PRESENTACIÓN EN VALENCIA DEL LIBRO DE BLASCO IBÁÑEZ:
EN EL PAÍS DEL ARTE.TRES MESES EN ITALIA.
Ediciones Evohé
Bajo un sol espléndido, un diáfano día de este invernal febrero, y ante un mar de azul brillante de sonoro oleaje, ha tenido lugar en Valencia la presentación del libro En el país del arte. Tres meses en Italia, del insigne escritor valenciano y universal, Don Vicente Blasco Ibáñez. Y ha tenido lugar en le Casa-Museo, plena de recuerdos de la vida del escritor, muebles, cartas, cuadros, fotografías; un sinfín de objetos que le acompañaron en vida y que tuvo entre sus manos. El espíritu de Don Vicente flotaba por las salas, mirando al mar desde el piso superior, donde cariátides y columnas griegas sustentan el tejado, mientras la sala de la planta baja se iba llenando de público que se congregaba para escuchar a Rosa María Rodríguez Magda, directora de la Casa y prologuista del libro; a Julio Castelló, escritor y poeta, responsable de la magnífica edición del texto de Blasco y de la colección El Periscopio; y finalmente, el editor Javier Baonza, de Evohé Ediciones, responsable último de la producción del libro a presentar.
La primera intervención corrió a cargo de Rosa María, que nos leyó el prólogo del libro, haciendo aclaratorios incisos y breves comentarios en uno u otro momento. Enmarcó históricamente el momento y las circunstancias en que Blasco sale de España en dirección a Italia. La conflictiva situación política en la península, el derrumbe de las últimas posesiones de ultramar, la guerra de Cuba. Destaca en este prólogo el carácter general del texto de Blasco: no se trata de un diario de viaje, no se trata de una guía para turistas, se trata de un escritor en ruta. Blasco viaja, pero sigue siendo él mismo: y por tanto, todos los comentarios que vierte mientras nos cuenta la impresión que le causa el mar, o la emoción que le provoca la ciudad de Roma, o la basílica de Asís, el interés que le suscita la visita a Pompeya, que desborda su imaginación convirtiendo el recorrido en un teatro viviente; todas las opiniones e interpretaciones nos llegan juntamente con las ideas que Blasco defiende, la manera personal de ver la historia y la política, y en suma, el modo cómo el escritor, ya maduro a sus diecinueve años, enfoca y dirige una mirada llena de contenido sobre todo aquello que ve, percibe o imagina en el trayecto que va a recorrer durante tres meses.
Tras Rosa, habló Julio Castelló. Se explayó en los agradecimientos, no sólo a los que han contribuido a la producción del libro sino también a la Casa Museo por acogerles, y a Rosa por prologar tan acertadamente. Explicó los criterios llevados en la edición del texto, las ediciones anteriores que habían cotejado, e insistió en el carácter divulgativo de esta edición, en la línea llevada por las anteriores publicaciones de la colección El Periscopio. En tono distendido, comentó acerca de los inevitables errores y erratas que finalmente acaban apareciendo aunque las revisiones hayan sido incontables, ya que se considera un perfeccionista.
En último lugar tomó la palabra Javier Baonza, que también de modo distendido y tras los agradecimientos laudatorios de rigor nos fue contando algunas de las dificultades de la edición, puesto que, al no existir transcripción digital del texto, tuvieron que realizarla en el equipo. La lucha contra las erratas y los errores de la impresión es, al parecer, un problema endémico de la edición literaria. Nos contó otros ejemplos de errores de la portada o el papel de las páginas, los problemas de decidir qué cantidad de ejemplares se hacen en cada tirada, las fluctuaciones imposibles de imaginar del público lector, etc. cuestiones que no conoce el que va a la librería y se encuentra con el libro entre las manos, pero que el editor tiene que bregar con ello y bastante más.
Insistió a su vez en el carácter divulgador de la colección de viajes El Periscopio, a la vez que en su carácter literario, es decir, en la idea de presentarnos unos textos viajeros donde el que viaja es un escritor o un artista, y por tanto, puede mostrarnos una faceta especial, distinta de la mirada del turista, una más profunda indagación de lo que representa el viaje, y, sobre todo, una manera literaria de contarnos un viaje. El humanismo que aporta la mirada de Blasco es buena prueba de ello.
Acabada la sesión salimos al soleado jardín, donde nos demoramos un rato al sol alargando la charla mientras durase el vino. En cuanto la marea cambió, comenzó a soplar la brisa marina y nos despedimos.