Recientemente ha fallecido Harper Lee, y este es su último libro publicado.
VE Y PON UN
CENTINELA
HARPER LEE
Harper Collins,
2015
Gran revuelo ha causado en los ambientes literarios la publicación de un inédito manuscrito de la autora
de la emblemática novela “Matar un ruiseñor”, obra de culto junto a la película
homónima (1962) de Robert Mulligan, cuyo personaje central, Atticus Finch,
honrado y democrático abogado defensor de los negros parece haber entrado en
conflicto con la versión que aparece en la nueva novela de la recientemente fallecida Harper Lee. Los
medios han recogido reacciones muy diversas, pero la más generalizada se
indigna porque le parece que en esta novela se mancha el recuerdo de ese personaje
de ficción llamado Atticus, derribando un mito. Veremos si esto es así.
LA AUTORA
Nelle
Harper Lee (Monroeville, Alabama, 28 de abril, 1926-19 de febrero, 2016) hasta hace unos días vivía en una residencia de ancianos en
su pueblo natal. Tras haber publicado a los 33 años su -hasta ahora- única
novela, la escritora de Alabama en esos años posteriores se ha mantenido desde
1964 en el más absoluto anonimato, y salvo algunos artículos, textos cortos y
proyectos de obras nunca finalizados, no había publicado nada más. Vivió una infancia
y adolescencia con muchas dificultades de integración social y sexual, volcándose
en la literatura como una vía de escape. Al acabar sus estudios se estableció
en Nueva York mientras su hermana Alice, con la que siempre tuvo una estrecha
relación, permanecía en Monroeville. Trabajó para una compañía aeronáutica
mientras intentaba salir adelante como escritora, relacionándose con Truman Capote
con el que colaboró intensamente en la preparación de su novela A sangre fría. Buscó editor para un
manuscrito sobre una pequeña ciudad de Alabama, que finalmente sería publicado
por J.B. Lippincott Co. Con el título de Matar
un ruiseñor(1960), consiguiendo un éxito apoteósico y la concesión del
Premio Pulitzer en 1961. Sin embargo, Harper Lee evitó durante toda su vida
publicitar su éxito literario y trató siempre de pasar desapercibida, dedicando
su actividad a causas humanitarias y filantrópicas. La escritora dividió su
tiempo entre Nueva York y Monroeville, junto a Alice, hermana y confidente, que
como abogada se hizo cargo de sus asuntos legales y financieros. En 2007 su
salud se resquebrajó duramente por un accidente vascular que le produjo graves pérdidas
de oído, vista, movilidad y memoria, tras lo que se instaló en la residencia geriátrica
donde ha vivido sus últimos años.
EL MANUSCRITO
¡Levantaos, capitanes, engrasad los escudos!,
6 Porque así me ha dicho el Señor: «Ve y pon un centinela, que informe de todo
lo que vea.
7 Cuando vea carros de combate tirados por caballos, o
gente montada en asnos o en camellos, que preste atención, mucha atención.»
Isaías,
21:6-7 (Profecía contra Babilonia)
El manuscrito de Ve y pon un centinela fue escrito a mediados de los años cincuenta,
antes de redactar Matar un ruiseñor. Lee
lo llevó a su agente en 1957 para que lo presentase a las editoriales, siendo
comprado por J.B. Lippincott Company, (editorial refundida en 1978 con
Harper&Row y posteriormente convertida en Harper Collins) y se ocupó de él la
editora Tay Hohoff, la cual, pese a estar impresionada por la lectura,
consideró que no era viable su publicación tal y como estaba escrito. Según
manifestó, “se trataba de una colección de anécdotas más que una novela propiamente” y durante los dos años
siguientes tuvo a Lee reescribiendo borradores
hasta adquirir su forma final en Matar
un ruiseñor, y Lee adoptó el
seudónimo de Harper.
El texto que ahora publica Harper Collins bien
pudo ser uno de los borradores, y se ha mantenido oculto muchos años, con la
segura aquiescencia de la escritora cuando se encontraba en plenas facultades, hasta
que fue encontrado en una caja de seguridad por Tonja Carter, la abogada de
Lee, en el otoño de 2014. Algunos vecinos de Monroeville han sugerido a la
revista Newsweek que la abogada
Carter estaba manipulando a una cliente de memoria frágil, sorda y casi ciega,
para firmar un contrato apenas unas semanas después de la muerte de su hermana.
The Atlantic Monthly Review publicó ya
en 2010 declaraciones de Alice sobre su hermana: “Nelle no recuerda de un
minuto a otro lo que ha dicho ni a quién”. En 2011, una carta de Alice a una
amiga y vecina, Marja Mills, afirma que su hermana “sin poder oír, ni apenas
ver, firmaría cualquier cosa que le propusiera alguien de confianza”.
También hay una cierta confusión en cuanto
a las noticias de su hallazgo: en febrero de 2015 Harpers Collins aseguró que
publicaría el manuscrito, aunque Jonathan Burnham anunció que su compañía
“nunca había hablado directamente con la señora Lee sobre el libro, sino a
través de su abogada Carter y su nuevo agente, Andrew Nurnberg”. Más tarde el Times publicó que Justin Caldwell, experto
en libros antiguos de la casa de subastas Sotheby’s, había viajado a Alabama
para reunirse con la abogada Carter y Samuel Pinkus (entonces agente literario
de Lee) para valorar un manuscrito. Tanto Pinkus como Caldwell afirman que
Carter estaba presente cuando apareció el manuscrito de esta nueva novela…
Sin embargo, los hechos son que tres meses
después de fallecer Alice en noviembre de 2014 el nombre de Harper Lee saltó a
los medios con su nueva/vieja novela.
Es altamente sorprendente que la autora haya dado su autorización para la
publicación de un libro que durante tantos años se ha negado a publicar: ¿Por
qué precisamente ahora, por qué no hace veinte o treinta años, cuando se
encontraba lúcida y activa?
Estas circunstancias, si bien no afectan a
la novela en sí, dejan una sensación de cierta manipulación respecto a su
publicación precisamente ahora.
EL CONTEXTO
Hay que situar ambas novelas en el momento
en el que fueron escritas, tanto si lo fueron en momentos sucesivos como si
hubieran formado parte de un solo texto, posteriormente escindido. Eran los años del movimiento anti-segregación
iniciado en 1955 con el boicot a autobuses promovido por la activista Rosa
Parks, miembro de la NAACP (National Association for the Advancement of Colored
People), que por aquellos años era ilegal en Alabama. En 1957 tuvo lugar el
incidente en Little Rock (Arkansas) cuando nueve niños negros se matricularon
en un colegio para blancos. La Guardia Nacional del Estado, (gobernado por el
partido demócrata) impedía a los niños entrar, pero finalmente fue reducida por el Ejército, enviado
directamente por Eisenhower (miembro del partido republicano) para resolver la
crisis y dejar entrar a los niños. Estos son sólo dos ejemplos del clima que se
respiraba en los EE.UU. por esos años, plagados de violencias por una y otra
parte, que tuvo su culminación con el asesinato de Martin Luther King en 1968. Hay
que conocer la historia de aquellos años en Norteamérica para comprender mejor
textos como éstos.
LA NOVELA: PARALELISMO AUTOBIOGRÁFICO
Ambas novelas tienen rasgos fuertemente autobiográficos:
Finch era el apellido de soltera de la madre de Nelle, (Frances Cunningham
Finch) la cual padecía una enfermedad mental, por lo que no participó en la
educación de sus hijos, y en la novela, la madre muere joven de un ataque
coronario y no aparece como personaje. Quizás vestigios de esa madre enferma
mental podrían verse en el personaje de Bo Bradley, en Matar un ruiseñor. Y el apellido Cunningham aparece y es motivo de
un capítulo en Ve y pon un centinela.
Monroeville es fácilmente reconocible en
el imaginario condado de Maycomb que conforma el marco de las dos novelas. Y
probablemente muchos de los rasgos de Atticus los extrajo de su propio padre, Amasa
Coleman Lee (periodista, abogado y miembro de la legislatura de Alabama de 1926 a 1938). Antes
de tener su título de abogado, A.C. Lee defendió en una ocasión a dos hombres de
color acusados de asesinar a un tendero blanco: los acusados fueron considerados
culpables y colgados. En el caso de la novela, Tom Robinson es condenado y
muere al intentar escapar de la penitenciaría.
El personaje de Dill, el niño que viene a
pasar una temporada en Maycomb, está claramente inspirado (y es público) en Truman
Streckfus Persons, más tarde Truman Capote, que a los 4 años fue enviado a
Monroeville a vivir con unos parientes, cerca de la casa de la familia Lee.
Ambos fueron compañeros de juegos infantiles y después amigos literarios.
Nelle, como Scout, creció como un chico, asilvestrada. Era la cuarta de cuatro
hijos, (Alice, Louise y Edwin, fallecido a los 32 años). En la novela sólo
tiene un hermano, Jem, que la autora hace morir joven (como de hecho murió su
hermano real) de un ataque coronario. También como Scout, fue escolarizada en Montgomery en un colegio femenino, donde
se mantenía al margen del resto de las chicas, descuidando su aspecto y
concentrándose en la literatura. Todo esto se repite tal cual en la novela. Scout carece de un patrón femenino
materno y se educa de modo masculino. El choque se produce con el cambio físico
de la pubertad, cuando se da cuenta de que lo asuma o no, es físicamente una
mujer. Asimismo, la autora, como la protagonista, al acabar sus estudios
universitarios se estableció en Nueva York con 23 años, regresando
periódicamente a Maycomb/Monroeville. La vida en Nueva York le da otras
perspectivas y la mirada que dirige a los suyos es más crítica y feroz.
LA NOVELA: PERSONAJES Y TRAMA
La novela, que inevitablemente abordamos
tras haber leído Matar un ruiseñor (y
sobre todo, haber visto la película, cuyo guión escribió Horton Foote y la
autora visitó repetidas veces el rodaje y dio el visto bueno al film) supone que han pasado veinte años
aproximadamente, e implica un cambio de punto de vista radical.
Sin embargo, en Ve y pon un centinela, no es el personaje de Atticus Finch el que da
un giro, como se ha dicho en la mayoría de las reseñas y críticas mediáticas. No
se convierte de “héroe defensor de los negros” en “maldito segregacionista”. Así
describe a Atticus en la novela:
“El secreto de Atticus Finch para vivir era tan sencillo que
resultaba por ello profundamente complejo: mientras que la mayoría de los
hombres intentaba estar a la altura de los códigos de conducta de su elección,
Atticus aplicaba el suyo al pie de la letra sin darse aires, sin aspavientos ni
angustia vital alguna. Tenía el mismo carácter en público que en privado. Su
código de conducta era la ética sin complicaciones del Nuevo Testamento, y su
recompensa el respeto y el cariño de todos cuantos lo conocían. Incluso sus
enemigos lo querían, porque Atticus jamás se daba por enterado de que eran sus
enemigos.”
En mi opinión, Atticus es el mismo, con los
naturales cambios de veinte años más maduro. Un abogado que respeta la ley y
que, aunque trate a todos con cortesía y educación, intentando llevarse bien
con todo el mundo, sin embargo no es partidario de las propuestas políticas anti
segregación de la NAACP. Y tiene sus razones, desde luego. En las
conversaciones desarrolladas en la novela explica su postura claramente: se
considera un “demócrata jeffersoniano”; en Alabama, donde la población negra es
mayoritaria, pero en un estado tal de pobreza, analfabetismo y laxitud,
utilizar el rasero del igualitarismo supondría un caos. Otras medidas previas
se imponen.
Por el contrario, es el personaje de Jean
Louise Finch, Scout, la que pasa de una visión infantil en la que percibe
el mundo sin distinguir realidad de ficción, idealizando al padre como un
héroe, supliendo la ausencia de madre con Calpurnia, una sirvienta negra, etc.
Los niños Finch -que su padre mantiene en un estado asilvestrado y de libertad no
habitual- viven en un mundo irreal, que no sabe de las diferencias sociales ni
raciales vigentes en su entorno.
La Jean Louise cuya mirada encontramos en
esta narración, veinte años después, está
viviendo en Nueva York y lejos de su Maycomb natal, que solo visita una vez cada año. Y es en esta
ocasión en la que se entera de algunos hechos en relación con su padre que la
perturban profundamente, hechos que analiza desde su nueva perspectiva
neoyorquina y supuestamente adulta.
La novela oscila con pinceladas que
muestran la vida en Maycomb, un pueblito con todos los elementos de los
pequeños pueblos, que son similares en todas partes, y los peculiares de
Alabama, con los cambios que se han ido produciendo desde que la protagonista
era una niña hasta el momento actual, situado en los años cincuenta; plagada de
recuerdos y anécdotas de la infancia; sobre todo, del paso a la adolescencia,
destacando la confrontación con los hechos y los personajes que la rodean en la
actualidad.
La tía Alexandra, separada de su marido, sigue
viviendo con Atticus para ayudarle; el tío John Hale Finch, Jack, un médico soltero, erudito en
literatura que aparece en Matar un ruiseñor, y se va del pueblo, ahora regresa
y su papel es más importante; y finalmente, el amigo de la adolescencia y medio
novio Henry Clinton, Hank, con quien Scout mantiene una relación más amistosa
y fraternal que amorosa, entre otras
cosas porque Jean Louise no tiene muy definido su rol sexual.
“Jean Louise nunca había tenido plena conciencia de ser una
chica. Su vida había estado repleta de acción intrépida y porrazos: luchar,
jugar al fútbol, escalar, mantenerse al ritmo de Jem y superar a cualquiera de
su edad en cualquier competición que requiriera destreza física. Cuando se
calmó lo suficiente para prestar atención, pensó que le habían gastado una
broma pesada: de pronto debía ingresar en el mundo de la feminidad, un mundo
que despreciaba, que no podía comprender y del que no podía defenderse, un
mundo que la rechazaba.”
La sociedad que acogió a la pequeña y
ahora joven Jean Louise era y sigue siendo una sociedad clasista, donde no sólo
se marcan fuertes diferencias entre razas, sino entre clases sociales. La tía
Alexandra considera a Hank y su familia como “gentuza”, por no ir más lejos. Con una población negra mayoritaria,
analfabeta y en un estado económico lastimoso, que comienza a ser jaleada por
los grupos políticos, la población blanca que detenta el poder tiembla y se defiende
creando en 1955 la tercera versión del Klan.
Y Atticus, puesto que sigue ejerciendo como abogado, con la asistencia
de Hank, está inmerso a todas estas situaciones. Este panorama es lo que encuentra
la protagonista, y se sorprende de ello, cuando en realidad nada ha cambiado
radicalmente, salvo que ahora el tema es más candente y las posiciones se han
radicalizado, la violencia aumenta y las miradas se cargan de odio y de temor.
La vieja Calpurnia ya no la reconoce como la pequeña Scout, sino como una odiosa mujer blanca.
«¿Por qué he perdido en dos días todo lo que amaba en este
mundo? ¿Jem también me daría la espalda? Calpurnia nos quería, juro que nos
quería. Estaba ahí sentada, delante de mí, y no me veía, veía a una blanca.
Ella me crió, y no le importa. No siempre fue así, juraría que no. Las personas
solían fiarse unas de otras por alguna razón, he olvidado el porqué. Entonces
no se vigilaban como halcones. Hace diez años no me habrían mirado así al subir
esos escalones. Ella nunca se ponía tan estirada con nosotros…»
Esto es lo que muestra la novela,
alternando los recuerdos con una mirada más atenta a su alrededor, una mirada
indignada. La reacción de Jean Louise es aún adolescente, poco adulta; le humilla
que su padre, su familia y su amigo Hank se vean inmersos en esa sociedad -que
es la suya también- y su primer impulso es el rechazo y la huida. Prefiere el
mundo irreal neoyorquino, donde todos son muy progresistas y revolucionarios. El
padre, sin embargo, le dice: “Te quiero, haz lo que gustes” le dice. En el
siguiente diálogo, Atticus aclara su posición a su hija:
“—Jean Louise —dijo—, déjame decirte algo con la mayor
claridad de que soy capaz. Estoy anticuado, pero lo creo con todo mi corazón.
Soy una especie de demócrata jeffersoniano. ¿Sabes lo que es eso?
—Hum, creía que habías votado a Eisenhower. Pensaba que
Jefferson era uno de los grandes pilares del partido demócrata o algo así.
—Regresa a la escuela —le dijo su padre—. Para lo único que
le sirve Jefferson al Partido Demócrata hoy en día es para poner su retrato en
los banquetes. Jefferson creía que la plena ciudadanía era un privilegio que
tenía que ganarse cada cual, que no era algo que pudiera concederse a la
ligera, ni tomarse a la ligera. A su modo de ver, un hombre no podía votar por
el simple hecho de ser un hombre. Tenía que ser, además, un hombre responsable.
El voto era, para Jefferson, un privilegio precioso que uno se ganaba en una…
una economía basada en el «vive y deja vivir».”
La tía Alexandra intenta sin éxito
integrarla en la comunidad, consiguiendo una reacción muy adversa. Tanto las
ideas políticas de la clase social a la que pertenecen, como el mundillo
femenino al que debería integrarse, a Jean Louise le producen un rechazo. Hank,
por su parte, apenas está esbozado: es un joven simple y trabajador, que lo
único que quiere es continuar subiendo socialmente a la sombra de Atticus, de
quien es asistente legal, y todo lo demás le parece soportable, aquel es su
pueblo y desea vivir allí, con Jean Louise.
En esta ocasión el tío Jack, que vive voluntariamente
aislado en sus recuerdos y sus libros, pero se entera de todo, es la figura que
se impone saliendo de su caparazón por
un rato y despertando a su sobrina del sueño y la ficción en la que vive,
haciéndola poner los pies en tierra, su tierra. Y lo hace como haría un buen
médico ante una paciente con un ataque de histeria, aunque ahora lo juzgarían
como políticamente incorrecto.
LA NOVELA: ESTILO
El texto parece difícil de entender sin
haber leído antes Matar un ruiseñor:
narrada en primera persona por una Jean
Louise Finch de seis años, en esa novela Scout ofrece su visión de Maycomb, durante la Gran Depresión. Los
juegos infantiles con su hermano Jem y un amiguito, Dill, se ven impactados por
un hecho dramático: un joven negro, Tom Robinson, es acusado de violar a una
joven blanca y Atticus, el padre de Scout,
asume su defensa legal. La reacción de
los segregacionistas liderados por el padre de la joven supuestamente violada
es inmediata y los niños van a verse afectados por el proceso. Atticus aparecerá ante los ojos de la pequeña
Scout como un héroe legendario,
aunque la realidad, previsible, es letal para el joven Tom Robinson, que es
declarado culpable y muere en una penitenciaría.
Narrada esta vez en tercera persona, Ve y pon un centinela sigue adoptando el
punto de vista de Jean Louise, ahora con 26 años, pero con un cierto
distanciamiento. Como novela independiente, resulta poco creíble porque falta por
un lado información, y por otro se mezclan los episodios de la infancia con los
de la adolescencia y la actualidad. La indignación de Jean Louise ante el
redescubrimiento de su padre del que apenas sabe nada no se entiende bien. Resulta
más interesante el proceso de su complicada adolescencia e ingreso en el mundo
femenino, aunque de los años posteriores en Nueva York no aporta apenas
información; también es algo inverosímil que lleve años visitando a su familia
y no se haya dado cuenta de nada hasta este momento….Y lo que cuenta del pasado,
a modo de flash back, es un breve resumen
repetitivo de algunos momentos de Matar
un Ruiseñor. Es más, una parte importante de los textos referentes a la
etapa infantil y a las descripciones de
Maycomb y de la familia Finch incluso llegan a repetirse casi con las mismas frases
que en Matar un ruiseñor, y esto es
un hecho comprobado, si se comparan párrafo a párrafo ambas novelas. Esto lleva
a pensar con una base más sólida que lo que se nos ha presentado como novela no
es sino los restos de un viejo borrador. Probablemente los restos desechados
por la editora y que de algún modo no se decidieron a eliminar.
El texto discurre a tramos como un lento
río, donde dominan los recuerdos y flash
back, descripciones del paisaje y de la vida idílica y tranquila; sin
embargo, en otros las declaraciones de principios son verdaderos discursos
políticos, creando torbellinos, explosivas torrenteras. No se perciben bien ensambladas las dos
temáticas: la infancia y adolescencia en el pueblo, los problemas de identidad
de Jean Louise,…y las opiniones políticas confrontadas, al tiempo que se
destruye la idea del padre/héroe y se
muestra la posición inmadura de la joven.
Como novela, no mejora Matar un ruiseñor, aunque no carece de
ciertas virtudes memorables, justamente aquellas en las que recrea el viejo
Maycomb. Sin embargo la domina la necesidad del mensaje directo, lo que suele
estropear el efecto literario, al margen de que se esté o no de acuerdo con las
ideas que se expresan en la historia.
Fuensanta Niñirola