Luis Delgado Bañón
Es ésta la segunda edición revisada de la -a su vez- segunda novela de la serie que conforma la Saga Marinera Española, donde los protagonistas son las familias de los Leñanza y los Cisneros, ligadas en principio por lazos de amistad y por familiares después. Si en la primera novela, La galera Santa Bárbara, conocimos la historia y aventuras del primer Francisco Leñanza, apodado Gigante por sus compañeros dada su fornida y robusta complexión, en esta segunda entrega es su primogénito, que ostenta tanto su mismo nombre como su apodo, por ser su físico una repetición del paterno, el que nos cuenta, desde su madurez, la historia de cómo llegó a acceder a la posición actual en la Marina Real, procediendo como procedía de un origen humilde y de tierra adentro.
El autor se ha propuesto el ambicioso proyecto de narrar la historia de la Armada española desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la Guerra Civil de 1936, intentando mantener, dentro del marco de la novela de aventuras, el máximo rigor histórico y marinero posible.
Luis Delgado Bañón, (Murcia, 1946), es capitán de navío y escritor. A los dieciséis años ingresó en el Cuerpo General de la Armada y desde entonces ha estado vinculado al mar, siendo capitán de navío durante más de trece años. En agosto de 1963 y tras la necesaria oposición, ingresó en la Escuela Naval como Aspirante de Marina. Posteriormente pasó por los empleos de guardiamarina, alférez de fragata, alférez de navío, teniente de navío, capitán de corbeta, capitán de fragata y, por fin, en 1996, capitán de navío, que equivale en el Ejército al empleo de coronel. Es delegado del Instituto de Historia y Cultura Naval en el Mediterráneo, y actual director del Museo Naval de Cartagena.
Corre el año 1781. España y Francia están en guerra con Gran Bretaña, que a su vez lo está con las colonias de América. Menorca, sometida a una gran presión naval, está a punto de volver bajo el dominio español; Gibraltar, en manos británicas desde 1704, sufre el bloqueo de la flota española por mar y el acoso por tierra. Los esfuerzos de Leñanza padre para conseguirle al hijo un puesto –hasta el momento, reservado a la nobleza- de Guardiamarina, son complicados y dolorosos, pero consiguen su objetivo, y Francisco Leñanza comienza su andadura en la Academia Naval de Cartagena.
En la Academia, el aprendiz de guardiamarina Leñanza conoce al que va a ser su mejor amigo y compañero de aventuras, así como el que en parte va a decidir su futuro: Santiago Cisneros, un jovencito de aspecto aún infantil, dos años menor que Francisco, de cara pecosa y espíritu bullanguero y entrometido, con la altanería que da el ser el heredero del Duque de Montefrío y haber recibido educación y maneras nobiliarias desde su más tierna infancia. Gigante, ya apodado así entre sus compañeros, se convierte en el protector de Pecas, que es el apodo recibido por Santiago.
Hasta la mitad del libro vivimos su aprendizaje marino y su creciente relación amistosa que culmina en unas vacaciones en el castillo que la familia Cisneros posee en Cehegín (Murcia). Y aquí aparece el tercer protagonista, femenino en este caso: la hermana de Santiago, la dulce y bella María Cristina, de la que Francisco, con sus diecisiete juveniles y fogosos años, cae prendado al instante.
En la segunda parte del libro comienza la verdadera acción: hacia la mitad del curso, el general Antonio Barceló interviene para requerir la colaboración del cuerpo de guardiamarinas. Por necesidades de la guerra ha de cubrir las plazas en las cañoneras ideadas por él mismo y que están siendo utilizadas para hostigamiento de la flota británica, al modo de guerrilla marina, con magnífico resultado y por consiguiente, aumentando la cantidad de lanchas y las necesidades de personal. Nuestros jóvenes héroes se presentan voluntarios inmediatamente, claro.
Y a partir de este momento la aventura es continua: son trasladados a Cádiz, entrenados intensivamente en el gobierno y manejo de las cañoneras, y comienzan las acciones de sangre y fuego, acometidas por los jóvenes con ardor patriótico y la inconsciencia de la inexperiencia y la corta edad. Se produce un naufragio, los supervivientes aparecen en las costas africanas, son hechos prisioneros por el moro, pasan apuros y agobios pero consiguen salir adelante, con la ayuda de otro personaje que será en adelante incorporado a los habituales, como fiel ayudante de Francisco: el negro Setum.
El ritmo va in crescendo en la parte final y seguimos, casi sin aliento, las aventuras de los protagonistas, que de jóvenes inexpertos y juguetones, dan en breve lapso de tiempo el salto hacia la edad adulta, encarando las dificultades como verdaderos hombres, a pesar de su aún corta edad. En los capítulos finales, vivimos con Gigante fuertes situaciones emocionales contrapuestas, que nos hacen sentir emoción y gran interés.
Respiramos ardor guerrero hispánico en esta lectura. Se traslucen, inevitablemente, los años de profesión marinera del autor: no sólo admiramos la documentación, sino el amor al trabajo y la dedicación, así como ese profundo conocimiento que da la experiencia vivida durante muchos años y que es el alma de una buena novela.
El autor combina muy bien la parte propiamente histórica con la novelesca. En ningún momento la novela deja de serlo, aunque tiene, sobre todo en la primera parte, algún tramo algo lento en cuanto a las explicaciones más técnicas que los guardiamarinas reciben en su aprendizaje, y también, en las necesarias digresiones sobre la historia naval y la situación política del momento. La edición incluye algún mapa, lo que es de alabar, y un par de imágenes de las cañoneras, además de notas a pie de página aclaratorias de términos marineros o palabras arcaicas.