Se trata de la reseña del libro El poder de las imágenes, de David Freedberg. En él se estudia de modo bastante exaustivo, la influencia que ejercen las imágenes sobre el observador humano, y las reacciones que provocan.
David Freedberg, nacido en Sudáfrica, donde realizó sus primeros estudios antes de ingresar en Yale, es principalmente conocido por su trabajo sobre las respuestas psicológicas al arte, y particularmente por sus estudios sobre la iconoclastia y la censura. Es Director de la Academia Italiana de Estudios Avanzados en América, en la Universidad de Columbia. Ha trabajado sobre arte flamenco y sobre el Renacimiento, publicando numerosos estudios al respecto.
David Freedberg, nacido en Sudáfrica, donde realizó sus primeros estudios antes de ingresar en Yale, es principalmente conocido por su trabajo sobre las respuestas psicológicas al arte, y particularmente por sus estudios sobre la iconoclastia y la censura. Es Director de la Academia Italiana de Estudios Avanzados en América, en la Universidad de Columbia. Ha trabajado sobre arte flamenco y sobre el Renacimiento, publicando numerosos estudios al respecto.
El ensayo que presentamos aquí, según sus propias palabras en la introducción de su libro, no trata de la historia del arte sino de la relación entre las imágenes y las personas que las observan, a lo largo de la historia. Al autor le llama la atención el hecho de que se silencien determinados comportamientos y reacciones suscitadas por la contemplación de determinadas imágenes. Sobre todo, aquellas reacciones de personas no cultivadas artísticamente, digamos. Reacciones emotivas de miembros de otras culturas más primitivas, por ejemplo. O reacciones de niños, o incluso las reacciones de personas cultivadas pero que, al margen de sus explicaciones racionales ante la obra que contemplan, tienen unas reacciones más primarias, emocionales, que generalmente se ocultan a favor de las racionales. O sea, que de lo que se trata es de marcar la diferencia entre lo civilizado y lo primitivo de las reacciones ante la imagen artística.
El autor no cree en la distinción entre objetos que producen respuestas “religiosas” o “mágicas” y objetos que producen respuestas “estéticas”. Estamos, pues, ante un estudio antropológico de campo. El objeto no es tanto el objeto artístico, sino la relación entre éste y las conductas suscitadas en los distintos sujetos, y el procedimiento será más bien de tipo inductivo que deductivo, ya que se trata de una investigación en la que no se parte o el autor insiste en que no se parte de teorías previas, sino que su objetivo es llegar a ellas por medio de la observación de casos concretos.
Es éste un ensayo muy interesante, que trata de bucear en un tema que muchas veces se soslaya: cómo reaccionamos las personas ante las imágenes, artísticas o no. Y precisamente en un mundo dominado por la imagen visual, el tema cuando menos, requeriría que reflexionásemos un rato sobre ello. Porque realmente las imágenes tienen un poder muy alto sobre nosotros. Estamos dominados por ellas, si nos paramos a pensar: cruzamos el semáforo porque una figurita verde nos señala un hombre andando, mucha gente organiza excursiones y romerías para ver a determinada imagen de la Virgen, durante siglos se ha recorrido y se sigue recorriendo el Camino de Santiago... para poner la mano sobre la imagen del Santo, o, por otra parte, nos excitamos sexualmente ante determinadas pinturas o fotografías. O nos enfadamos, nos agobiamos, si lo que vemos es una imagen de un asesinato o torturas.
Lo que el autor nos quiere aclarar es que, aunque el público civilizado y educado en la visión de obras de arte, por ejemplo, no explicite estas reacciones y las racionalice, la siente igualmente, pero las reprime. Y analizando a través de la historia, el hecho de que se haya perseguido la publicación de imágenes por parte de instituciones religiosas o políticas, implica que las imágenes censuradas podrían provocar en el público reacciones indebidas o indeseadas.
Es éste un ensayo muy interesante, que trata de bucear en un tema que muchas veces se soslaya: cómo reaccionamos las personas ante las imágenes, artísticas o no. Y precisamente en un mundo dominado por la imagen visual, el tema cuando menos, requeriría que reflexionásemos un rato sobre ello. Porque realmente las imágenes tienen un poder muy alto sobre nosotros. Estamos dominados por ellas, si nos paramos a pensar: cruzamos el semáforo porque una figurita verde nos señala un hombre andando, mucha gente organiza excursiones y romerías para ver a determinada imagen de la Virgen, durante siglos se ha recorrido y se sigue recorriendo el Camino de Santiago... para poner la mano sobre la imagen del Santo, o, por otra parte, nos excitamos sexualmente ante determinadas pinturas o fotografías. O nos enfadamos, nos agobiamos, si lo que vemos es una imagen de un asesinato o torturas.
Lo que el autor nos quiere aclarar es que, aunque el público civilizado y educado en la visión de obras de arte, por ejemplo, no explicite estas reacciones y las racionalice, la siente igualmente, pero las reprime. Y analizando a través de la historia, el hecho de que se haya perseguido la publicación de imágenes por parte de instituciones religiosas o políticas, implica que las imágenes censuradas podrían provocar en el público reacciones indebidas o indeseadas.
Por otra parte, durante muchos siglos en los que el analfabetismo era masivo, las imágenes constituían un lenguaje, un lenguaje en el que se quería no sólo informar sino formar, aleccionar, generar en el que miraba conductas determinadas.El autor, pues, analiza exhaustivamente diferentes culturas, tanto orientales como occidentales, y sus comportamientos ante los iconos. Analiza incluso las grandes religiones monoteístas, que han pasado por fases iconoclastas, pero siempre la tendencia natural en el ser humano es plasmar plásticamente aquello que imagina, aquello en lo que cree: cómo se han ido viendo los dioses a través de la historia, y qué reacciones han generado desde los meteoritos negros (baitulia) de la antigua Grecia, hasta las fotografías modernas, pasando por los iconos medievales que mostraban la vida de Cristo a los fieles.
Encontramos múltiples citas de autores clásicos, como Platón o Aristóteles, o Nicolás de Cusa, cuando puso como metáfora de Dios el ojo que todo lo ve. O a Diodoro de Sicilia cuando nos habla del mito de Dédalo, y que la gente creía que sus estatuas eran como seres vivos, que podían ver y caminar. Según Diodoro, sería el arte el que infundiría vida a las estatuas.También cita a N. Hawthorne, al decir que nosotros tendemos a responder de la misma manera que aquellos a los que no se les ha enseñado respuesta alguna frente a las imágenes, tesis que mantiene el autor del libro, así como también mantiene que realmente no existe ningún pueblo que no busque la manera de plasmar en imágenes lo invisible, para encarnarlo y hacerlo semejante a nosotros, y de ese modo sentir su mensaje, emocionarnos o sentir miedo, o rabia.
El autor estudia a lo largo de casi quinientas páginas todas estas relaciones, así como la cuestión de la consagración de las imágenes religiosas y si su valor les viene de ella o es previo, las peregrinaciones originadas por iconos, estatuas religiosas, reliquias, etc.; el por qué de las imágenes votivas, su función y sus variantes históricas y geográficas; el tema de la brujería, el vudú, la magia; las imágenes lascivas y que despiertan el deseo erótico; la idolatría, la censura de imágenes, el problema de la representación, el tema de la imagen seriada, etc. etc.
Recurre al apoyo de autores mundialmente conocidos como Gombrich, Gadamer, W. Benjamin, N. Goodman, en fin, nos hace un verdadero recorrido rastreando pistas que nos lleven a probar las ideas en las que cree y desarrolla su teoría. Y esta andadura por la obra va acompañada de múltiples ilustraciones con pinturas, grabados, fotografías, que nos ayudan a comprender lo que se nos trata de explicar.
Un ensayo que está más enfocado hacia la antropología que hacia el arte, puesto que las imágenes, como hemos dicho, todas las imágenes, sean artísticas, decorativas o utilitarias, tienen siempre un efecto en el observador, funcionan como un signo cuya significación es captada y a la vez genera una reacción. Muy recomendable como libro de consulta e incluso como ayuda a la investigación, por el importante aporte de datos que supone.