GEORGES SIMENON
Ediciones
B, 1990
Las Memorias íntimas de Georges Simenon ( Lieja, 1903- Lausanne, 1989) son todo un
compendio de anécdotas, recuerdos, reflexiones, comentarios y un repaso
exhaustivo de aspectos de la vida del escritor belga y familia. Desde el primer
momento se dirige en segunda persona a sus hijos, principalmente a su hija
Marie-Jo, que se suicidó muy joven tras una larga serie de trastornos
emocionales. Mantiene una extensa conversación con ella, con su recuerdo. Sin
embargo, también amplía su conversación
a sus otros tres hijos: Marc, Johnny y Pierre. Así, tras una
introducción dirigida a su amada e inestable hija, se dirige primero a Marc,
para contar brevemente los años previos a su nacimiento. Marc era hijo de la
primera esposa de Simenon, Regine Renchon, artista plástica.
Así pues, lo
primero que contará, tras un breve capítulo donde repasa de modo rapidísimo
infancia y adolescencia, será su encuentro, a los 17 años, con la joven que
será su primera esposa y madre de su hijo primogénito, a la que llamará Tigy. Y
también con su primera amante permanente y servicial asistenta que le acompañará
largos años, Henrriette (a la que llamará Boule). Los años vividos con Tigy
antes del nacimiento de Marc, años de múltiples viajes y desplazamientos,
también son repasados al vuelo. Su amor por los barcos y el mar le lleva a una
aventura que le puso en problemas al llegar al primer puerto alemán, en una
época en la que las relaciones de Francia y Alemania estaban muy tensas. A
destacar la anécdota de cómo escribe la primera novela en la que crea a su
personaje universal, el comisario Maigret. Tras un recorrido desde Normandía
hasta la costa alemana en su barco Ostrogoth,
tuvo que pasar un tiempo en dique seco, en Holanda, por problemas en el casco.
En un pontón medio podrido de un muelle abandonado se instaló con su máquina de
escribir, y allí fue donde surgió el primer Maigret, escribiendo Pietr el letón.
A partir de 1937 se instaló en la casa de Nieul, cerca de La
Rochelle. Y allí fue donde Tigy quedó por fin embarazada, a los 38 años y a los
35 de Simenon. La inminencia de la II Gran Guerra hizo que el parto estuviera
envuelto en una gran inquietud e inseguridad. Finalmente nació en Bruselas en
1939.
Simenon irá
narrando - a veces con detalles muy prolijos- la vida que llevaron mientras
este hijo crecía, primero, durante la guerra, en un pequeño pueblecito francés,
Vendèe, donde la guerra parecía lejana, y donde llevaron una vida de
campesinos, cultivando verduras y
frutas, cazando y pescando, mientras seguía escribiendo y publicando novelas a
un ritmo siempre extraordinario( una media de seis o siete novelas al año),
como extraordinario es el número incontable de amantes o de relaciones amorosas
ocasionales que tuvo. Como se dice en la ópera mozartiana Don Giovanni, “Mille tré!”. Cientos, diríamos. Algunas tan sonadas como Josephine Baker,
mismamente.
Al acabar la
guerra partieron para América. Primero se establecieron en Canadá y luego, una
vez entrado en contacto con la que sería su segunda esposa, Denise Quimet,
fueron desplazándose por Estados Unidos: Nueva York, Florida, Arizona, California
y toda la Costa Este. Formaban un grupo pintoresco: Denise, diecisiete años más
joven que él, que entró en la familia como secretaria, (en breve, amante
permanente, después, esposa) convivía –no muy agradablemente- con Tigy y más
tarde, con Boule, que integraba el clan como cocinera y niñera de Marc. En los
desplazamientos, ya Tigy comenzó un proceso de independencia, que culminó en
divorcio, y nuevo matrimonio en Reno,
cuando Johnny, el segundo hijo de Simenon, estaba ya en camino. Las aventuras
por EE.UU. de costa a costa, son innumerables. Nace su tercer hijo, una niña,
Marie-Jo.
Llegado un
punto, en 1956 decide volver a Europa, realizando el inevitable recorrido de
país en pais hasta encontrar residencia
en Lausana (Suiza). Allí nacerá su cuarto hijo, Pierre.
Las relaciones
con su esposa Denise se van deteriorando, su alcoholismo va en aumento, y ha de
ser internada en diversas instituciones sanitarias. Finalmente la separación es
un hecho. Y los problemas se complican entre la madre y la hija, produciéndose
finalmente el suicidio de esta.
Los días
postreros de Simenon los vivirá apaciblemente junto a su última compañera,
Teresa.
El escritor
belga usará estas memorias para explicar a sus hijos los hechos familiares
reales y cuál ha sido su postura, ya que al parecer, Denise había creado una
especie de figura imaginaria ante todos, presentándolo como un ogro, un
perturbado que sólo piensa en sus novelas y en el sexo. Ciertamente, su
relación con las mujeres era muy singular. Su adicción al sexo era conocida por
todos, puesto que él no la ocultaba, pero según asegura en estas memorias,
nunca forzó a nadie y siempre procuró evitar las vírgenes, porque no quería
crear problemas a las chicas. Sus relaciones fueron siempre libremente
aceptadas ...o pagadas. Consideraba que
el sexo era una necesidad vital más, y no le añadía ninguna carga moral.
En cada año va
contando qué novelas escribe. Cuándo son policiacas de Maigret y cuándo lo que
él llama «novelas duras». También escribía relatos, reportajes de viajes, etc.
Desde muy pronto sus novelas tuvieron mucho éxito de ventas y pudo permitirse
vivir de un modo lujoso, sobre todo desde que llegó a Estados Unidos. Cuenta
cómo se levantaba siempre a las 6 de la mañana y se encierra a escribir hasta
las 9. Y cómo conseguía espacios donde pudiera escribir completamente solo.
Alguna vez, en sus múltiples viajes, era el baño donde se encerraba con su
máquina de escribir y su pipa. Sus relaciones con cineastas y otros escritores
y artistas también es comentada en todas estas páginas, con jugosas anécdotas.
En suma, se
presenta como un hombre afectuoso y amante de sus hijos, a los que dedicó mucho
tiempo y atención, en juegos, confidencias, preocupación por su salud,
estudios, etc. Y a la vez no oculta su pasión por los coches, por los barcos,
por los viajes, por conocer la naturaleza humana y llegar a poder comprenderla y
mostrarla en sus obras. Desarrolló una actividad enorme, además de su
dedicación literaria, se dedicó a muchas otras cosas, y sobre todo, buscó la
relación humana en todas sus experiencias. No solo muestra al lector su vida y
la de sus allegados, sino, a la vez,
también el tipo de vida que llevaba la gente en cada uno de los
escenarios donde vivió, en cada momento histórico.
Es un texto
quizás excesivamente largo, al que se le podrían haber evitado muchas páginas
de detalles en mi opinión innecesarios, cotidianos, pero escrito con el corazón
en la mano, el corazón de un hombre ya viejo, que ha vivido mucho y que lamenta
profundamente la muerte de su única hija.
Fuensanta Niñirola