21/4/12

BURGESS: UNA NOVELA ESCATOLÓGICA


VACILACIÓN
Tremor of Intent, an Eschatological Spy Novel (1966)
ANTHONY BURGESS
Trad. David Horacio Colmenares
Acantilado,  2009

Como el subtítulo original avanza, esta es una novela de espías escatológica. ¿Por qué escatológica? Vayamos al título, magníficamente traducido por Colmenares. Vacilación, o lo que es lo mismo: duda.  Literalmente, el título original sería, literalmente, algo así como temblor de intención; y cuando las intenciones «tiemblan», es que estamos dudando entre tomar una u otra decisión. Efectivamente, el protagonista es el espía británico Hillier hombre que ha subido ―y bajado― muchas colinas  (hills, en inglés),  que se ve inmerso en una suma de dudas, no sólo sobre lo que ha de hacer ―porque las circunstancias cambian constantemente y debe resolver nuevos problemas― sino porque ya en su historia personal acumula unas dudas de tipo religioso y trascendental sobre la vida y la muerte. Y ahí enlazamos con el adjetivo «escatológico»: las digresiones sobre el más allá, la muerte, el pecado y la culpa,  alternando con el otro sentido de lo escatológico, es decir, con la parte más cotidiana: sexo, bebida y comida, así como la muerte real, la que salpica; todo ello  parece ser un conjunto de fuerzas determinantes en el protagonista y que le colocan en situaciones francamente desagradables en una fase postrera.

El agente Hillier, cuya moral es bastante dudosa,  ―aficionado, además, al sexo, al alcohol y a la buena mesa― está a punto de realizar la que espera ser su última misión para el MI6: recuperar para Occidente a un científico que se ha pasado al lado soviético. Para ello debe viajar, bajo identidad falsa, en el barco Polyolbion hasta Yarylyuk, en el Mar Negro, donde Roper, casualmente amigo de la infancia, participa en una convención científica. En la primera parte de las cuatro en que se divide la novela, nos cuenta justamente cómo se conocen y qué relación amistosa mantuvieron en sus años infantiles y juveniles. 
Pero en el trayecto marino, que ocupa la segunda parte, Hillier tiene diversos encuentros con personajes variopintos: la atractiva jovencita Clara y su hermano Alan, un insoportable sabelotodo, la voluptuosa Devi, a la que conoce fortuitamente en la ducha, y que es la secretaria de Theodorescu, un magnate gordo y desagradable que oculta intenciones aviesas, y que recuerda al Hombre Gordo de El Halcón Maltés. En la tercera parte se desarrolla el encuentro con Roper; las situaciones dramáticas se disparan y hay inesperadas apariciones y desenlaces. En la cuarta y última parte, a modo de epílogo, vemos al protagonista con una nueva identidad, años más tarde, reencontrándose con sus viejos conocidos del barco.
Una novela que, a la par que sigue el esquema habitual de las novelas de espías, plantea, como en casi toda la obra de Burgess, los eternos problemas que le preocupan: la cuestión del Bien y el Mal, la muerte, el amor y el sexo, la fidelidad, la traición. Todo ello ensamblado con dosis de humor ―a veces, un humor negro― y con jugosas digresiones sobre el arte y la cultura. Escrita en los años sesenta, en los que aún la guerra fría y las inquietudes sobre el incierto futuro político, la cercanía de las grandes guerras, etc. son elementos que gravitan sobre los escritores de esos años. En suma, una obra que mantiene el interés, que tiene suficientes dosis de intriga y tensión, como de humor y reflexiones más allá de la simple acción.

Anthony Burgess (Manchester, 1917-Londres, 1993) seudónimo de John Burgess Wilson, fue todo un virtuoso en el sentido renacentista del término: escritor, guionista, poeta, compositor, lingüista, traductor y crítico literario. Nacido en el seno de una familia católica, cursó estudios de literatura y filología, y tras servir en el ejército durante la II Guerra Mundial, realizando labores de inteligencia militar, debido a su dominio de diversas lenguas,  ejerció como docente en la Universidad de Birmingham. En el 54 pasó unos años trabajando en Malasia y Brunei, en el Servicio Colonial británico. De sus experiencias allí surgió la Trilogía Malaya.  Su novela más famosa, La naranja mecánica, fue llevada al cine con gran éxito. Una larga lista de novelas le confirma como un escritor de reconocido prestigio, si bien personalmente era un hombre muy conflictivo, y con los inevitables problemas que el catolicismo provoca en los escritores británicos.



19/4/12

BUENOS AIRES QUERIDO

TIERRA DE BÁRBAROS
NORBERTO LUIS ROMERO
Ed. Paréntesis, 2011

Esta novela nos habla del otro lado del océano: la tierra de cuyos bárbaros nos cuenta una historia (plagada, a su vez, de otras pequeñas historias personales) es Argentina, país de origen del autor. Y el tiempo: 1835, entre el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas, líder de los «colorados» federalistas y el segundo. La tensión entre los unitaristas y los federalistas se mastica, flota en el aire. En el interior del país, las provincias dominadas por el General José María Paz, habían formado la Liga Unitaria (Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, San Luis, San Juan, Salta y Tucumán) mientras las provincias del Litoral (Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes) y Buenos Aires, de tendencia federal, formaron la Liga del Litoral, de tendencia federalista. Al mismo tiempo, Buenos Aires, a pasos agigantados está convirtiéndose en una gran ciudad, acogiendo constantemente a un enorme contingente de nuevos habitantes, emigrantes del viejo continente, aventureros, trepadores, esclavos huidos, entre otros que intentan abrirse paso en el nuevo país, y hacer fortuna, trabajar, crear lo que en la vieja Europa no han podido y sueñan con unos espacios nuevos donde vivir.
Con ese escenario como marco, se desarrolla la acción de la novela. Por un lado,  las familias de la alta sociedad, con mezcla de sangres británica y española, cuyas jóvenes damas se aburren soberanamente y sólo desean fiestas y meriendas, diversiones y espectáculos. Y planifican una fiesta, que será el mac guffin, la excusa para contarnos la otra historia. Quieren dar una soirée que llame la atención, sonada, y se les ocurre una idea que moviliza hasta el ejército. A raíz de la fiesta y lo que ocurre aquella noche, la magia invade los cuerpos de las jóvenes tanto casadas como solteras, inflamándolas de ardores desenfrenados, cuyas consecuencias son imprevisibles.
Por el otro, una suerte de personajes marginales recorre, entrelazándose con la historia principal, las páginas del libro. Personajes que rozan lo esperpéntico y lo surrealista: las apestosas monjas Adoradoras del Cuerpo Incorrupto, envueltas en trapos y con cinturón de castidad; el lúbrico y maquiavélico monseñor Villaviciosa; Fray Narciso, desbordado por la exuberante  naturaleza; el gaucho Facundo Quiroga y sus amores con Severa Villafañe; la negra Prudencia, nanny de Dorothy; la adivina Agostinha y el mulato timador Bernardinho; la misteriosa Aurora Fresneda, y su encuentro con el tigre; en fin, ellos y otros conforman una historia de historias que reproduce el ambiente de la ciudad porteña, de grandes contrastes pero atractiva y cautivadora, como el olor de las magnolias o la atracción de la yerba mate. De hecho, podrían brotar muchas novelas de ésta, puesto que contiene gérmenes de otras tantas historias de las que nos gustaría saber más y apenas nos muestra un breve tramo.
Buenos Aires y la moda
El eje central de la narración es la fiesta que Dorothy y sus amigas (Alberta, Blanca, Celeste y Rosalia) quieren ofrecer a la dividida sociedad porteña en la casa ―antes azul, ahora colorada― de los Carballido. Y no paran hasta conseguir un sorprendente objeto de la atención pública. Pero ese objeto trae una maldición y el final es imprevisible y dramático. Entiendo que la narración, aunque enmarcada en hechos y algunos personajes reales, tiene un marcado cariz simbólico de la historia de esta nación, que tanto recuerda a la metrópoli, en cuanto a los patrones políticos: la drástica división en dos partes, la opinión cambiante de muchos sectores que pasan de un lado a otro según sople el viento. Y todo ello, en el incomparable marco americano, Buenos Aires, Córdoba,  la pampa, todo un mundo lleno de bellezas y crueldades, amores y odios, violencias y pasiones en una época revuelta como fueron los comienzos de la Argentina recién independizada de la madre española.
Bien escrita, bien conjuntadas las múltiples historias, llena de los sonoros y llamativos términos del español americano, Tierra de bárbaros es una novela llena de encanto e interés, que nos transporta a mundos plenos de exotismo y al mismo tiempo, que reflejan el origen español. Mezcla de humor y dramatismo, de pintorescas descripciones y de dramáticos alegatos por la libertad en un pueblo donde acaban resolviéndolo todo a vida o muerte, facón en mano.

Natural de Córdoba, (Argentina), Norberto Luis Romero, que reside en España desde 1975, es autor de relatos, novelista, director y profesor de cine. Tanto sus narraciones breves como sus novelas han merecido reconocimientos tanto por su estilo directo y ágil como por exhibir siempre una temática nada convencional y muy arriesgada. Desde 1983 en que publicó su primer libro de cuentos, Transgresiones, sus cuentos aparecen habitualmente en prestigiosos periódicos, antologías y revistas literarias de Europa y América.


Publicada en:

16/4/12

LEÑANZA EN LAS ALTAS CALIFORNIAS

LA FRAGATA PRINCESA
LUIS DELGADO BAÑÓN

Ed. Noray, 2012


Quinto volumen de la Saga Marinera Española, publicado en principio por la editorial Áglaya y reeditado ahora por Noray, es la obra que tenemos entre manos. La acción de la novela comienza cuatro años más tarde de cuando finaliza la entrega anterior, El jabeque Murciano. En ella, el capitán de navío y escritor Luis Delgado (Murcia, 1946), nos trasporta a las Américas, desplazando a los dos héroes de la Saga, Francisco Leñanza y Santiago Cisneros, ya tenientes de navío por sus hazañas mediterráneas. Francisco ha aumentado la familia con una Rosalía, que añadida al pequeño Santiago, hacen las delicias de todos. Tras esos años navegando en jabeque por el Mediterráneo y perfeccionando sus conocimientos teóricos de navegación con los avances científicos, ambos jóvenes ansían dar el salto a aguas del Atlántico e incluso del Pacífico. Como todo llega, también se produce un nombramiento y un destino, aunque hasta llegar a tierras americanas no sabrán exactamente cuál.
Hasta casi la mitad del libro viajamos con Gigante y Pecas, en el navío San Ildefonso que los transportará a Cartagena de Indias. Allí conocerán sus diferentes destinos, puesto que inevitablemente, y ante la urgente necesidad de oficiales en los departamentos americanos, Santiago es requerido en Lima y Francisco en San Blas (México). Para llegar cada uno a su puerto, han de recorrer el istmo de Panamá y acceder al Pacífico, donde cada uno embarcará con dirección opuesta. El acúmulo de dificultades que encuentran es insospechado, y ambos amigos se dan cuenta de que las cosas no funcionan en tierras americanas como en la metrópoli. Pero de un modo u otro, y ayudados por golpes de suerte, consiguen embarcarse. A partir de ese momento, dejamos a Santiago y seguimos a Francisco.

La narración sigue la derrota de Francisco hacia San Blas. Como el trayecto es largo y el paquebote que le transporta no demasiado marinero, la paciencia de Gigante sufre y su ánimo se perturba. Consigue al menos, aleccionarse  e instruirse acerca de lo que le espera, la historia de la colonización de la zona, las distintas políticas de los virreyes, los puestos y avanzadillas situados en la zona y las múltiples expediciones y viajes organizados,  información que le larga (y de paso nos ilustra a los lectores) el comandante Perona, entre frasca y frasca de caldos generosos y alguna que otra paletilla, servida por Setum, que acompaña a Francisco como criado y secretario. Así conocemos cómo diversos expedicionarios españoles descubrieron una serie de puertos, islas y poblaciones entre el paralelo 40 y el 60, a lo largo de la costa americana en el Pacífico Norte; los problemas surgidos posteriormente por la ausencia de un buen mantenimiento de las plazas, la competencia entre misioneros jesuitas y franciscanos, siendo los primeros los que organizaron prácticamente toda la costa, pero al ser abolida su orden por Carlos III, fueron sustituidos por franciscanos, con Fray Junípero Serra al mando. Precisamente esta competencia fue la que hizo que el Apostadero fuera situado en San Blas; originariamente  situado en el puerto Matanchén por manos jesuíticas, pasó al actual emplazamiento al ser desplazados los jesuitas.

El autor, por medio de los diálogos de sobremesa entre Francisco y Perona, nos transmite valiosísima información que nos ilustra sobre las múltiples expediciones y descubrimientos, la competencia con los rusos y sobre todo con los británicos, que, apoderándose por medio del espionaje de cartas marinas y detalles de expediciones previas, llegaron a tomar posesión y dar nombre a puertos  e islas que ya habían sido descubiertas por españoles, pero cuyo descuido y poco aprovisionamiento por parte de la Corona había abandonado a su suerte, con lo que el esfuerzo y el trabajo de todos estos hombres relegados al olvido fue en balde. Luis Delgado aporta nombres de navegantes y hazañas dignos de ser recordados, lo que confiere un valor especial a la narración, de recuperación de una parte de la historia española de ultramar desconocida para la gran mayoría.

Francisco es nombrado, ―para asombro y satisfacción internos― comandante del Apostadero de San Blas. Inmediatamente entra en funcionamiento, para poner al día las cosas, organizar las expediciones al Norte y vigilar que la maquinaria trabaje a todo ritmo. Pero a la vez surge un asunto que pondrá unos granos de pimienta en el aderezo de la narración: lejos de la familia, los ojos se le van tras una morena espectacular... Los hombres –como las mujeres― tienen sus necesidades de afecto y de calor humano, a ser posible, con añadido físico. En San Blas el calor es bochornoso, y a los veintitrés años la fogosidad es irreprimible. Así que ya tenemos vendaval entablado.

En la parte final del libro se organiza la importante misión que le lleva, a bordo de la fragata que da nombre al la novela, a tierras del norte, a Nutka, (parte de la actual isla de Vancouver) donde han de tomar posesión como territorio de la Corona y construir un fortín y asentamiento, previendo las posibles y siempre astutas intrusiones británicas. El enfrentamiento que mantiene con los británicos que intentan posesionarse de la misma plaza es de una fuerza dramática enorme. Y la aventura posterior, en el Estrecho de Fuca, la lucha contra los elementos y por la supervivencia en condiciones terriblemente adversas de imprime a la novela un magnífico colofón. Francisco madura a pasos agigantados en pocos meses, bajo la responsabilidad que supone la comandancia, la soledad del mando, la toma de decisiones en última instancia. Y podemos advertir del temple que va adquiriendo su carácter.

El autor nos aclara al final del libro algunos puntos sobre los hechos históricos que son la base de la historia de ficción. Como es habitual en la Saga, personajes reales están mezclados con los protagonistas de la novela, y a veces el autor se toma alguna licencia en función de la trama literaria. Pero lo importante que creo conviene destacar, es que por medio de la narración llegamos al conocimiento de una serie de hazañas históricas y de personajes que realmente existieron y dejaron su vida en su empeño por llevar el pabellón español a tierras lejanas y defenderlo a toda costa, con valentía y honor. En suma, un libro memorable, bastante ameno desde su comienzo aunque mucho más atractivo y emocionante en la segunda parte, de final apoteósico.

La edición de Noray incluye esta vez una larga lista de ilustraciones: un mapa de América posterior a 1750, con el vacío de la «Tierra incógnita» del noroeste americano. Otro mapa de la expedición del piloto de la Armada Juan Pérez (1774) en la que se descubre la isla Nutka.  Mapa de las expediciones del piloto de la Armada Esteban José Martínez (1788-1789). Reproducción del acta del convenio firmado por España y Gran Bretaña que dio paso a la «Expedición de límites», comandada por los capitanes de navío Juan Francisco de la Bodega y Quadra y George Vancouver (1792). Grabado de Macuina, jefe indígena de Nutka, y su mujer. Plano del puerto de Santa Cruz de Nutka, 1791.Vista del puerto de Nutka. Imagen del Capitán de navío de la Real Armada don Juan Francisco de la Bodega y Quadra.






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