EDUARD VON KEYSERLING
Ed. Nocturna, 2011
El espíritu de Madame Bovary sobrevuela las páginas de esta narración, aunque sólo el espíritu. La protagonista femenina, Irma von Buchow se aburre, encerrada en una mansión campestre de la aristocracia terrateniente alemana. Su marido la ama profundamente, pero es un hombre serio y trabajador, como Monsieur Bovary, que se ocupa de que todo funcione en su familia, y paga las facturas de su hermano Achaz, un tarambana urbanita que despilfarra su sueldo en Berlín y las ganancias de su hermano. El anciano conde Pax, padre de Irma, convive plácidamente con ellos, compartiendo el aburrimiento de su hija, así como los dos vástagos de la pareja, unos niñitos que, fuera de sus estudios, participan del tedio generalizado.La vida campestre de la aristocracia alemana, de la Alemania nórdica decimonónica, es retratada en este relato con las pinceladas habituales del autor.
Eduard von Keyserling (Castillo de Paddern, hoy Letonia, 1855- Munich, 1918), escritor alemán, nacido en el seno de una antigua y noble familia germano-báltica y primo del filósofo Hermann Keyserling. Hubo de abandonar sus estudios en Dorpat por un incidente social, marchando, con 23 años a Viena para estudiar filosofía e historia del arte. A finales de siglo se trasladó con sus hermanas a Munich; posteriormente quedó ciego como consecuencia de la sífilis que padecía. Se le considera un exponente del impresionismo literario.
Monotonía, placidez, lasitud…mirar cómo cae la nieve a través de las ventanas de la confortable y cálida sala de la mansión de los Buchow; salir al jardín al comienzo de la primavera y comprobar cómo la naturaleza revive; bañarse en el lago por las mañanas y pasear a caballo por los bosques al atardecer, mientras el ruiseñor canta. Esta es la vida de Irma, la melancólica esposa de Ulrich von Buchow, pero no de su esposo, cuyas múltiples responsabilidades en el control de su hacienda y tierras le mantienen ocupado casi todo el día. Es hombre de pocas palabras y de sentimientos refrenados.
Preocupado por la melancolía de su amada esposa, Urlich intenta ayudarla atrayendo a su hermano menor a pasar el verano con ellos. Achaz von Buchow es todo lo contrario que el barón: alegre, expansivo, vive al día y disfruta el momento, siempre tiene una anécdota curiosa que contar y supone un soplo de aire fresco, una ventana abierta a ese mundo lejano de la ciudad y de las altas esferas. Pero también representa un problema.
Irma, efectivamente, se recupera paulatinamente con la llegada de Achaz, pero el remedio crea otra enfermedad: los celos, el desamor. El barón ha de refugiarse en su hija, la callada Isa, que transita como una sombra durante todo el relato, una presencia en segundo plano, pero siempre aguardando el retorno de esos bellos días que habían vivido, cuando a pesar del aburrimiento, gozaban todos de una cierta serenidad y una aparente felicidad.
Reseña publicada en: http://www.elplacerdelalectura.com/2011/06/los-ninos-de-los-bellos-dias-eduard-von.html