1/8/13

EL COLOR DEL ALMA

ALMAS GRISES
PHILIPPE CLAUDEL
Ed. Salamandra, 2010

Aunque la trama de la historia que se nos narra no tiene nada que ver con el filme La vida y nada más (1989), de Bertrand Tavernier, sí lo tiene el espíritu que anima a ambas. La desolación, el clima de guerra y posguerra en la población civil. El caos moral que origina la guerra, todas las guerras. En el contexto literario podría situarse en la línea del drama rural El ardor de la sangre, de Irene Nemirovsky, o incluso el ambiente bélico/civil de Suite francesa, de la misma autora. También en parte, el comienzo (sólo el comienzo) de la novela nos trae un flash de las primeras escenas de Twin peaks (1990), aquella serie de TV dirigida por David Lynch, en la que nos impacta el bellísimo y dramático comienzo, descubriendo el cadáver de Laura Palmer, como una crisálida envuelta en su funda. Aquella era una serie con forma policíaca que superaba con mucho lo policíaco, y se sumergía en tenebrosas y oscuras simas. Almas grises es una obra con forma de novela policiaca que también se sumerge en las profundidades del alma humana destrozada por el dolor o el miedo: narrada en primera persona por un policía de pueblo, a partir del asesinato de Belle, una niña de diez años. Ocurren suicidios, fusilamientos, muertes, y asesinatos.
Ambientada en los años finales de la Gran Guerra europea, 1917, en un pueblito francés norteño, cercano al frente (se oye el ruido de los cañonazos, como música de fondo en la vida local), está contada veinte años más tarde por el policía que siguió el caso de  Belle, como una recopilación, un informe escrito a sí mismo; un recuento de hechos, presenciados o escuchados a otros, de ideas, recuerdos, emociones y dolorosas confesiones. Pero «en el fondo, escribo por ella y para ella, para mentirme, para engañarme, para convencerme de que sigue esperándome, dondequiera que esté. Y de que oye todo lo que tengo que decirle. Escribir hace que seamos dos» es la declaración del narrador en un determinado momento, haciendo alusión a su esposa muerta.

Claudel, en esta narración, que también podría entrar dentro de la consideración de drama rural, reúne una serie de personajes a cual más solitario. Empezando por el propio narrador, cuya esposa fallece de sobreparto estando él ausente por trabajo. La presencia ausente de Clemence, su esposa, sobrevuela por encima de toda la historia, empapándola con su hálito. El dolor que le produce la pérdida impregna todo el texto: «Clemence se despidió de nosotros con un leve gesto, y a mí, a mí solo me dedicó una sonrisa. Di unos pasos hacia ella. Me moría de ganas de besarla, pero me dio vergüenza hacerlo delante de Josephine. Así que le devolví su gesto. Eso fue todo. Desde entonces no ha pasado un solo día que no lamentase ese beso que no le di.» Personaje amargado, solitario, doliente, que sin embargo no ha perdido la lucidez, va descubriendo a otros como él, incluso los que no lo parecen, como la maestra, la señorita Lysia Verhareine, o Belle de Jour, la niña cuyo cadáver aparece al comienzo: «Un cuerpo de diez años no abulta mucho, sobre todo si está empapado de agua helada (…) Apareció el rostro de Belle de Jour. Unos cuervos pasaron sin hacer ruido. Parecía una princesa de cuento, con los labios azules y los párpados blancos. Sus cabellos se mezclaban con la hierba, quemada por las heladas matinales. Sus manitas se habían cerrado sobre el vacío. (…)Hasta los cañones parecían haberse helado. No se oía nada». 
El fiscal Destinat es otro de los solitarios protagonistas de la novela. Perteneciente a una ilustre familia de la que él será último vástago, envuelto en un halo de silencio, paseando dignamente su viudez y su soledad, vive retirado en el Palacio, admirando a distancia a la bella Lysia, la maestra, como admira a distancia a la niña Belle, que ayuda en el restaurante y en la mesa a su padre, Bourrache. Destinat guarda un secreto que el policía/narrador descubrirá al final del libro.  «Por Dios santo, ¿acaso sabía yo por qué se muere? ¿Por qué se elige morir? ¿Acaso lo sé hoy? ».

Hay otros personajes desoladores: el maestro Fracasse, enloquecido por la guerra, al que sustituye Lysia cuando se lo llevan al manicomio. La dulce maestra Lysia, que espera el regreso de su novio Bastien, en el cercano frente de batalla; Barbe, la criada de Destinat, que guarda la llave del Palacio y que cuenta su parte de los hechos. Gachetard, que regala su vieja carabina al policía para evitar usarla contra su mujer, enferma e imposibilitada. Martial Maire, el tonto del pueblo, que ronda la escuela y lleva inocentes regalos a Lysia. El Coronel Matziev, que «era un aficionado a la sangre, pero que estaba en el lado bueno, en el que está permitido derramarla y bebérsela sin que nadie ponga el grito en el cielo» y que hace muy buenas migas con el juez Mierck, vulgar y pueblerino, «un cerdo con traje», insensible al sufrimiento de los demás.  Bassepin, el dueño del hotel, que hace su agosto en la guerra y postguerra. La vieja rencilla entre el padre el narrador  y su vecino Fantin Marcoire; Josephine La Pelleja, la vieja traficante de pieles, a la que nadie quiere creer su testimonio, cual Cassandra contemporánea. El padre Lurant, con quien el narrador comparte una extraña noche de nieve; los dos desertores, Rifolon y LeFloc, acusados finalmente del asesinato de la niña, tras someterlos a un tercer grado mientras Mierck y Matziev se dan un banquete. El guardia Despiaux, que lo presencia impotente. La viuda Blanchart, otro personaje fugaz pero ilustrativo del momento. El bebé de Clemence…
Narración desgarradora pero al mismo tiempo fría y contenida, sobria; en la que respiramos el olor de la guerra, la guerra cercana pero invisible, salvo en sus secuelas: los centenares de heridos, mutilados y destrozados cuerpos que van llegando a los hospitales de los pueblos cercanos, y los centenares que aun en servicio, se desfogan en bares y tugurios para soportar lo que aún les queda por sufrir. La guerra/la muerte está presente en todos esos personajes desnortados que desfilan como zombies, muertos en vida, empezando por el propio narrador del que ni siquiera sabemos su nombre. «Los hombres, sus almas…., pasa lo mismo. Tú eres un alma gris, rematadamente gris, como todo nosotros». En suma, una obra conmovedora, muy bien escrita y que merece dedicarle una  lectura sosegada.
Philippe Claudel (Nancy, 1962), profesor y guionista de cine y televisión, además de dar clases en liceos y en la Universidad de Nancy II, enseñó a niños discapacitados y a presos. Con numerosos galardones en su haber: el prestigioso premio Renaudot por Almas grises (2005). Ha escrito y dirigido también dos largometrajes: Hace mucho que te quiero, galardonada con dos Premios César, y Silencio de amor.

Ariodante

28/7/13

EL SECRETO DE LEONARDO

EL SECRETO DE MONNA LISA
DOLORES GARCÍA
Autoedición, 2011


Al sumergirse en la lectura de esta novela viajará el lector en varias direcciones: la vida de Mona Lisa y de Leonardo da Vinci. Más conocida y comprobable la del artista florentino,  pero también con grandes misterios y lagunas; apenas tenemos datos, sin embargo, de la de Monna Lisa Gherardini, conocida mundialmente por el famoso retrato que la inmortalizó. Sabemos que posó para Leonardo, pero poco más. Que se casó con Francesco Giocondo, y que tuvo dos hijas. Y que curiosamente el cuadro no se lo quedó ella, sino el rey francés Francisco I. «¡Cuántos emperadores y príncipes han pasado, de los cuales no queda ya recuerdo alguno! Un hermoso objeto mortal pasa, no así una hermoso objeto de arte»
Lo que ambos hablaron, los vínculos que crearon entre sí, son el nudo de esta narración. Mucho campo para imaginar, pues. Y eso es lo que hace Dolores García, imaginar qué pudo pasar entre un artista singular como Leonardo y una dama extraordinaria, como Mona Lisa. Porque había de ser muy especial para ser la modelo de una pintura tan enigmática y tan atractiva.  Enigmática es la palabra: Lisa cautivó a Leonardo, pero no por su físico, puesto que ni era espectacular ni al artista florentino le atraían las mujeres. Le atrajo por su fortísima personalidad y sensibilidad, por esa coincidencia de orígenes, de aficiones y de ideales.  La autora recrea en estas páginas la historia de una amistad, un vínculo muy fuerte, que roza el amor; un amor intelectual, espiritual, que les lleva a una comunión virtual en el tiempo y en el espacio. En boca de Monna Lisa pone estas palabras: «Al final de nuestra vida por fin somos lo que hemos sido y cómo nos hemos ido haciendo: somos nuestra propia obra», en una de sus abundantes tertulias. Y esta idea es la que rememora el propio Leonardo en sus últimos días.
En el lecho de su villa francesa de Cloux, Amboise,  ya cercano a la muerte, da Vinci desgrana la vida pasada ante su discípulo Francesco Melzi, y su fiel criado Battista, que recibe unos encargos a realizar póstumamente. En otros momentos de duermevela, el artista simplemente rememora su pasado, y sobre todo, recuerda a aquella dama que tan hondamente supo entenderle y conocerle. «El artista ha de permanecer solitario… si estás solo, serás todo tuyo; si tienes un compañero te pertenecerás solo a medias, o incluso menos.» reflexiona Leonardo, que tiene muy asumida su independencia y la soledad que implica.
En la narración, la autora oscila entre la tercera y la primera persona, encajando unas narraciones dentro de otras: Giocondo cuenta la historia de Lisa a Leonardo, y Leonardo lo cuenta a Francesco. Lisa, que permanece muda para el mundo, cuenta sus misterios a Leonardo, mientras Leonardo recuerda otras anécdotas de su vida e investigaciones. Hay, pues, muchas historias en el libro, y entre todas componemos el puzzle de esas dos vidas: Leonardo y Lisa.  Por entre medias, los discípulos (entre ellos, el bello pero vengativo Salai), los compañeros y competidores artísticos: Botticelli, Filippo Lippi, Miguel Ángel, Rafael…y también los gobernantes y mecenas: Soderini, Giuliano de Médicis, Ludovico Sforza, Cesar Borgia, con sus encargos y presiones, Maquiavelo e incluso Savonarola. Un plantel de primer orden.

Dolores García disecciona la obra de Leonardo, ese desafortunado hábito de dejar inacabados múltiples proyectos por la ansiedad de probar nuevos objetivos, atacar nuevos retos.  Quizás debido a su concepción de que «el arte no es tarea manual, sino que los artistas consiguen más cuanto menos parecen trabajar, precisamente cuando conciben mentalmente su obra (…)En el arte, primero es el concepto, la creación mental; luego viene la ejecución, que solo es una consecuencia mecánica de la primera».
También rastrea el pensamiento del artista-investigador e inventor, los deseos y las inquietudes del gran hombre, intercalando textos de sus diarios y publicaciones varias.

Encuentra en la Gioconda ―siempre según el enfoque de la novela― su alter ego: la autora crea el personaje de Lisa y la  provee de una enorme capacidad intelectiva, un personaje femenino adelantado a su tiempo en el pensamiento y las ansias de saber, rodeándola a su vez de un misterio y creando una trama de intrigas que conseguirá dar a la novela un gran interés, captar la atención del lector, sugiriendo explicaciones plausibles a las zonas oscuras de aquellas vidas. Hay muchas licencias literarias de hechos que no tenemos constancia que ocurrieran así, pero… pudieron haberlo hecho. Quizá el único tramo que resulte un tanto chocante sea el de las pruebas del artilugio volador de Leonardo, más próximo al tono humorístico y menos verosímil, sobre todo en la participación de Lisa. En ese punto creo que la autora se ha dejado llevar por un entusiasmo excesivo, forzando el protagonismo femenino hasta límites propios del presente, pero no de la época, incluso tratándose de una mujer excepcional.
Sin embargo, es una novela histórica por pleno derecho: prima la ficción, obviamente; los hechos reales que la jalonan y enmarcan están bien documentados; el lenguaje, respetuoso con los tratamientos y las costumbres, los modos y las modas, con el ambiente del renacimiento italiano, de la política y el arte de la época; la relación de artistas con políticos-mecenas, bien reflejada, y  la única licencia importante es la personalidad y vida de Lisa Gherardini, que anticipa a una mujer sobresaliente, muy avanzada para su tiempo y la posición que ocupa socialmente. Pero esa es la apuesta y la hipótesis que Dolores García presenta, con la que podremos estar de acuerdo o no, pero que es, cuando menos, muy sugerente.

Dolores García Ruiz, (1964, Melilla) En esta ciudad pasó su primera infancia. A los nueve años se trasladó a Valencia, donde actualmente reside. Cursó estudios de Derecho por la UNED, es Corrector Profesional de Edición. Ha colaborado en diversos programas de radio y televisión y ha publicado artículos en revistas culturales de prestigio. Asimismo, ha impartido charlas y conferencias sobre Leonardo Da Vinci en diversos foros de la geografía española y en las principales capitales. Su obra El Secreto de Monna Lisa está traducida a varios idiomas y ha sido publicada en numerosos países, entre ellos EEUU, donde esta novela ha sido seleccionada por diversas universidades para formar parte de su fondo de biblioteca de obras escogidas en idioma español. También es autora de La rebelión de PenélopeLa reina del azúcar y de relatos breves. La novela fue en principio publicada en 2004 por la Editorial Roca y posteriormente autopublicada por la propia autora, que se ha ocupado de la distribución y publicitación, tanto en papel como en e-book.

Ariodante


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