GILBERT K. CHESTERTON
PRE-TEXTOS, 2001
Nacido veinticuatro años después de
Stevenson, Chesterton aún era un veinteañero cuando Stevenson murió. Pudo
apreciar su éxito inicial pero también la reacción modernista contra él. En
este ensayo biográfico, publicado en 1927, el autor lucha por sacar a la luz a
un escritor injustamente desdeñado y olvidado. Para el escritor londinense, que
pensaba que la literatura (y no sólo ella)
había entrado en una época de pesimismo tras la guerra, Stevenson
representaba el optimismo, un optimismo insolente y opresivo. Un optimismo que
muchos no podían soportar. Ante la disyuntiva de elegir entre arte o vida,
Stevenson elegiría siempre la vida. “Porque contra la bandera negra del
pesimismo, su bandera era realmente un emblema moral.”
Stevenson fue una celebridad en vida y
años posteriores a su muerte, pero el advenimiento del modernismo en
literatura, tras la primera guerra mundial, le convirtió, a los ojos de sus
colegas y cierto público, en un escritor de segunda clase, para niños o
jóvenes. Virginia y Leonard Woolf fueron de unos sus principales detractores,
imponiendo sus modas y modos. Increíblemente Stevenson fue excluido del canon
literario de las escuelas hasta el punto de no ser siquiera mencionado en la
Antología de Literatura Inglesa de Oxford…¡hasta el año 2000!
Hasta la segunda mitad del siglo XX no se
produjo la revaluación de Stevenson como escritor de pleno derecho, ensayista y
crítico literario, testigo presencial de la historia colonial del Pacífico sur,
y humanista.
Lo primero que a Chesterton le llama la
atención de la vida de Stevenson es su movilidad: sus innumerables viajes y
cambios de casa: Menton, Edimburgo, Fontainebleau, las Highlands, Davos,
América (en este caso, por su casamiento), los Mares del Sur…Era un viajero
innato, pero no muy saludable: sus idas y venidas estaban motivadas en parte
por su carácter aventurero…y en parte, por ser un enfermo. Chesterton en el primer
capítulo ya resume brevemente la biografía de Stevenson, pero manifiesta que de
lo que quiere hablar es otra cosa.
Lo que el autor se propone en este ensayo
es “estudiar sus libros con ilustraciones de su vida” y, más adelante especifica:
“(…) la historia de su vida, pero no exactamente la historia de su biografía. ”
De ahí que haya continuas referencias a la obra stevensoniana y saltos a su
vida, descifrando los estados de ánimo y sus expectativas vitales a partir del
análisis de sus obras: “los vagabundeos de Balfour me parecen más
stevensonianos que los vagabundeos de Stevenson; el duelo de Jekyll y Hyde es
más ilustrador que la disputa de Stevenson y Henley; y la verdadera vida
privada se ha de buscar no en Samoa, sino en La Isla del Tesoro; porque
donde está el tesoro está también el corazón.” El muchacho protagonista de sus
novelas de aventuras no es sólo Jim Hawkins o David Balfour, sino el propio
Stevenson.
Recurrió
a su propia infancia, a su teatrillo de cartón, el Skelt: “Si los juguetes y las bagatelas pueden hacer feliz a la
gente, esta felicidad no es una bagatela, y ciertamente no puede ser un
engaño.” Chesterton define a Stevenson como un niño, un niño perdido; un niño
enfermo que se pasó la vida tratando de sanar, y que “no miraba en realidad
hacia adelante o hacia afuera, a cosas más grandes, sino hacia atrás y hacia
adentro, a un mundo de cosas más pequeñas, por la abertura del Skelt, que era todavía la verdadera
ventana del mundo.”
En cuanto al lenguaje literario, frente a
sus detractores, Chesterton defiende rotundamente al escritor escocés, al que
le atribuye un estilo inconfundible, propio, muy personal. Escoge siempre las
palabras exactas, las que dan la imagen de lo que quiere mostrar. Y esa es una
facultad que no todos los escritores poseen. Su obra es muy versátil, de
estilos o géneros muy diferentes, que evita mezclar. Salvo quizá, en los
vagabundeos del Señor de Ballantrae y
el Caballero Burke. Chesterton
analiza al detalle estas cuestiones, en el capítulo Experimento y Extensión. “El verdadero defecto de Stevenson como
escritor, (…) consiste en que simplificaba tanto que perdía algo de la
confortable complejidad de la vida real. Lo trataba todo con una economía de
detalle y una eliminación de superfluidades que acababa por darle un no sé qué
de rígido y poco natural.” E insiste, jocoso, Chesterton: “Es tan ahorrativo,
que sus personajes son casi delgados.” Y esta idea le retrotrae a su idea
inicial, la de que en el teatrillo de cartón, con sus figuras planas y simples,
es donde reside todo el mundo imaginario del niño que fue Stevenson.
En otro capítulo analiza el autor la idea
moral en Stevenson, y llega al concepto de felicidad, volviendo, ¡cómo no! a la
infancia, porque sólo un hombre puede ser feliz antes de llegar a hacerse
un hombre. Toda esta teoría sobre su
retorno a la infancia justifica el tratamiento tan esquivo del tema amoroso, al
amor–pasión; las mujeres apenas tienen protagonismo o lo tienen de modo
colateral, secundario, más como las relaciones infantiles de amistad o las
materno-filiales: “hay una diferencia entre la intensa emoción momentánea
provocada por el recuerdo de los amores de la juventud y el todavía, más
instantáneo, pero más perfecto goce del recuerdo de la infancia.” (..) “Muchos
han especulado acerca de qué es lo que buscan en realidad; pero lo que buscan
es siempre lo mismo; este niño perdido que son ellos mismos; perdido en los
profundos jardines al anochecer.” El retorno a la simplicidad de la infancia, a
la ingenuidad que hace tan felices esos años. Y no es que la infancia del
escritor escocés fuera especialmente feliz, debido a circunstancias familiares
y a su débil salud: pero supo arroparse de un mundo imaginario, un mundo que
solo la fértil imaginación de un niño es capaz de crear. Stevenson lo creó y le
duró toda su corta vida.
Robert Louis Balfour
Stevenson (Edimburgo,1850-Vailima, Samoa, 3 de diciembre de 1894) fue un novelista,
poeta y ensayista escocés. Su legado es una vasta obra que incluye crónicas de
viaje, novelas de aventuras e históricas, así como lírica y ensayos.
Gilbert Keith Chesterton (Londres,
1874-Beaconsfield, 1936), más conocido como G. K. Chesterton, fue un escritor y
periodista británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el
ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de
viajes.
Fuensanta Niñirola