Evelyn Waugh (Hampstead,1903-Somerset,1966) escritor y ensayista británico, licenciado en Historia por Oxford, publicó su primera novela, Decadencia y caída, en 1928 y a partir de ahí, su producción fue ampliándose, entre novelas y reportajes de viajes, culminando su fama con la novela Retorno a Brideshead, que fue llevada a la pequeña pantalla en los años ochenta. De origen social medio, Waugh nació en el seno de familia protestante y se convirtió al catolicismo en 1930; casado de segundas nupcias con Laura Herbert. Entre 1929 y 1939 realizó múltiples viajes por el Mediterráneo, África, Suramérica, Abisinia... tras los que produjo reportajes periodísticos como el que nos ocupa o se inspiró para algunas de sus novelas. Incorporado a filas en la II Guerra Mundial, es destinado a Yugoslavia en el 44; tras la guerra, visita Estados Unidos. Es un autor que ha diseccionado la sociedad británica, satirizando a la aristocracia, hacia la que siente una doble atracción/repulsión; su corrosiva crítica, de tendencia conservadora, añora los valores perdidos tras las guerras.
Noventa y dos días narra su viaje a la Guayana Británica, viaje que emprendió en diciembre de 1932 en principio, por propia voluntad: en mi caso,-nos dice Waugh- y en el de muchos mejores que yo, existe una fascinación por los territorios lejanos y bárbaros, y particularmente por esas zonas fronterizas en las que entran en conflicto culturas y niveles de desarrollo, donde las ideas, arrancadas de raíz de sus tradiciones, adoptan otras formas al ser trasplantadas. El autor recorre de norte a sur el territorio de la Guayana, hasta la frontera de Brasil, incluso se llega a internar en éste tratando de llegar, infructuosamente, hasta Manaos. En su recorrido, que nos reporta detalladamente, sin ahorrarnos sufrimientos, incomodidades y complicaciones de la más diversa índole, viaja en tren, a caballo, a pie, y en barco, generalmente acompañado de guías, o sirvientes y otras veces aprovechando el viaje de algún misionero o algún funcionario que se desplazaba en la misma dirección. La narración se limita a contarnos su viaje, y apenas si encontramos alguna que otra reflexión ajena al contexto. En sus propias palabras, fue una experiencia dura y en algunos momentos estéril. Pero sin embargo mereció la pena, y, aunque su motivación no fue la de buscar material para sus novelas, sí que utilizó parte de esta experiencia en su quehacer literario.
El autor nos describe el panorama que se encuentra al llegar a Georgetown, capital de la Guayana. País de múltiples geografías y climas, ya que tiene zonas selváticas, montañosas, llanos casi desérticos, y de una diversidad racial enorme, no sólo entre los pocos blancos y los indígenas indios (de mil y una tribus diferentes y enfrentadas entre sí), sino entre los negros y los mestizos, proporcionando una especie de patchwork social en el que resultaba muy difícil introducirse y hacerse comprender. Con apenas 30 años, Waugh no parece muy consciente de lo que busca en el país; de hecho comienza el viaje un poco al buen tun-tún, y en algunos momentos ha de variar sus proyectados recorridos vistas las enormes dificultades para realizarlos. La Guayana Británica, entre Venezuela y Brasil, tiene parte de la vertiente amazónica y otra caibeña, con su flora y fauna, y sus tribus indígenas peculiares.
Waugh se ve en situaciones de verdadero apuro e incomodidad, que gracias a su juventud y buena salud, además de la ayuda que le prestan unos y otros, consigue superar, pero nos transmite su desaliento ante tanta dificultad, como puede ser el medio de transporte, que le llevaba a realizar jornadas exhaustivas y agotadoras; el alimento, que encontraba deleznable en la mayoría de los casos, y pobrísimo; la compañía humana, en general bastante deplorable y con grandes dificultades de comunicación.
Pero los escenarios son impresionantes: la selva tiene su vida propia, así como la sabana y las montañas. Los inmensos ríos, con sus cascadas y sus remansos, y sus aguas peligrosas y bellas, donde se proveen de alimento pero pueden ser a su vez alimento de otros depredadores. Las poblaciones, en general, son miserables y las condiciones de vida también. Las misiones jesuíticas, o lo que Waugh puede ver de ellas, le impresionan profundamente, por el valor humano de los padres encargados de su mantenimiento. De hecho, pasa cierto tiempo conviviendo con ellos, en la misión fronteriza de San Ignacio, y luego en un convento benedictino en Boa Vista, (Brasil), a la espera de un barco que no llega nunca para ir a Manaos. La ciudad de Boa Vista, que creía floreciente, está en plena decadencia y finalmente decide regresar, esta vez por un camino distinto. Las continuas luchas con las monturas, con sus guías, con los indios, son un eterno tira y afloja para conseguir avanzar y hacerse entender por personas en un grado ínfimo de civilización o incluso rozando la marginalidad y la delincuencia.
La otra lucha terrible la mantiene con los insectos: las plagas de moscas, mosquitos, garrapatas, pulgas, roedores, vampiros, serpientes, y demás pobladores de la zona, son como para acabar con la paciencia de un santo, y el autor las sobrelleva con bastante entereza, aunque hay momentos en los que se siente morir.
Nos habla del carácter impasible y a la vez pusilánime de los indios, que viven en una estrecha y primitiva unión con la naturaleza; la población negra, que representa una opción algo más avanzada, en cuanto a trabajo y mano de obra, pero también peligrosa por sus veleidades algo piratas; la población mestiza, que ha conocido la civilización occidental pero se ha de readaptar al tipo de vida de aquellas latitudes. De toda esta mezcla va extrayendo tipos humanos llamativos e sugestivos, contándonos sus historias, describiéndonos su modo de vida y sus costumbres, y de vez en cuando, reflexionando sobre ello.
En suma, una atrayente narración de un país que suele ser poco conocido, y visto por los ojos de un autor cuya lucidez y competencia nos transmite sensaciones casi presenciales. La edición incluye, afortunadamente, un mapa detallando el recorrido del autor, lo que nos ayuda a seguirlo en su periplo amazónico.