11/6/14

COSTAGUANA Y CONRAD

HISTORIA SECRETA DE COSTAGUANA


JUAN GABRIEL VÁSQUEZ

ALFAGUARA, 2007



Es esta una narración un tanto atípica en el contexto de la obra de Vásquez, tanto por la forma como por el tema elegido. La forma es la confluencia de dos historias. Una es la de un personaje ficticio, el colombiano José Altamirano (y antes que él, su padre), ambientada en la Colombia recién independizada de España, y posteriormente en el Panamá recién independizado de Colombia.
La otra es la trayectoria del escritor Joseph Conrad, su paso por el Caribe, las costas de Venezuela y Colombia, y la posterior decisión de escribir una novela ambientada en esos países pero con nombre ficticio: Costaguana. La novela resultante será Nostromo.
Tanto el personaje de ficción como el real confluirán en un punto, o mejor dicho, en dos encuentros, con los que se cierra la novela. Pero a lo largo de toda ella, los saltos son constantes, de la historia del padre pasamos a la del hijo, de la historia de Colombia pasamos a la del Panamá, de la construcción del Canal por parte de los franceses pasamos a la decisión de que sean los EE.UU. los que se ocupen del tema. Hay un fuerte simbolismo en la relación del padre con el hijo y a su vez José con su hija Eloísa, que plasma la relación de Colombia con la provincia de Panamá que luego se convertiría en país independiente, de un modo mas bien humillante, o al menos, así lo presenta el autor. De hecho, la narración, en primera persona, se dirige por una parte a un supuesto jurado/lector, y por otra, se dirige a su hija Eloísa, ante cuyas audiencias quiere presentar y absolver la culpa que le genera su abandono. Porque esta es una historia de abandonos, de huidas, de derrotas.

La narración de José Altamirano va alternando con la historia de su padre, Miguel, que comienza en 1820, año de la independencia de Colombia; tras unirse al ejército de José Hilario López y derrocar la dictadura del general José María Melo, Miguel Altamirano abandona Bogotá y se  dirige a Panamá, que entonces formaba parte de Colombia. Por el camino, tiene un encuentro amoroso con una mujer casada, Antonia de Narváez, encuentro que dará como fruto su hijo, José, el narrador. Miguel sigue con su vida, escribiendo a Antonia cartas de amor que ella destruye para guardar el secreto de su hijo bastardo. A los 21 años, José, al fin conocedor de los hechos, abandona madre y ciudad y viaja en busca de su padre, hasta la ciudad de Colón, (Panamá,), pueblo caribeño que bulle con los preparativos franceses del inicio del Canal, donde va a ser testigo de todo el embrollo alrededor de unas obras que no acaban nunca, encarnizadas luchas políticas y el caos subsiguiente.
En ese punto se mezcla la narración con la historia de padre e hijo, además de las incursiones en la historia de Conrad, que por la misma época que José llega a Colón, se supone que coincide con el escritor, en su época juvenil de marino. No se ven, pero se cruzan, y en un alarde borgiano, Vásquez mezcla la realidad con la ficción de un modo harto verosímil y narra los movimientos de uno y otro como en distintas pistas, creando una madeja de historias interconectadas, escritas con un tono de humor negro y sarcástico.
En la parte final es donde confluyen las historias paralelas de Conrad y José, con el viaje -último abandono- de este a Londres y su encuentro con Conrad, que aprovecha la información de aquél para documentarse y escribir Nostromo.
La novela está dividida en tres partes que a su vez se subdividen en tres capítulos. La primera relata la vida de Miguel Altamirano, y las guerras civiles colombianas; en la segunda, es la historia del encuentro entre José y su padre, Miguel, mientras los franceses empiezan la construcción del Canal de Panamá; en la tercera parte, el encuentro entre José y Charlotte (del que nacerá Eloísa), a la vez tiene lugar toda la eclosión de la independencia de Panamá, apoyada por EE.UU., que se hace cargo del Canal, y la huida de José a Inglaterra…donde por azar del destino se encuentra con Conrad.
Por esta novela recibió el Premio Qwerty en Barcelona y Premio Fundación Libros & Letras en Bogotá. Como el autor ha contado en alguna entrevista, la idea de este encuentro entre Conrad y Colombia le vino tras documentarse para escribir El hombre de ninguna parte, en 2004, a raíz de la cual conoció más a fondo a Conrad y le sedujo la idea de que hubiera estado en su país y escribiera sobre ello.

Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) realizó estudios de literatura latinoamericana en La Sorbona y vive en Barcelona. Ha publicado un libros de relatos, varias novelas, una biografía y ensayos. Colabora con diversos medios latinoamericanos y españoles. Es autor de la colección de relatos Los amantes de Todos los Santos,  y de las novelas  Los informantes (Alfaguara, 2004)El ruido de las cosas al caer (Premio Alfaguara 2011, English Pen Award 2012 y Premio Gregor von Rezzori-Città di Firenze 2013), y Las reputaciones (Alfaguara, 2013)
Vásquez ha publicado también una recopilación de ensayos literarios, El arte de la distorsión,(Alfaguara, 2009) y una breve biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte (Panamericana, 2004; Norma 2008). Ha traducido obras de John Hersey, John Dos Passos, Victor Hugo y E. M. Forster, entre otros, y es columnista del periódico colombiano El Espectador.





Ariodante

8/6/14

HABLEMOS DE LIBROS

HABLANDO DE LIBROS

Reflexiones de una lectora empedernida.

¿Qué incita a un lector a elegir un libro entre muchos? ¿Qué valoramos más de un texto? ¿Su presentación, autor, contenido o tema? Son preguntas que muchos se hacen y otros deberían hacérselas. Antes que nada, hablamos de libros, pero entendemos por ello textos escritos, (ficción, poesía, drama o ensayo, reportaje o biografía) no importa el formato en el que se presenten. ¿O sí importa? Estamos actualmente habituados al libro en papel, en distintas presentaciones: tapa dura, rústica, bolsillo,… pero no siempre fue así, y ya empiezan a coexistir otros nuevos formatos.
Recordemos -por comparación- que, no hacen todavía demasiados años, los amantes de la música la escuchábamos y coleccionábamos en vinilo, en unos enormes álbumes, portadas preciosas e incluso con las letras de las canciones y alguna otra información incluida. Tras ello pasamos años con los cassettes, en los que podíamos grabar nuestra propia música y ocupar menos espacio. No era tan bonito, pero funcionaba y era más barato. Hasta que empezaron a fallar… Aquellos interminables intentos de reintegrar a su sitio las cintas por medio del bolígrafo Bic.  Cuando eclosionó el fenómeno del cd y el dvd, algunos se rasgaron las vestiduras y auguraron un futuro incierto al nuevo invento…pero ha habido unos años de verdadera pasión por los dvds musicales. Con la música digital, todos estos problemas han pasado a la historia y tras una breve pero intensa refriega, los aficionados a la música tienen diferentes opciones y eligen según su espacio, capacidad económica o gusto.

Volviendo al tema de los aficionados a la lectura; cuando estos eligen un libro se pueden decantar por diversas opciones: una atractiva portada, un título sugestivo, el índice o la información de su contenido en la contraportada, la confianza en el autor, el tamaño de la letra, la cantidad de páginas…(sí, aunque no lo crean, hay electores para todas estas opciones), y asimismo pueden hacerlo por sugerencia de otra persona en cuyo gusto literario que confían, o pueden buscar un libro que se cita en otro, o cuyo tema les sugiere indagar más versiones del mismo. Cabe, asimismo, elegir un libro al azar, o para conocer nuevos autores, o para pasar un rato entretenidos en las esperas de un viaje. Dejamos al lado los coleccionistas de libros antiguos, para no complicar más el tema. Depende qué busque un aficionado en la lectura, elegirá una cosa u otra.

Personalmente he leído excelentes obras en ediciones lamentables, cuya letra casi se borraba por ausencia de tinta suficiente, traducciones terroríficas, con portadas inexistentes y con páginas pegadas, incluso. Concretamente, mi primera lectura de En busca del tiempo perdido, de Proust, fue en una deleznable edición sudamericana que compré de ocasión –porque no encontraba otra mejor o porque mi bolsillo estaba en las últimas- y que maldecía mientras lo empezaba pero olvidaba después,  al sumergirme en el texto. En otras ocasiones he comprado libros por saber de un autor (y he tenido sorpresas de diferentes tonos), porque su tema me ha interesado; la portada solo ha sido decisoria, en mi caso, si había dos o más opciones a elegir, y últimamente, el tamaño de la letra me hace decidir por razones de vista cansada.
Sin embargo, hay una cosa que tengo muy clara: es el contenido del libro lo que cuenta, a la postre. Lo demás son aditamentos, que mejoran o empeoran la lectura. Por ello, encuentro que el formato digital tiene por el momento algunas ventajas que superan con creces al libro en papel, si bien aún faltan por resolver tecnológicamente otros detalles.

La aparición del libro digital, (e-book) implica, ya de por sí, un abaratamiento de costes y por tanto un mayor acceso y difusión de las obras al gran público. Distribución y lectura inmediatas, inmensa capacidad de almacenamiento y comodidad de ajuste del tipo de letra para los cansados ojos lectores. ¿Implica ello la desaparición del libro en papel? No lo creo. Implica, eso sí, la especialización de las editoriales y librerías, la reducción de las tiradas, un menor gasto en papel y por tanto una menor destrucción de árboles (y replanteamientos económicos para la industria papelera)…estos son procesos inevitables. Todos los cambios conllevan conflictos, pero volvamos a lo que yo analizo aquí, que no son los conflictos a nivel macroeconómico sino la actitud del lector.


¿Se ganan lectores con el nuevo formato digital? Obviamente sí, lectores potenciales. Pero a la práctica, aún pasarán años, como en todos los cambios, en los que la mentalidad del público tardará en hacerse a la idea y acostumbrarse a los nuevos formatos. Los jóvenes lo aceptan más fácilmente que los mayores, por estar ya habituados a la música digital y en general, a la informática. ¿Es bueno o malo un formato concreto? Yo no hablaría de la bondad de un formato, sino de la bondad de una obra.  Hablaría de la mayor o menor utilidad -o belleza- de un formato, pero, cualquier formato que ayude a acercar una obra al potencial lector es adecuado. 
Las tablillas de cera o de cerámica en las que se escribía en la antigüedad clásica, los pergaminos, los papiros, los códices miniados medievales, los primeros libros de imprenta, las publicaciones por entregas de los siglos XVIII y XIX, los preciosos libros encuadernados en piel…todo ello es ya historia. Pero seguimos leyendo a Homero, a Virgilio, a Cervantes, a Shakespeare…y eso es lo que importa.


Ariodante


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