Esta vez he cambiado de registro fílmico: se trata de una delirante comedia del director norteamericano Richard Quine (1920-1989) que, a pesar de haber sido filmada en los sesenta, (década que marcó la estética del cine de un modo tan gravoso que resulta difícil de revisionar sin un cierto malestar) concretamente 1964, esta comedia se vuelve a ver y nos vuelve a hacer reír a carcajadas sin el menor problema. Sex and the single girl es el título original, traducido al español muy pudorosamente como La pícara soltera, Richard Quine nos deleita, nos divierte y nos hace reír con una de sus mejores comedias de enredo. El sexo al que hace relación el título, es, en realidad, el sexo genérico, es decir: las complicadas relaciones entre hombres y mujeres, el eterno conflicto entre sexos. Pero a lo largo del filme, Quine juega con el quiero y no puedo, con la atracción y el deseo, base imprescindible e inevitables entre los sexos, usando a la vez toda una serie de malentendidos, dobles sentidos y juegos de lenguaje absolutamente inspirados.
Con un ingeniosísimo guión de J. Heller y D.R. Schwartz, en el que no hay diálogo que tenga desperdicio, una música de Neal Hefti con la intervención del mismísimo Count Basie en algunos números musicales, y un reparto estelar muy de los sesenta pero que cumple perfectamente con lo que se espera de él.
Unos maduros Henry Fonda y Lauren Bacall, un espléndido Tony Curtis y una explosiva Natalie Wood -ambos en su mejor momento- junto a un frívolo Mel Ferrer, y unos secundarios increíbles, entre los que destacamos a un ya anciano Edward Everett Horton, o Stubby Kaye (¿quien no le recuerda cantando en Guys & Dolls?) y Helen Kleeb en el papel de la secretaria de la doctora Brown ; todo ello conforma una comedia encantadora, en la que hay momentos que rozan el paroxismo, como la persecución final en la autopista de San Diego, pasando por la divertidísima escena de as tres supuestas esposas del agobiado hombre de negocios interpretado por Henry Fonda. también hay varios momentos en los que Tony Curtis, travestido, homenajea a Jack Lemmon (y a sí mismo) en Con faldas y a lo loco, de B. Wilder, estrenada cinco años antes.
La historia, que está basada en una novela de Helen Gurley Brown, cuenta cómo Bob Weston (Tony Curtis), que es el editor de una revista difamatoria y amarilla, planea ocuparse de una doctora (Natalie Wood) que acaba de publicar un libro dedicado a las mujeres solteras para ayudarlas a encontrar marido. Pero la doctora Brown es una joven soltera, asimismo, y Weston descubre que es una preciosidad. En paralelo, cuenta la historia de los vecinos de Weston, Frank y Sylvia, (Fonda y Bacall) que constantemente están como el perro y el gato, ya que Frank tiene una empresa de medias para señora y su mujer sufre unos celos enfermizos. Weston usa el subterfugio de hacerse pasar por Frank en sus visitas a la doctora Brown...lo que origina todo el lío. Los terceros en discordia son un psiquiatra muy bailongo (Mel Ferrer) que se pirra por la bella colega doctora y Gretchen, (Fran Jeffries) bailarina, cantante y actual novia de Weston. Todo ello, agitado y mezclado con gran agudeza conforma esta comedia de dobles intenciones y juego amoroso, divertidísima e imprescindible para todo buen cinéfilo.