(World’s Fair, 1985)
E. L. DOCTOROW
Ed. Miscelánea, 2010
La feria del mundo es otra más en la larga lista de novelas del escritor norteamericano Doctorow (aunque publicada por el autor en 1985). La Feria se refiere a la Exposición Universal de Nueva York del año 1939-40, coincidente con el comienzo de la II guerra mundial en Europa. Con ese motivo, Doctorow rememora en ficción su infancia hasta llegar a ese año.
En una entrevista, Doctorow confiesa que “Nueva York siempre ha sido el punto de contacto entre el viejo y el nuevo mundo. Cuando yo era niño, no dejaban de llegar a la ciudad refugiados prominentes que huían de la Europa de Hitler –actores, compositores, escritores, científicos, pintores, psicoanalistas y filósofos– que enriquecieron nuestra cultura de un modo muy desproporcionado en relación a su número. (…) He vivido la mayor parte de mi vida en Nueva York o muy cerca de Nueva York. El resultado es que me siento más o menos en casa en cualquier otra ciudad del mundo. Nunca he pensado en Nueva York como en un territorio literario a explorar. No se abre camino en mis libros como un escenario que yo haya elegido sino como la vida. Sencillamente parto de la base de que Nueva York es lo que la vida es. No es un lugar, es la vida.”
La feria del mundo está principalmente contada por una voz infantil, Edgar, que varía conforme va creciendo y en la que reconocemos al autor, niño. Salpicada la narración por otras voces, provenientes de su madre, Rose, su hermano Donald y su tía Frances, que aportan sus versiones -con su distinto ángulo de visión- de algunos hechos que el protagonista no presenció o enriquecen con otros datos los que él mismo cuenta. Todas las versiones son personales, hablan en primera persona.
Novela de iniciación, nos cuenta la vida cotidiana, las relaciones familiares, y cosas que eran importantes para un niño al ir creciendo; como el primer contacto con la escuela, con el lenguaje y la religión hebrea, visitas a los abuelos, o unas vacaciones en la playa de Rockaway. La mirada el niño que trata de ir descubriendo el mundo, empezando por lo que le rodea más íntimamente: la familia, su hermano mayor, el barrio. De vez en cuando le llegan noticias del lejano mundo que es la política, la llegada triunfal de Lindberg, Europa, Hitler, noticias que llegan mezcladas con las aventuras radiofónicas del superhéroe “La Sombra”, las películas de Chaplin o Laurel & Hardy, los comentarios sobre los problemas que los judíos iban teniendo no sólo en Europa sino en su propio barrio y cómo defenderse. Sus primeros bombachos, -entonces cada edad tenía sus ropas- y los primeros pantalones largos nos van indicando su crecimiento, además de la manera como se va enfrentando al mundo que le rodea.
Las tensiones entre el padre, Dave, y la madre, Rose, ambos de origen judío, pero de divergentes ambiciones y cuyas disparidades en cuanto al dinero es fuente de conflictos permanentes; las actividades de su hermano mayor, como avanzadilla que le informa y le protege, aunque a veces se burle de sus chiquilladas; la senil abuela materna que vive con ellos, y que se escapa de casa cada dos por tres. El tío Willy, aparcado a temporadas en la casa familiar; las apariciones de la tía Molly y sus novios; los abuelos paternos, de mejor posición social, en cuya casa de la playa pasa algunas temporadas.
De todo ello nos habla el pequeño Edgar, eco de ese otro Edgar maduro, el escritor Doctorow que rememora los años de esa infancia podríamos decir que bastante afortunada, dentro de lo que cabe. Edgar fue un niño que –ocho años después de su hermano- llegó por sorpresa, y siempre se lo decía su madre: ¡no te esperábamos!, sin embargo fue un niño querido, bien cuidado y cuya infancia discurre amablemente y sin demasiados sobresaltos. También nos cuenta la tremenda experiencia de su ataque de apendicitis, que estuvo a punto de llevarle al otro mundo, y gracias a la decisión y contactos de su tía Frances se salvó. Los problemas de su padre con el negocio (una tienda de artículos musicales) y los progresos de su hermano Donald en los estudios y en su vida le ocupan otros capítulos. Y pone punto final relatando la visita a la Exposición Universal del año 39, situada en Flushing Meadows.
Una novela entrañable, con el dominio ya reconocido que Doctorow tiene del lenguaje, y su buen hacer en la narrativa. Y un recorrido por los distintos rincones de Nueva York, toda la ciudad, no sólo Manhattan, paso a paso y con una mirada inocente.
Edgar Lawrence Doctorow (Bronx, Nueva York, 1931) es escritor estadounidense, de origen judío y ruso, en tercera generación; muy ligado a su ciudad natal, Nueva York, que es el escenario de gran parte de sus novelas. Su obra narrativa se ocupa, en especial, de la historia de su país. Se educó en la Bronx High School of Science y en el Kenyon College. Trabajó como lector en diversas editoriales neoyorquinas, colaboró en prensa como periodista y, desde 1969, fue profesor en varias universidades. Recibió en 1998 la National Humanities Medal. A partir del 52 impartió clases en la Columbia University. Fue editor de la New American Library y de la Dial Press en los 60. Desde 2006 ocupa la plaza Glucksman Chair de Letras Estadounidenses en la Universidad de Nueva York. Su primera obra, publicada en 1960, fue Bienvenido a los malos tiempos; después ha escrito una larga lista de novelas, relatos y obras teatrales. Algunas de sus novelas han sido llevadas al cine con gran éxito, como Ragtime (1981, Milos Forman), y Billy Bathgate (1991, Robert Benton). Otras muestran diversas facetas de la vida de su país durante las décadas de 1920 y 1930, como El lago (1980) y La feria del mundo (1985), de la que ahora nos ocupamos. Suele mezclar hechos reales, muchas veces autobiográficos, con elementos de ficción.
Reseña publicada en: http://www.la2revelacion.com/?p=2574