18/6/14

LOS LEÑANZA EN EL MEDITERRANEO

EL VAPOR BLASCO DE GARAY
LUIS DELGADO BAÑON
Ed. Noray, 2014




Una vez más, continúa la historia de los Leñanza, aparejada a la historia de la Real Armada. En este caso alcanza ya al volumen número 25, número importante en la Saga Marinera Española. La cuarta generación ocupa el lugar central, si bien el tercer Leñanza haga aún algunas apariciones y sepamos del quinto, ya figurando como guardiamarina y embarcado.
Si en el anterior volumen se trataba del primer barco a vapor en funciones, (el Isabel II), en el presente volumen han pasado seis años; se han perfeccionado y ampliado los vapores, nuestro Francisco Leñanza navega por el Mediterráneo, primero por las costas catalanas y posteriormente por las italianas, con una breve incursión en Inglaterra.
La primera Guerra Carlista finaliza con el llamado Abrazo de Vergara (1839) entre el general isabelino Espartero y trece representantes del general carlista Maroto. Francisco de Leñanza nos cuenta, por conversaciones con miembros de la Armada o con su propio padre, Santiago, cómo han ido evolucionando las cosas, cómo ha progresado la construcción naval de vapores y los subsiguientes problemas en cuanto a las tripulaciones, sobre todo aquellos especializados en el uso y mantenimiento de las calderas y todos los aditamentos que componían los buques a vapor y la nueva artillería empleada en tales buques: maquinistas y técnicos, sobre todo.  Hacía falta una normativa legal, unos protocolos y una asimilación de ingenieros, maquinistas, fogoneros, caldereros, etc.  al personal naval con sueldos, cargos, niveles. Y para todo ello es requerido Francisco en el Ministerio, ocupación que le hace desplazarse por los distintos arsenales y dedicar muchas horas a una tarea que luego se demostrará inútil, porque tal reglamentación no entró en vigor. Y no entrará hasta avanzado el siglo XX, por increíble que parezca.
Mientras tanto, los Leñanza reciben una información conflictiva doméstica , ya que un miembro de la familia se ha pasado claramente al bando de los carlistas, con el consiguiente exilio, separación y enfrentamiento entre ambos, además de la tristeza que tamaña situación  origina en todos los miembros de la familia.
 
La novela comienza con un capítulo de acción guerrera fluvial, en lo que se ha llamado la segunda guerra carlista. Luego se retrotrae al pasado para poner al día al lector, volviendo después a la acción guerrera, en la que se viven momentos tensos.
Tras una etapa en dique seco, Francisco consigue embarcarse  esta vez en el vapor de ruedas Blasco de Garay, que, después de casi circunnavegar la Península,  recibe la orden de presentarse en Italia para la defensa del Papa Pío IX en su lucha contra las tropas de Garibaldi que le hicieron refugiarse en Gaeta. La real Armada habrá de transportar tropas del Ejército, que se desplegarán por los alrededores de Roma, poniendo en fuga a los garibaldinos, que ya antes habían sido derrotados por las tropas francesas, aliadas de las españolas, y el Papa podrá volver al Vaticano, a degustar sus dulces favoritos, los que posteriormente se llamarían piononos.
Regresado a España en dos ocasiones, tras recibir graves noticias, Francisco finalmente viajará a Francia, donde le requieren obligaciones familiares que le depararán sorpresas, y continuarán sorprendiendo al lector en una parte final con un fuerte y dramático ritmo.
En suma, un volumen en el que quizá haya un cierto desequilibrio entre la parte más informativa histórica y la parte de ficción, por la abundancia de datos con que nos hemos de enfrentar en la primera sección del libro. En la segunda, de más acción naval y novelesca, el lector disfrutará de cierta acción y emociones diversas. La edición incluye varios mapas.


Ariodante


15/6/14

VIAJANDO AL LADO SALVAJE

BUTCHER’S CROSSING


JOHN WILLIAMS

Trad.: Luis Murillo Fort
Lumen, 2013


Texto impregnado del espíritu de R.W. Emerson y de D.H. Thoreau, cuyas ideas se enseñorean sobre todo él. En estas palabras, que el autor cita en un texto más largo, al comienzo de la novela, extraídas de su libro Naturaleza, Emerson verbaliza su idea del hombre como ser preeminentemente natural, idea que irá emergiendo a lo largo de esta novela: “Descubrimos aquí que la naturaleza es la circunstancia que empequeñece cualquier otra circunstancia y que juzga, como un dios, a cuantos hombres acuden a ella.”

Hacia 1870, la guerra civil ha acabado, pero los Estados Unidos están en proceso de formación, aún quedan territorios vírgenes al lejano Oeste y el joven universitario bostoniano Will Andrews, recién graduado en Harvard, toma una decisión que cambiará su vida radicalmente: abandonar el civilizado mundo que conoce, y viajar al más lejano Oeste buscando vivir en intensa unión con la Naturaleza, en los lugares más silvestres posibles. Will se dirige a un pequeño pueblo perdido de Kansas llamado Butcher’s Crossing, en el que su padre le ha recomendado a una persona que puede orientarle, un tal McDonald. Este le ofrece trabajar en su oficina de compraventa de pieles, pero Will no quiere encerrarse entre cuatro paredes,  busca el contacto con la naturaleza, así que es dirigido a su vez a un maduro cazador de bisontes, Miller.

Miller y Andrews, acompañados de otros dos hombres, Charley Hoge y Fred Schneider emprenden un aventurado viaje que los llevará a un valle paradisíaco y deshabitado, donde los bisontes abundan a millares. Uno tras otro van siendo cazados por Miller, en una euforia sangrienta, pero el panorama cambia repentinamente y las cosas se complican. “Por un momento, mientras se adentraban en el bosque, Andrews tuvo la sensación de estar hundiéndose, como si una blandura sin márgenes ni señales de ninguna clase lo estuviera absorbiendo desde abajo. El sonido de los caballos al respirar, el de los cascos sobre el borrajo, e incluso las pocas palabras que intercambiaban los jinetes, quedaba amortiguado por la quietud de la foresta, todo sonaba distante y calmo, parejo y uniforme, ya fuera el resoplar del caballo o la voz de uno de los hombres; parecía que aquellos sonidos amortiguados procedieran no del grupo en movimiento, sino del bosque, como si en su interior hubiera un corazón gigante empeñado en hacerse oír.”




La narración está contada en tercera persona, si bien el punto de vista elegido es el del joven Andrews, y es a través de él que miramos el paisaje y el paisanaje que le rodea. No sabemos qué motivo le produjo ese ansia por fundirse con la Naturaleza, pero lo cierto es que el único que consigue su objetivo es él.  Porque aunque la aventura de los bisontes no termina tal y como ellos esperaban, la aventura vital de Andrews de hecho, solo acaba de empezar.  Viaje iniciático, no solo hacia la naturaleza sino a la vida, el de Andrews le transforma de joven apocado, débil y tierno, en un hombre curtido, que ha aprendido a sobrevivir en las condiciones más duras, ha soportado hambre y sed, frío y calor intensos, luchado con condiciones muy adversas, y convivido con tres hombres duros, solitarios e independientes. Algo de ellos se contagia a todo su ser, haciéndole un solitario como ellos, reforzando su individualidad y dándole la fuerza y el valor para seguir adelante en la vida que ha elegido, finalmente: la vida natural, la integración en la naturaleza como un ser natural más, viviendo las sensaciones de cada momento y las emociones que la propia vida silvestre y salvaje le van a producir.

El grupo se va sumergiendo en una creciente sensación de soledad, no solo del paisaje sino entre ellos mismos, que se aíslan cada vez más, hasta llegar un momento en que el equipo se diluye en cuatro individuos cuyos actos y movimientos se independizan del resto, ignorando la compañía. Los intereses de cada uno, que en el inicio del viaje eran compartidos, ahora divergen. Miller está dominado por la pasión enfermiza de la caza, Hoge se encierra en su mundo interior de miedos religiosos, Schneider está obsesionado con regresar a la civilización; y finalmente, es Andrews, el más joven, el único que vive toda esta aventura intensamente y una vez superado el miedo inicial, asume su condición y llega a disfrutar asimilándose a lo que le rodea; en suma, consigue lo que buscaba.

Williams, en una parte de la narración, cita un texto de Emerson: “De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se diluye. Me convierto en un globo ocular transparente; nada soy: veo todo. En el paisaje tranquilo y, especialmente, en la lejana línea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza.” Y sigue el texto de Williams, mostrando lo que siente su personaje: “Entre los árboles y al fondo del ondulado paisaje, había atisbado el lejano horizonte de poniente; y allí, durante una fracción de segundo, contempló algo tan bello como su propia y desconocida naturaleza.” El Andrews que retorna a Butcher’s Crossing, mira la vida de un modo muy distinto al joven que partió. Como ya le advirtió Francine, la prostituta del pueblo, “volvería distinto”. Y la misma relación iniciada y frustrada con la chica, cambia radicalmente al volver. Su comportamiento anterior era casi el de un adolescente, y  al año siguiente ya es un hombre. También el pueblo ha cambiado completamente, y no solo el pueblo. Las cosas en general ya no son como antes. Los viejos proyectos ya no funcionan y hay que adoptar nuevas estrategias.
Pero Andrews ya sabe lo que quiere y elige su camino.
Lectura apasionada y apasionante, de ritmo in crescendo y descripciones escuetas pero que nos transportan a ese entorno salvaje que imaginamos con facilidad.

John Williams (1922-1994) nació y se educó en Texas. Dejó los estudios cuando era muy joven y se alistó en el ejército del aire. De vuelta a casa, se matriculó y graduó en la Universidad de Denver, para trabajar luego como profesor en esa misma institución hasta jubilarse en 1985. A lo largo de su vida, fue alternando el trabajo de profesor con la escritura: empezó con Butcher’s Crossing, luego publicó Stoner, y finalmente Augustus, por la que fue galardonado con el National Book Award. Suyos son también dos volúmenes de poesía. Si hay un eslabón perdido, y ahora finalmente encontrado para el público español, que une a Melville con Cormac McCarthy, ese es John Williams.



Ariodante



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