21/8/17

MEDEA CONTADA POR ISABEL BARCELÓ

LA IRA DE MEDEA
ISABEL BARCELÓ
Epílogo Histórico: Juan Carlos Moreno
Ilustraciones: Pilar Más
Mitología Gredos, 2017



Cuando alguien nombra a Medea, dependiendo de quien escuche, es probable que piense en ópera, en teatro, incluso en cine, visualizando a María Callas inmediatamente. Después, si le preguntamos, nos dirá que era una terrible mujer, una hechicera que cometió muchas iniquidades a lo largo de su vida. Los que conozcan a los clásicos, recordarán su participación en el viaje de los argonautas: la hechicera que -por amor-  ayudó  a Jasón a salvar los obstáculos para conseguir el famoso vellocino de oro. Pero ¿por amor se puede matar -o inducir a ello- al padre, al hermano, hijos, en suma, a todo lo que se opone entre ella y su amante? Medea es el símbolo de hasta donde puede llegar una mujer enamorada …y cuando su orgullo está herido.

Como en todos los mitos, hay distintas versiones de este personaje, si bien el punto común es que era una mujer de armas tomar, una mujer que se salía de los cánones: ni sumisa, ni obediente, independiente, una mujer que sabía recurrir a todo para sobrevivir. Pero mujer al fin, no era inmune al amor, y cayó rendida bajo las flechas de Eros. Tan profundamente enamorada como para poner todos sus conocimientos de hechicería al servicio de su amado, traicionando a sus propios familiares y arramblando con todo aquel que se pone por delante y que le impide su objetivo. Pero el que una madre mate a sus propios hijos es algo que nos resulta difícil de asimilar, por muy malvada que sea una mujer. Entendemos la ira de una mujer abandonada por su marido. Una mujer enamorada soporta muchas humillaciones pero difícilmente soportará que su marido la deje por otra. Pero una venganza tan terrible…
La versión a la que se ciñe Isabel Barceló en su relato es la del drama de Eurípides (484-406 a.C.). Versiones anteriores imputan el infanticidio a los corintios, dolidos por el asesinato del rey Creonte y de su hija Creusa.  Al parecer, como nos cuenta Juan Carlos Moreno en el epílogo histórico “La pervivencia del mito” , los propios corintios convencieron a Eurípides para que en su tragedia añadiera un asesinato más a la lista de los realizados por Medea. 

Cuanto más malvado es un personaje, cuanto más retorcido y cruel, tiene literariamente más atracción. Así, si además este personaje lo encarna una mujer, que en la época clásica (y durante siglos después) era poco menos que considerada una Pandora/Lilith, generadora de todos los males del mundo, …pues miel sobre hojuelas. Los corintios se quitaban de encima un asesinato terrible y Medea sumaba el peor de todos a su ya larga lista de muertes. Y a través de los siglos se ha mantenido la versión griega pasada por el tamiz de Roma, con Séneca y Ovidio.

Puesto que en otro libro de esta colección, “Jasón y los argonautas”,  ya ha sido relatado el primer encuentro entre Medea y su amante, así como los sucesos posteriores hasta su establecimiento en Corinto, Isabel Barceló centra su relato en la Medea que vive en paz con su marido y sus hijos, y ejerciendo su conocimiento de hierbas y conjuros para fines curativos. Diez años vive en Corinto olvidando el terrible pasado.  Pero el pasado nunca muere.  Y Jasón es tentado por el poder, tras haber perdido la posibilidad de subir al trono de Yolco. Jasón, tal y como lo presenta Isabel Barceló, no siente deseo amoroso hacia Creusa, que apenas es una adolescente,  sino más bien un ansia de poder, provocada por la oferta de Creonte, que le quiere como yerno y como hombre fuerte, continuador de su dinastía.

Medea es una mujer activa, fuerte, y no está dispuesta a que se la abandone o se la guarde en el armario, no quiere ser una segundona ni ser relegada por una jovencita, después de todo lo que ha hecho por Jasón. Quiere la venganza, su honor está en juego, y aunque la venganza implique que muera carne de su carne, es tal su furor que consigue llevarla al peor, al mas horrible de los asesinatos. Es justamente este hecho, el que hace que esta tragedia sea tan dramática.  Esta es, pues, la Medea que se presenta en este relato mitológico, el cuarto de los que ha escrito Isabel Barceló para esta colección. 





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