TRISTAN DERÈME
Trad.: Carmen
Álvarez Hernández
Ed. Evohé, 2017
Es esta una narración o mejor, una
colección de narraciones -ya que cada capítulo es independiente y podría leerse
como un pequeño relato- de deliciosa lectura, plena de fantasía, inocencia y
ternura. Pataxú (Patachou) representa la mirada pura de la infancia, ese eterno
preguntar por las cosas, con ingenuidad, sin juicios previos, en una etapa de la vida en la que no se acaba
de distinguir muy bien lo ficticio de lo real, donde la magia o la imaginación
construye mundos, imágenes, personajes, historias, …verdaderas preguntas
filosóficas, aunque en este caso las respuestas son, efectivamente las de un
niño.
Pataxú, un niño de seis años, es el objeto
de los cuidados y las conversaciones de su tío, que es el narrador. El niño
pasa largas temporadas con sus tíos, no importa por qué, al parecer los padres
están viajando, existen, pero al autor le parece mejor mostrar un cierto
distanciamiento al introducir a un tío que no tiene hijos y así el trato
siempre será distinto que el de los padres. De un modo u otro, el caso es que convive con sus tíos, Felipe y
Matilde, asistidos por una vieja criada, Ramelina, y rodeados de un pequeño
zoológico doméstico, de nombres rimbombantes: el gato Clodomiro y el gato negro
Platón, el perro Cástor, la gallina Clitemnestra, la tortuga Ulises… ya los
nombres de este zoo particular dicen mucho de su dueño, Felipe, escritor y
erudito.
La vida de Pataxú con sus tíos se
desarrolla en constante descubrimiento, en continua explicación por parte de su
viejo tío. El tío es escritor, en la casa hay libros por todas partes, pero no
solo la literatura está en el papel, también en las mentes y en las palabras.
Todas las reflexiones del narrador, las conversaciones con el niño en su inacabable
preguntar y querer saber, están trufadas de citas, referencias a autores
clásicos y modernos, latinos y franceses o de otros países.
Ilustración de Sandra Delgado |
El universo de Pataxú reúne animales y
personas sin distinción, pero confunde los comportamientos humanos con los
animales y viceversa, la realidad y la ficción, lo posible y lo imposible. Para
el pequeño todo es posible, en su imaginación. “Los prodigios no le asustan; él
vive en medio de ellos como canta un petirrojo sobre la rama florida de un
cerezo.” Todas sus preguntas, respondidas pacientemente por el tío, modelo de
calma y tranquilidad, contento de la convivencia con el niño porque le hace
revivir su propia infancia, son preguntas sobre el comportamiento y características
de los animales y los humanos, tan difícil de comprender a veces. La filosofía del tío Felipe se resume en
disfrutar de la sencilla vida cotidiana, pensando que es justamente lo que
añoraremos en un futuro. “Los antiguos, que murieron hace mucho tiempo, decían
a menudo que el rayo golpea las cumbres, y añadían que el trueno no cae sobre
el perejil. (…) El perejil es, en mi opinión,
feliz como la gente sencilla.”
Los tíos viven en el distrito de Passy (París),
años 20, en una casita con jardín, y pasan temporadas en Bearne (como el propio
autor, que alternaba temporadas parisinas con bearnesas) y así el niño descubre
las diferencias entre el campo y la ciudad. Elefantes, jirafas, peces,
pájaros…para todo tiene Pataxú una pregunta y elabora su propias respuestas,
absolutamente dispares respecto a las de su tío, que intenta mostrarle el
mundo real cotidiano. No podemos cazar
una estrella, pero sí una trucha. Pataxú no puede tener un elefante de verdad
en casa, pero tiene un elefante de juguete y puede fingir que está vivo. El
mundo submarino de los peces le impresiona, quiere ser un pez, de mayor. Y si
no puede serlo, quiere ser un buzo, para ver los peces en su hábitat. Pero
también quiere volar, ser pájaro; quiere aprender a rumiar como las vacas,
caballos, los corderos…Quiere lo imposible, y bombardea con sus preguntas a su
viejo tío, que, paciente y amorosamente, le hace los razonamientos oportunos
devolviéndole al mundo real. Observando los cangrejos, pregunta a su tío: “¿Por
qué los hombres no caminan hacia atrás?” “No lo sé, Pataxú. Es, tal vez, porque
no tienen ojos detrás de la cabeza. Siempre quieren ver a donde van.” Esto
dispara las reflexiones en voz alta del tío, sobre la condición humana, y la
imaginación del niño, sobre los cangrejos… En otros momentos la reflexión
incide en el concepto de tiempo, de cómo percibimos el fluir de las horas y los
días, largos e interminables a veces y cortísimos otras, depende la actividad
desarrollada y las expectaciones concebidas. Delicioso, por su ternura y
profundidad, es el capítulo “Los ojos cerrados de Pataxú”. Para que se vaya a
dormir el niño, animadísimo tocando la trompeta después de cenar, le cuentan la
historia del mercader de arena y la de prestar sus ojos a los ciegos. Viejo dicho bearnés: cuando los niños se
duermen, prestan sus ojos a los ciegos y éstos pueden salir a pasear. Esta idea
provocará una explosión mental en la imaginación del chico…y en su tierno
corazón.
Escrita y publicada en 1929, es probablemente uno de los libros que más
influyó en Saint-Exupèry para crear su Principito. Sin embargo, Pataxú tiene
voz propia, no hace falta relacionarlo con el pequeño Príncipe para encontrar
su verdadero valor. El libro es la primera edición en castellano del original
francés, y está magníficamente editado con el extra de una preciosa ilustración
de Sandra Delgado. Inaugura este libro una nueva colección, Ultravagantes, con la finalidad de
rescatar textos olvidados o no traducidos aún. Todo el texto se compone de 47
breves capítulos, más un prólogo y un epílogo. Cada capitulo tiene vida propia.
Muchas lecturas surgen de estos textos, muchas reflexiones y gozos, recuerdos
de la infancia y sobre todo, hacen brotar en el lector al niño que todos llevamos
dentro. Como el autor expresa muy bien por boca del narrador, <>
Fuensanta Niñirola
Tristan Derème (1889-1941), seudónimo del narrador y poeta francés
Philippe Huc, quien también utilizó los nombres de Théodore Decalandre y de
Philippe Raubert, fue autor de una importante obra poética y en prosa (novela y
artículo periodístico) de lo intimista, lo sencillo y lo cotidiano. En 1938
recibió el Gran Premio de Literatura de la Academia Francesa.
Fue fundador, junto a poetas como Francis Carco, de la L’École
fantaisiste (Escuela Imaginativa, en la línea de la “Alta Imaginación”
representada en España por autores como Rafael Pérez Estrada, 1934-2000),
movimiento renovador de la poesía francesa de principios de siglo XX en
contraposición a la figura de Stéphane Mallarmé y los simbolistas. Su
repercusión fue limitada en el tiempo por el estallido de la I Guerra Mundial y
la subsiguiente deriva desde la fantasía al realismo.