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AUTOBIOGRAFÍA SIN VIDA
Félix de Azúa, (Barcelona, 1944) escritor barcelonés en lengua castellana, estudió en varias ciudades españolas y se doctoró en Filosofía; entre sus publicaciones hay novela, ensayo, y poesía. Muy interesado por el tema de la estética, el arte y todo el mundo que le sirve de contexto, publicó un muy sugerente Diccionario de las Artes en 1995. En 1987 recibió el premio Anagrama de novela.
No estoy muy segura de que Azúa haya tenido suerte al elegir los títulos de algunas de sus obras. En general, suelen parecer estudiados para despistar al lector, que, si no es un habitual, indefectiblemente cae en la trampa. Este que reseñamos hoy es uno de ellos. Podría haberse llamado Biografía del Arte o Biografía del Impulso Estético o qué sé yo. O simplemente Vidas sin Biografía, el Arte o la Vida: el mundo al revés. Lo que es cierto es que el libro no nos cuenta su vida, desde luego. Pero sí nos habla de arte. O más bien, de la evolución del impulso artístico y literario; sus resultados a través de los siglos, pero con una mirada muy personal, muy subjetiva: absolutamente subjetiva, diría más bien. Porque el arte y la literatura siempre han estado ligados a su vida. Quizás ése sea el nexo que une sus reflexiones con sus propias vivencias.
Es un ensayo breve pero muy enjundioso, en general como su prosa ensayística, muy poético, pero a la vez con una fuerte carga de ironía, que se regodea en la manera de exponer sus ideas. Azúa se maneja muy bien con la ironía, a veces tremendamente agresiva, demoledora. Pero la verdad es que comparto muchas de esas corrosivas exposiciones sobre la manera de expresarse por medio del arte: con la imagen o con las palabras. La primera parte del ensayo trata de mostrarnos su reflexión sobre lo que llamamos arte, artes plásticas. Y la segunda nos hace compartir sus reflexiones sobre la literatura, la palabra hablada –el comienzo de todo- y la palabra escrita, la novela y la poesía.
Azúa va saltando de la prehistoria a Grecia, al medioevo, al Renacimiento, a la Holanda rembrandtiana, al París revolucionario y Marat asesinado, la moda del primitivismo picassiano y la vuelta del revés de los espirituales cuadros de de Kandinsky.... y brincando llega a la Documenta 5 de Kassel del 72 donde el caos se institucionaliza. Rothko muere en un charco de sangre como su famoso Rojo Lithol que se autodestruye, como los casettes de Misión Imposible. Cronos devora a sus hijos, y no deberíamos extrañarnos de ello. El arte se ha devorado a sí mismo desde que los adosados necesitaron cubrir las paredes con cuadros. El arte conceptual se disfrazó de Wittgenstein para enterrar al Arte –nos dice- Así se abrieron las artes de estos últimos treinta años a la trivialidad, las repeticiones, plagios, revisitaciones, manierismos, revivals, remakes, pies de página de aquello que habíamos vivido en Kassel.(pág. 127) En cuanto a la literatura, nos dice Azúa: es una abstracción que trata de controlar y dominar el miedo que producen las palabras vivientes, las que nunca serán nuestras, eso que no es el lenguaje, tal y como se lo describe de Saussure en adelante. (...) Durante el momento poético no decimos palabras sino que las palabras nos dicen.(pág.143).
El arte exterioriza nuestros demonios, nos viene a decir Azúa. Desde los bisontes y caballos prehistóricos dibujados con carbón por un antepasado nuestro, hasta las matanzas en el Madrid de 1808 grabadas por un horrorizado Goya. Su participación personal en la emoción estética es lo más autobiográfico de este texto, algunos flashes impresionistas con los que ilustra lo que trata de exponer en su bien hilvanada biografía-del-arte.