórridas, sin caer en la vulgaridad y que fueran elegantes ha sido un desafío técnico bastante interesante.»  

De las tres líneas de acción, dos se sitúan en el pasado  (1928 y 1937) se relatan en pasado, mientras que la tercera, contada en presente, se sitúa en 1966. El tiempo lo vamos descubriendo por las descripciones de ropa de moda, de las noticias de la prensa, los eventos políticos, deportivos o sociales, las canciones o los cantantes, etc. Y los escenarios son, respectivamente: Buenos Aires (precedido de un sustancioso viaje en transatlántico), Niza y la Costa Azul, y finalmente, la napolitana Sorrento. En este último lugar se reencuentran casualmente los dos protagonistas, (como casualmente se encontraron en el transatlántico o en Niza) y ello hace revivir los violentos, ardientes y dolorosos recuerdos… y el resurgir de la atracción. El autor entiende que es necesario  llegar a la madurez de los protagonistas para poder asumir el proceso amoroso vivido.  Es, pues, muy importante esa constante comparación entre los años jóvenes y los maduros con que dosifica la narración. Verla desde los ojos de la madurez, de la vida vivida, acumulada, recordada.


Hay varios elementos a destacar en la novela, además de la relación entre Max y Mecha. Los paisajes: caminamos por los viejos barrios porteños con una cierta ansiedad, recorremos el Paseo de los Ingleses de Niza como si estuviéramos allí, admiramos la bahía de Nápoles desde Sorrento y suspiramos de emoción. El clima de la acción está muy bien logrado: las descripciones detalladas y precisas de la ropa, los movimientos para vestirse, las miradas, la presencia continua de los cigarrillos, el tabaco: fumar es todo un rito. Las descripciones de los tugurios, los bajos fondos, la morbidez del sexo, todo tratado muy elegantemente pero sin quitar ni un gramo de la fuerza erótica. No hay un solo movimiento que no esté calculado y que no tenga su importancia.
Une la simbología del ajedrez y la del tango: todo es cuestión de los pasos a dar, de las figuras que se dibujan, que forman una intrincada malla, para la que no es imprescindible la música: la escena en que bailan el tango en silencio, con la música en las mentes y en los cuerpos, es arrebatadora. Qué símil mejor que un tango para explicitar el nexo que va del sexo puro al amor.

Por otra parte, la imagen del collar de perlas, está muy bien elegida; ese collar es el recuerdo de un pasado que permanecerá a través de los años. Pero si cabe, el símbolo mejor utilizado en mi opinión es el del guante. El guante simboliza una provocación, un desafío que la dama lanza al caballero…y que él recoge.
El ritmo de la narración también es destacable, porque el autor consigue equilibrar los tres tiempos, desde la narración contemporánea al recuerdo del primer encuentro en el barco y en Buenos Aires, mientras que la narración de los sucesos de Niza y los de Sorrento van acercándose hasta ser paralelos, con un tempo que paulatinamente va subiendo de tono: de un allegro moderato a un allegro vivace y finalmente a un presto vivacísimo. El final, con todo el dramatismo y la tensión acumulada a lo largo de la historia, es coherente con ella. Todo está descrito lo justo para que nos impacte. Y el resultado es inmejorable. En suma, una obra espléndida.

Ariodante
Agosto 2013

5 comentarios:

Ana Blasfuemia dijo...

Alguna vez tenía que pasar, el desencuentro: no puedo con Pérez Reverte, le tengo manía. Sé que es irracional, pero ahí está, es mi manía :(

De todas formas sí, con tu reseña sí he disfrutado ;)

Besos!

Fuensanta Niñirola dijo...

Ana, tampoco yo podía con este autor, y durante años le he tenido una ojeriza especial, pero leí una entrevista que le hacían a raíz de la publicación de este libro, y vi unas respuestas tan juiciosas y concordantes con mis ideas, que tomé la inmediata decisión de leer la novela. Y fue una decisión acertadisima, así que , piénsalo y aunque sea sacarlo de biblioteca, trata de leerlo. Te ve a gustar de verdad, te lo digo yo.

Fuensanta Niñirola dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Al margen de todo los síntomas de madurez (o vejez) que dice Don Arturo que le faltaban para escribir esta buena novela, creo que en la entrevista donde lo comentó, se le ha olvido nombrar las manchas en el dorso de las manos porque mira que las menciona veces en la novela. Muy buena reseña Ariodante, la novela casi me ha gustado tanto como a ti.

Fuensanta Niñirola dijo...

Ja, ja,ja, si, estimado y anónimo contertulio , lo de las manchas en las manos parece ser algo que le afecte.como yo hace tiempowue me he acostumbrado a las mías, no le di importancia. Me alegro qu estemos de acuerdo en la valoración y el disfrute de esta novela.

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