Llegados estos días navideños, en los que solemos, por la cercanía del fin de año, hacer recuento de los eventos y los hechos importantes de los doce meses anteriores, y trazamos las líneas que nos encaucen para continuar la marcha al inmediato y próximo nuevo año, creo poder disponer de un rato para reflexionar, y además de la consabida queja de que «el tiempo pasa volando» esbozar un recuento de una de mis actividades favoritas: la lectura. ¿Qué libros he leído este año? Difícil respuesta …¡son tantos! Alrededor de doscientos, probablemente. Pero ¿qué libros me han impactado, emocionado, llamado a mi puerta y les he abierto el corazón? Aquí ya recogemos velas. También son muchos, afortunadamente.
Para mí, el libro del año, ha sido el de Melania G. Mazucco: La larga espera del ángel, (Anagrama). Hacía tiempo que no me emocionaba tanto con un libro. Quizá porque ensambla muy bien dos aspectos de la vida que me interesan enormemente: el arte ―la pintura― y la literatura. La recreación de la vida del Tintoretto …y de su hija bastarda, la Tintoretta, inmersos en la Venecia barroca.
Luego han habido otros que también se han acercado en emoción, en sentirme implicada de algún modo: han sido tres, y los tres sobre Tolstoi: El esposo impaciente, de Grazia Livi, (Alfaguara) una novela corta en la que la recién desposada cuenta el encuentro, la boda y el viaje “de novios” con el inmenso Lev Tolstoi. Los Diarios de Sofía Tolstaia, (Alba) ha sido otro libro que ha dejado una profunda huella, y este es largo, a pesar de ser una selección. El tercero sobre el gran autor ruso es el que escribió su hija Tatiana Tolstoi Sobre mi padre, (Nortesur). Y como colofón cultural ruso, una joya: Diarios secretos de Pushkin (Funambulista).
Desplazándonos al oeste y cruzando Centroeuropa, Los niños de los bellos días y Otoño en Berlín, de von Keyserling (ambas en Nocturna) me han parecido unas verdaderas joyas literarias. Así como el breve relato de Stefan Zweig Mendel el de los libros, y su biografía de Fouché (Acantilado, ambas).
Saltando a otra cultura, la francesa: el breve libro de Louise de Villemorin, Madame de (Nortesur), novela que ya conocía por la maravillosa película homónima de Ophüls es una bellísima obra. Y la trilogía de Maurice Druon Las grandes familias (Libros del Asteroide) me ha parecido altamente destacable. Maupassant, siempre Maupassant: Todas las mujeres, (Siruela) es una antología de relatos cuyo tema central gira alrededor de la mujer. ¡Magnífico! Y siguiendo con relatos de origen francés, en este caso contemporáneo, Georges Arnaud en El salario del miedo (Contraseña) es una carga de profundidad, un bombazo y todo un descubrimiento que aconsejo leer. Otros descubrimientos los han supuesto autores como Pierre Bergounioux con Una habitación en Holanda y Un poco de azul en el paisaje (ambas en Minúscula), Constance de Salm y Madame de Stäel (ambas editadas por Funambulista).
Crucemos el Canal: ¿qué encontramos? Al gran escritor británico de origen polaco Joseph Conrad, del que se han reeditado este año La locura de Almayer, Un paria de las islas (ambos en Barataria) y Un puesto avanzado del progreso, (Traspiés), y asimismo, lo que ya es más novedoso: una biografía de Conrad escrita por su esposa, Jessie Conrad: Joseph Conrad y su mundo (Sexto Piso) que más bien son unas memorias de la vida en común y que me ha interesado profundamente. Británico también es Evelyn Waugh, cuya tercera parte de la trilogía Espada de Honor, (Cátedra) se ha publicado este año y cerrado el ciclo. En oro registro, más wodehouseano, me divertí mucho con el de Edmund Crispin, La juguetería errante, (Impedimenta).
Cruzamos el Atlántico y nos encontramos con Canadá: para mí ha sido un verdadero descubrimiento conocer al escritor Robertson Davies, del que he leído El quinto en discordia y A merced de la tempestad, (Libros del Asteroide) y ambos me han dejado muy favorablemente predispuesta a seguir leyéndole.
Si bajamos hacia el Sur, las lecturas de este año me han hecho conocer el mundo del relato norteamericano, que conocía apenas: O’Henry, con La voz de Nueva York (Traspiés) es un buen ejemplo de ello. Y el entrañable relato de Thomas Wolfe El niño perdido (Periférica), toda un tesoro escondido. Pero la que se lleva mi mayor interés es la señora Wharton. Edith Wharton me ha proporcionado unos deliciosos ratos leyendo sus novelas cortas Las hermanas Bunner (Contraseña) y relatos: Encanto y compañía (Funambulista) así como su impecable ensayo sobre literatura, Escribir ficción (Páginas de espuma). Y la otra que me ha tenido bastante tiempo pegada a sus páginas ha sido la inmensa Nueva York de Edward Rutherfurd (Roca).
Podría seguir y seguir, pero he preferido destacar lo que me ha impactado más fuertemente. Parecerá que sólo leo literatura no hispana. Error. Paso ahora, para finalizar, a destacar lo que me ha interesado más de lo que he leído en español de autores españoles. Sabido es que me priva la literatura naval y de aventuras marineras. Este año me he propuesto leer todas las novelas que me faltaban de la Saga Marinera Española, de Luis Delgado Bañón, y casi lo consigo. Sólo dos volúmenes de los veinte que ya circulan por librerías, me han quedado pendientes. Me ha encantado La fragata Princesa (Áglaya, a punto de reeditar en Noray), me ha gustado muchísimo. También me resultaron muy interesantes El bergantín Potrillo, El navío Alejandro I y La fragata Ligera, por citar los últimos publicados.
Ya en otro estilo, La novela Los fantasmas de El Retiro, de Jose Vicente Pascual, (Paréntesis) es otra de las españolas con las que he disfrutado, divertida y a la vez con una cierta intriga que me hizo pasar un buen rato. Me gustó asimismo La sombra del mercenario, de Rufino Fernández, así como el libro de relatos históricos Cuento de Otoño, (ambos de Evohé), de diversos autores –entre los cuales me cuento―me ha resultado entretenido, atractivo y muy variopinto. Otra novela que me ha parecido fresca y muy agradable de leer ha sido El último barco a América, de Paco López Mengual, (Temas de hoy). Y me divertí muchísimo leyendo Las tribulaciones de un sicario, de Elena Casero, (Periférica, ahora Talentura) y por último, El hechizo de Caissa, de Fernando Ortega, (Viceversa) una novela muy original con la que disfruté leyendo.
Han sido muchos otros los que he leído este año y que me han gustado, y siento dejarlos aparcados para no extenderme demasiado. También he de decir que ha habido algunos que me han dejado más indiferente o que no me han llamado la atención. Pero de esos no voy a hablar. En suma, he aquí una colección de lecturas que recomiendo encarecidamente a los que se identifiquen con mis gustos literarios, y a los que no, les diría que los probasen. Siempre hay que dejar una puerta abierta a nuevas lecturas y autores desconocidos.
¡¡¡Feliz Año y Felices Lecturas!!!