BENJAMÍN
CONSTANT
Trad.
Jorge Salvetti
Editorial
Alfama, 2008
Hay diarios escritos para ser publicados, pero la
mayoría suelen ser dirigidos a uno mismo, abriendo nuestra alma y desvelando
nuestros pensamientos más privados. Es este el caso de estos diarios, que son
fragmentarios, incluso sin fecha, a veces rebosantes de emoción y a veces
lacónicos. Afortunadamente, además de los diarios desarrolló una actividad
epistolar importante, que ha podido servir para completar datos; además, en sus
novelas, altamente autobiográficas, leemos entre líneas lo que el autor quiere
transmitir y lo que piensa.

El diario abarca doce años: de 1804 a 1816, y en
una gran parte se ocupa del tiempo que pasó en Alemania mientras escribía su
tratado sobre las religiones. Había comenzado su actividad política en 1795,
basada en la defensa de los derechos civiles y del modelo liberal británico.
Aunque en un primer momento defendió la Revolución Francesa, más tarde se opuso
a Napoleón y hubo de exiliarse, junto a su amante Madame de Staël, que era una
firme opositora a Napoleón. Sin embargo, ante la convocatoria de Bonaparte en
su retorno de los cien días, Constant acude y se muestra favorable a él.

En los diarios, por un lado refleja el gozo que le
produce la vida contemplativa, pausada, las charlas y veladas con poetas,
escritores o pensadores alemanes, como Goethe, Schlegel, Schelling, Wieland,
Schiller...llenan su espíritu y le animan en su trabajo. Son altamente jugosos
sus comentarios sobre estos otros autores con los que se relaciona, tanto sobre
ellos como su obra. Pero a la vez manifiesta una soterrada inquietud, guarda
sentimientos políticos encontrados, un deseo impaciente de participar en la
política francesa, a pesar de que le indigna el camino que toman las cosas y
los vaivenes entre monarquía y
convención, entre Napoleón y Luis Felipe.
En la segunda parte del diario inicia un movimiento
de retorno, pasando temporadas en Suiza, y temporadas en París, según Napoleón
iba y venía. Finalmente fue elegido
diputado y miembro del consejo de estado, y refleja su estado de ánimo en sus
conversaciones con el emperador, en su retorno de los cien días, y las
tensiones que le supone su reintegro a la política, a la vez que (no puede evitarlo)
mantiene una turbulenta vida amorosa, guardando buenas relaciones -pero a
distancia- con su esposa, Charlotte, aún discutiendo con la Staël, y finalmente,
loco de deseo por Mme. Recamier, que por un lado le provoca y por otro le
rechaza. Constantemente acudiendo a almuerzos, cenas, veladas de teatro o
literarias, donde alterna con muchas mujeres que le perturban y le seducen,
hombres con los que departe y comenta sus teorías políticas ( Fouché,
Tayllerand, ...) otros con los que se reta a duelo, (por causa de las féminas),
veladas que pasa jugando y perdiendo....en suma, una agitada vida y un
permanente deseo de soledad, contrastando con el continuo movimiento viajero y
de relación social.
Resumiendo, un texto interesante para que aquellos
que siguen la obra del escritor suizo, ya que nos sumerge en sus pensamientos y
sentimientos, mostrándonos un poco más
su vida.
Ariodante
Abril 2014