15/1/16

LA BALLENA BLANCA

 MOBY DICK

HERMAN MELVILLE

Ed. Sexto Piso ilustrado, 2014

Publicada por Melville en 1851, el argumento de esta novela es actualmente archiconocido y ha sido llevado al cine en diferentes versiones, centrándose en su parte narrativa, que, como veremos, no es la única. Cuenta ésta la travesía del barco ballenero Pequod, comandado por el capitán Ahab, viejo marino obsesionado por la persecución de una gran ballena blanca, que se quedó con parte de su pierna, encarnando para él la idea del Mal. Considerada durante décadas como literatura juvenil, esta novela es de aventuras, sí, pero mucho más que eso (sin que ello suponga un demérito para el género), es una inmersión en la naturaleza humana, en la psicología obsesiva de un hombre, Ahab, que en su locura arrastra tras de sí a toda la tripulación; y asimismo es todo un compendio del mundo de los balleneros y la vida en la mar, incluyendo detalladas y extensas descripciones de la caza de las ballenas en el siglo XIX, los procesos de despiece y manipulación de todas las partes corporales de los grandes cetáceos y su aprovechamiento comercial, así como acerca de las costumbres de diversas especies, y muchos detalles sobre la vida marinera, que Melville había conocido en sus viajes juveniles.
Obra plena de simbolismo, de referencias teológico-morales (el capítulo del Sermón es buen ejemplo de ello),  psicológicas y sociales, tiene momentos verdaderamente épicos. Su comienzo (“Llamadme Ismael…”) es citado entre uno de los más conocidos de la literatura. Es una manera de decir al lector “vamos a convenir en que me llamo Ismael y os cuento una historia”, toda una puesta en escena. Ismael cederá la voz a otros o a un narrador indefinido en muchas ocasiones. Pero siempre se hablará del mar, de su ineludible atracción, de su misterio y peligros. “El mar es un caníbal universal; todas sus criaturas se cazan mutuamente y están en guerra perpetua desde el comienzo del mundo.” (cap. 58).
Ahora bien: es éste un texto complejo y denso, que como novela propiamente sólo desarrolla una parte del libro, e incluso algún que otro capítulo está redactado como pieza teatral, dramatizado, con acotaciones de espacio. En su conjunto, de los 136 capítulos muchos consisten en digresiones sobre diversos temas relacionados con las ballenas o con la navegación en un ballenero, a veces extremadamente específicos. Con la probable finalidad de ampliar el conocimiento del lector decimonónico sobre el tema y quizá también para enmarcarlo, incluye Melville una muy curiosa información (e interpretación) biológica, histórica, mitológica, así como datos sobre la caza de estos grandes animales marinos, los barcos balleneros, y todo el proceso de aprovechamiento de las distintas partes de las ballenas, (huesos, grasa, carne, esperma y ámbar gris) así como sus múltiples usos. Valora también Melville la caza ballenera en sí; y aunque no se manifieste contrario, sí muestra las contradicciones sociales que conlleva. “Pero allí no había compasión alguna. No importaban ni la vejez, ni su única aleta, ni su ceguera: la ballena tenía que morir asesinada para que se pudieran iluminar las alegres bodas y las fiestas humanas, y también las solemnes iglesias en las que se predica una y otra vez el mandamiento de no herir jamás a ninguna criatura viviente.” (cap. 81). Y del mismo modo, desarrolla algunas reflexiones personales donde compara las costumbres de las manadas de ballenas y sus miembros con las equivalentes humanas. Ensalza la vida de las ballenas y en cierto modo manifiesta un atisbo de piedad ante el acoso y necesario abatimiento por parte de los balleneros. Pero también les supone reacciones humanas como el odio, la venganza, la ferocidad y crueldad en el ataque. Todo ello en largas digresiones que pueblan los tiempos muertos mientras el Pequod se desliza dulcemente sobre las aguas.




Salvo el primer capítulo, que es una larga declaración de principios, hasta el veintitrés, la novela discurre con Ismael relatando en primera persona cómo entra en contacto con el mundo ballenero, conoce al extraordinario Queequeg, con el que sella una leal amistad, hasta la búsqueda de navío donde embarcarse, su acomodo en el Pequod, y éste levando anclas.  Y ahí se introduce una primera cuña con dos capítulos de generalidades sobre los balleneros. Vuelve luego la narración presentando a los principales protagonistas de la narración: los tres oficiales (Starbuck, Stubb y Flask)  los tres arponeros (Queequeg, Tashtego y Dagoo), y, finalmente, el capitán: Ahab. Más adelante vuelve a cortar con una larga y casi académica digresión sobre Cetología. Marca un hito importante  el  capítulo treinta y seis por su altísimo nivel dramático: en él Ahab, tras largo tiempo en su camarote sin mostrarse, surge en cubierta y desvela a la tripulación sus verdaderos objetivos: cazar a Moby Dick, enervando a la marinería hasta hacerles jurar fidelidad en la búsqueda de la ballena blanca. Siguen cuatro breves capítulos con forma dramatizada, teatral, donde se manifiestan las voces de los marineros, entusiasmados, enfebrecidos: “Yo, Ismael, formé parte de aquella tripulación, mis gritos se alzaron hasta el cielo junto a los del resto, mis juramentos se mezclaron con los suyos, y grité aún más fuerte, y sellé con más pasión que los otros mi juramento porque mi alma estaba llena de terror.”(cap. 41)


Más digresiones con las leyendas sobre Moby Dick, y los distintos casos históricos en los que una ballena acaba con un barco y su tripulación o parte de ella. Además de su propia experiencia personal como navegante, Melville/Ismael cita aquí el caso del ballenero Essex, de Nantucket, que en 1820 había sido atacado y hundido por un cachalote, y cuyo relato fue hecho por los supervivientes tras vagar por el Pacífico y ser rescatados tres meses más tarde.  De hecho será la base para la novela y la película homónimas “En el corazón del mar” (2015).

Y ésta es la pauta del libro, la alternancia de relato y digresión, que frena el ritmo de la narración, lo ralentiza, sobre todo en su segundo tercio central, aunque luego despega hasta llegar a los capítulos finales, brillantes, terroríficos, conmovedores, cuando Ahab y sus arponeros se lanzan a una lucha de vida o muerte contra la gran ballena blanca. A lo largo de la narración habrá muchas aventuras: capturas de ballenas, fuertes tormentas, encuentros con otros balleneros, tensiones en la tripulación …todo trufado de capítulos no narrativos, o incluso narrativos de alguna otra historia ballenera completamente ajena a la presente. Desde otro punto de vista, con este modo de estructurar la obra quizá la intención de Melville fuera la de recrear el tempo pausado, lento, a veces desesperante de una larguísima navegación, donde podrían pasar meses sin avistar ballenas, e incluso sin entrever tierra, y desde luego, años sin volver a su país. Había que llenar los días y las noches, y aparte de sus faenas a bordo, la tripulación del Pequod contaba leyendas, imaginaba fantasías, creaba monstruos imaginarios o fantasmas, miedos y sospechas, siempre bajo la mirada perdida del viejo Ahab y el ruido de su pata ósea al pasear por cubierta.


En suma, el libro constituye todo un compendio casi enciclopédico, que si bien alcanza en algunos momentos cotas memorables de tensión y emoción, pierde mucha fuerza por estos continuos lapsos en los que el lector ve derivada su atención a temas que, aunque relacionados, le alejan del relato.  Por eso es comprensible que en algunas ediciones más antiguas o en ediciones para jóvenes, se hayan omitido bastantes de esos capítulos. No es éste el caso, y la editorial ha optado por presentar la versión completa, con una Etimología (del término ballena) y Extractos (citas donde se habla de ballenas). Una opción respetable e incluso loable, porque así el lector conoce la obra original. Aunque considero que la traducción podría ser mejorable (y deberían de revisar una errata grave, pág.255). También es comprensible que en la época en que se publicó por primera vez, no fuera bien recibida e incluso rechazada por el público, no acostumbrado a esta mixtura de narrativa, ensayo, reflexión filosófica y psicológica. En la actualidad el lector ya está más acostumbrado a este tipo de obras que entrelazan ficción con no ficción, novela y reportaje, ensayo y acción novelada. Por ello, si el lector tiene paciencia, tiempo para dosificar los capítulos y además dispone de un buen atril para apoyar este volumen, disfrutará como con las grandes obras de la literatura universal, entre las que “Moby Dick” se ha ganado un lugar.

Las numerosas ilustraciones que acompañan el texto consiguen crear un clima onírico, inquietante, como lo hará en algunos momentos la novela.  Imágenes fantasmagóricas, casi siempre nocturnas o crepusculares, donde a la magnificencia del velero se añade la de los monstruosos cetáceos, verdaderos gigantes del mar. Las enigmáticas y potentes figuras en cubierta, entre la niebla y la oscuridad, pintan un clima amenazador, con gestos hoscos, miradas hostiles, siempre en tonos pardos, grises con leves toques de rojizos o azules apagados, brumosos, salpicados siempre por el agua,…y las imágenes del barco y el mar, con la inmensa ballena atacando, asediando y venciendo. Todo conforma un espléndido acompañamiento de una de las grandes obras de la literatura, editada esta vez en todo su esplendor.

 
Luis Gabriel Pacheco Marcos (Ciudad de México, 1973) es un magnífico ilustrador cuya obra resulta muy atractiva y sugerente.
Herman Melville (Nueva York,1819–ib.,1891) fue una de las principales figuras de la historia de la literatura,  que además de novela y cuento escribió ensayo y poesía.



Ariodante

11/1/16

VIAJEROS ENCICLOPÉDICOS

HOMBRES BUENOS



ARTURO PÉREZ-REVERTE

Ed. Alfaguara, 2015



 “Sería de justicia recordar que, en tiempos de oscuridad, siempre hubo hombres buenos que lucharon por traer a sus compatriotas las luces y el progreso… Y que no faltaron quienes procuraban impedirlo.”
A. P.-R.

Arturo Pérez-Reverte suele generar polémica con sus intervenciones personales (artículos de prensa, entrevistas, conferencias), y a veces hay quien confunde al hombre con el escritor, descalificándole o ensalzándole por manifestaciones que nada tienen que ver con su obra literaria, la cual considero que cada vez muestra una mayor madurez. Esta última que tratamos aquí, con formato de novela pero estructurada, como ya es habitual en muchos autores contemporáneos, con doble discurso ficción/no ficción, cuenta un relato basado en hechos reales: el viaje a París de dos académicos de la lengua española con el objetivo de adquirir una primera edición de la Encyclopédie. Y simultáneamente, muestra el proceso investigador, apasionante, que precede y acompaña a la escritura de un relato.

Tal viaje tuvo lugar, desde luego: el bibliotecario don Hermógenes Molina y el brigadier retirado (al que apodan el almirante) don Pedro Zárate, recibieron de sus compañeros y con el visto bueno del rey Carlos III el encargo de viajar a París para conseguir los 28 volúmenes de la enciclopedia francesa editada entre los años 1751 y 1772 bajo la dirección de Denis Diderot y Jean Le Rond d'Alembert. Tarea que se presentaba ardua y complicada, tanto por el viaje como por la propia compra en sí.  Hay que tener en cuenta que la primera edición era la más solicitada y por tanto difícil de encontrar completa. Se habían hecho posteriores ediciones y reimpresiones, casi todas en Suiza, pero con frecuencia introduciendo cambios no siempre deseados. En España era una obra prohibida, e incluso en Francia era objeto de una posición algo confusa, en los tiempos pre-revolucionarios que se estaban viviendo. Pero Carlos III era un rey ilustrado y dio su permiso para que la Real Academia incluyera tal obra en su biblioteca y aumentase de este modo el patrimonio cultural de los españoles.
El viaje fue, como todos los viajes de la época, incómodo y a veces peligroso. Los movimientos por París fueron lentos, y las dificultades no pocas. Porque si bien dispusieron de cierta ayuda por parte de la Embajada, a cargo del Conde de Aranda, también hubo quien trató de entorpecer las investigaciones. Lo cierto es que llegó: la Encyclopédie se halla desde entonces en los estantes de la biblioteca de la Real Academia Española.


Allí es donde la encontró el autor y le entró la curiosidad por conocer los detalles de cómo llegó, quién la trajo y demás. La aventura de investigar estos hechos no podía menos que seducir al periodista que Pérez-Reverte lleva dentro. De este modo, tan interesante resulta conocer el proceso de descubrimiento e investigación del viaje como leer la reconstrucción literaria que el autor hace de éste. Porque lo que había documentado era poco: cartas, actas de la Real, y no mucho más. Pero la mente del escritor se dispara: seguimos el proceso de búsqueda, tanto en la Academia como en librerías de lance, en buquinistas parisinos, hasta dar con planos del París de la época, opúsculos que dan cuenta de las casas de posta de esos años, de las costumbres, las comidas, las ropas y demás datos necesarios para recrear y ambientar un relato. Es un relato en el que sumergidos en el último tercio del siglo XVIII el lector no solo puede apreciar cómo se viajaba, comía, vestía, alojaba y demás actos cotidianos y domésticos, sino de qué se hablaba y qué problemas preocupaban a los hombres de esa época, según su categoría social.

El relato prima más la conversación que la acción, aunque la haya, por supuesto; pero el autor quiere mostrar por medio de los diálogos entre estos dos personajes casi cervantinos, el almirante (alto, enjuto, ilustrado, librepensador) y el bibliotecario, (bajo, rechoncho, creyente y conservador) el reflejo de la España de los tiempos que corrían, el ya permanente enfrentamiento entre las luces y las sombras, la España de pandereta, siesta y aquí-me-las-traigan y la España que busca el progreso, la ciencia y la investigación. Las conversaciones entre ambos viajeros no tienen, pues, desperdicio. Como tampoco lo tienen las conversaciones que el autor tuvo con las personas que le ayudaron en su investigación. Y no solo muestra la España atrasada y pueblerina: muestra también la Francia prerrevolucionaria, con sus tensiones y fuertes contrastes, a punto de ebullición pero aún manteniendo el estatus dieciochesco, de los mejores momentos del Siglo de las Luces. La contraposición de ideas, la libertad de usos y costumbres  que nuestros dos compatriotas encuentran en París, al bibliotecario don Hermógenes asombra y perturba mientras  al almirante don Pedro complace y admira.
Don Pedro se mueve en su ambiente entre los aristócratas e ilustrados. Quizá entre las damas se ve turbado el viejo marino soltero por la libertad de sus miradas y belleza de sus escotes, sobre todo el de Madame Dancenis (personaje inspirado en Teresa Gavarrús), libertina aficionada a las filosofías de tocador. Don Hermógenes se nota torpe y fuera de lugar en todo momento. Hay dos personajes más a destacar, que son el contrapunto malvado de la bondad de los protagonistas: el antiguo soldado de caballería Pascual Raposo, que como su apellido indica, es algo “zorruno”, y  el exiliado abate Bringas, (personaje inspirado en el abate Marchena) revolucionario y agitador que muestra el lado enloquecido y terrorífico de los tiempos por venir. Los diálogos están empapados de Diderot, Rousseau, Voltaire, Moratín, Jovellanos. “He transformado sus textos en diálogos para mis personajes. – afirma Pérez-Reverte en una entrevista- Así que en ellos, por su boca, hablan realmente los clásicos del XVIII”.

Lo cierto es que Pérez-Reverte cumple sus objetivos, que son varios: sacar a la luz un episodio noble de nuestra Academia; mostrar que España tenía al menos una minoría de ilustrados y por otra parte, que no toda Francia era París: las ideas ilustradas y enciclopedistas desembocarían en una Revolución que supondría una flagrante contradicción con los principios que la animaron.
Un último y yo diría que principal objetivo sería el de mostrar que las disensiones entre los liberales y conservadores, los problemas que les enfrentaban en el pasado aún tienen una rabiosa actualidad. El formato paralelo de las reflexiones mientras investiga y el relato en sí ya es un modo de hacerlo evidente. Los cameos, las alusiones, connotaciones y homenajes son múltiples para el que sepa leer entre líneas. En suma: una magnífica obra literaria y un espléndido motivo de reflexión para el lector.



Fuensanta Niñirola


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