Se acercan días de fiesta; aunque las fiestas tienen un origen religioso, sólo una parte de la población las sigue considerando emocional y formalmente como tal. En realidad, lo que a muchos nos sugieren estos días festivos son quebraderos de cabeza: compras, regalos, comidas, visitas familiares, trastornos domésticos, gastos, a veces disgustos, complicaciones, desplazamientos, y en otros casos, tristezas ante las ausencias que se van produciendo en las familias.
Desde que se comenzó a mezclar nuestra tradición mediterránea de los belenes y los nacimientos, villancicos, zambombas y panderetas con las tradiciones anglosajonas de Papá Noël, y las casas se vieron invadidas de Árboles de Navidad, espantosos muñecos de Papa Noël escalando las paredes, calzas llenas de regalos, las costumbres se han alterado hasta el punto en que, mientras que se siguen manteniendo los multitudinarios desfiles de Reyes Magos, con la absurda entrega de regalos el último día de vacaciones, a la vez el día de Navidad también se entregan regalos, (más lógico) en sustitución o acompañamiento del antiguo aguinaldo o estrenas. Con lo que los niños, para los que se creó la tradición de los regalos, se vuelven enfebrecidos con tanta abundancia y se creen por unos días en el País de Jauja, con el consiguiente mareo y batallar diario de los sufridos padres, tíos y abuelos, que no pueden razonar ni entenderse con ellos, y nada más empezar las vacaciones escolares ya están ansiando que vuelvan a abrir las puertas del colegio.
Desde que se comenzó a mezclar nuestra tradición mediterránea de los belenes y los nacimientos, villancicos, zambombas y panderetas con las tradiciones anglosajonas de Papá Noël, y las casas se vieron invadidas de Árboles de Navidad, espantosos muñecos de Papa Noël escalando las paredes, calzas llenas de regalos, las costumbres se han alterado hasta el punto en que, mientras que se siguen manteniendo los multitudinarios desfiles de Reyes Magos, con la absurda entrega de regalos el último día de vacaciones, a la vez el día de Navidad también se entregan regalos, (más lógico) en sustitución o acompañamiento del antiguo aguinaldo o estrenas. Con lo que los niños, para los que se creó la tradición de los regalos, se vuelven enfebrecidos con tanta abundancia y se creen por unos días en el País de Jauja, con el consiguiente mareo y batallar diario de los sufridos padres, tíos y abuelos, que no pueden razonar ni entenderse con ellos, y nada más empezar las vacaciones escolares ya están ansiando que vuelvan a abrir las puertas del colegio.
Pero nadie quiere perder fiestas: ni la de los Reyes ni la de Papá Noël. Como los británicos, que cuando vienen a España hacen las comidas a sus horas...y a las nuestras, con lo que aumentan el número de comidas ...y bebidas.
Y entre unas y otras, la celebración del Año Nuevo, y despedida del viejo en la noche de San Silvestre, que también da lugar a complicaciones del tipo de dónde vamos a cenar, qué ropa me pongo, por qué siempre vamos al mismo sitio, por qué no lo celebramos con un viaje, hay que comprar el marisco con una antelación increíble porque luego se pone por las nubes, ¿por qué siempre marisco? ¿y las uvas?¡Pues este año no hay uvas! Eso ya lo dijimos el año pasado...
En fin, cosas que nos ocurren todos los años y que aseguramos que el año que viene no volverá a pasar, pero pasa. Bueno, me voy al supermercado, que he de llenar el congelador y la despensa. Y después empaquetar los regalos, enviar las felicitaciones y decidir los menús, y pedir hora en la peluquería...y aún no sé qué ponerme en Nochevieja.
¡Cielos! ¡Otra vez es Navidad!
¡Felices Pascuas a todos! ¡Y un próspero Año Nuevo!