29/8/09

AQUILES, PIES LIGEROS/ STEFANO BENNI

(Reseña anteriormente publicada en La Revelación, con el enlace siguiente: http://la2revelacion.com/?p=276)


¿Cuál es tu nombre en la oscuridad?
Liber Sybillae

Este es un libro francamente original, lleno de humor, de fantasía, desternillante y a la vez dramático y misterioso. Stefano Benni, (Bolonia, 1947), su autor, es un escritor y periodista italiano que ha llegado a ser considerado como de culto, ha publicado diversas obras de ficción: novelas, cuentos, así como teatro e incluso poemas. No es demasiado conocido en nuestro país. De hecho, la edición que reseño aquí ha sido traducida y publicada en Hispanoamérica, (Ed Norma, Colombia) con los consiguientes giros locales y floridas expresiones diferentes a las que usamos en España. Ya que no creo que se pueda encontrar, aquí hay un enlace para leerlo en la red*.
También me gustaría dedicar unas palabras a cómo llegó a mis manos el libro. Conocí de su existencia a través de la red, en un foro literario, dialogando con otros aficionados y hablando sobre literatura italiana. Investigué para tratar de hacerme con el libro, y vi que en España iba a ser imposible, al menos de momento. Escribí a un contertulio de otro foro literario, afincado en la lejana tierra chilena, y que tampoco supo darme noticias de él, pero, a cambio, significó el comienzo de una larga amistad. Poco después, en mi búsqueda de piso madrileño, me relacioné con una chilena, agente inmobiliaria, que no consiguió alquilarme ningún piso pero sí nos hicimos amigas y al hablarme de un próximo viaje a Chile, yo le hablé del libro, y prometió traérmelo si lo encontraba. Y cumplió su promesa: hace unos días, ante unas tazas de oloroso y humeante café, recibí con alegría su regalo: “Aquiles, pies ligeros”. Una traducción al español florido de Colombia.

Pero vayamos con la historia que nos cuenta Benni. A lo largo de la narración, se van alternando realidad y ficción o vigilia y sueño, creando un clima que en algunos momentos llega a ser de inquietud, aunque se mantiene muy bien el equilibrio entre lo humorístico y lo dramático, entre lo onírico y lo surrealista, pero real.
Todos los personajes tienen nombres tomados de la mitología clásica, nombres que nos dicen algo de sí mismos. El protagonista, Ulises, es un escritor de un solo libro, que sobrevive trabajando para una editorial, cuyo jefe se llama Valerio, pero le llaman Vulcano -por sus erupciones verborreicas, claro- y su secretaria, Circe (por otras muchas cosas). El contra-protagonista, y a la vez enigmático y oscuro personaje, que hace girar la historia en su derredor, se llama Aquiles.
Aquiles es un ser deforme, monstruoso cual esfinge, que a la vez plantea misteriosas preguntas y enigmas sin solución. Vive en la semioscuridad de su habitación, y maquina sus acertijos para que Ulises, el astuto Ulises, los vaya resolviendo, y sea él su contacto con el mundo real, ya que este ser vive, sueña, y sufre en una irrealidad demencial, en un mundo espantosamente propio y único. De su oscuridad van surgiendo imágenes que pueblan sus sueños y los de su amigo Ulises. Al contrario que el Aquiles homérico, sólo su talón es inmortal, como él mismo dice. Y su talón es su cerebro... y sus ojos. Todo lo demás es deformidad y desolación. Pero su silla de ruedas, llamada Xanto, cual inmortal caballo mitológico, puede coger velocidades increíbles, ya que no puede con sus propios pies.
El resto de personajes, entre los que se encuentran también los autores de los manuscritos que ha de ir leyendo para su editorial, y que surgen de su bolsillo o de los lugares más recónditos, como enanitos liliputienses, haciéndole la vida imposible a Gulliver-Odiseo, todos tienen nombres que, o se relacionan con su función y carácter o se relacionan con nombres mitológicos, portadores también de significado. Por ejemplo, la madre y guardiana de Aquiles se llama Marina Pelagi (pelagos, mar abierto, en griego). Y por contraposición, su hermano, Febo, arquero/financiero apolíneo y hermoso a la vez que ambicioso y malvado.
Sin embargo, la protagonista femenina, la punta del triángulo creado sólo imaginariamente entre los dos hombres y ella, se llama Pilar, aunque alternativamente recibe –por juegos de palabras italianos- los nombres de Penélope y Patita. Ella es ciertamente el pilar, la piedra angular que sostiene todo el edificio, con sus preciosas piernas, con las que baila en un local llamado Dedalus, al ser despedida del supermercado donde trabaja para pagarse los estudios. Ella es la vida real, el amor hecho carne.
Ulises pese a su poligamia mental, está enamorado de Pilar, su Penélope, y es correspondido, pero ambos tienen problemas, ella es una estudiante de arte, inmigrante sudamericana, siempre temiendo su expulsión del paraíso europeo, y él es un escritor sin éxito y con demasiadas ideas en la cabeza, siempre temiendo no llegar a tiempo, tener que humillarse para sobrevivir, y para salvar a su Penélope de los ataques que pueda recibir. Posteriormente, cuando Aquiles entra en contacto con él y su amistad se fortalece, también intenta salvarle de los dardos envenenados que Febo le lanza. Pero el destino, el fatum, ha de cumplirse y las cosas siguen el itinerario que guardan en su interior. Aquiles, finalmente, hará un regalo homérico a Ulises, y el curso de los acontecimientos recuperará su cauce.

Las descripciones de los movimientos de Ulises a bordo del autobús o de la moto, atravesando el caos de la ciudad, de una ciudad italiana cualquiera, podemos imaginarlo fácilmente, son divertidísimas, a la par que catastrofistas. Las condiciones climatológicas adversas, nieve, lluvia constante, atascos, manifestaciones,...caos, en suma. Y los pocos momentos de relax están unidos a la desbordante imaginación de Ulises, que dialoga constantemente con los autores de sus manuscritos, con los posibles prologuistas, de nombres absolutamente desternillantes. Sus escarceos amorosos, su poligamia mental, son medio reales, medio imaginarios, así como los de Aquiles, que no por monstruoso es asexuado, sino todo lo contrario, arde en deseo y su imaginación no conoce límites, para lo que se sirve de la ayuda de Ulises, y comparten su amor, uno real y otro imaginario, por la Penélope de divinas piernas.

En resumen, toda la historia y sus enloquecidos personajes están plagados de significación, que hay que seguir atentamente, para apurar bien la copa y asimilar su contenido. El libro es de lectura rápida, porque atrapa y atrae, y la prosa es ágil y altamente metafórica. La cantidad de connotaciones y recurrencias, de guiños mitológicos es tan enorme, que probablemente requiera varias lecturas, a cual más jugosa.


27/8/09

CINE DE VERANO

Este verano estoy disfrutando de una pelis clásicas encantadoras, y uno de sus encantos estriba en que las desconocía por completo. También he visionado pelis contemporáneas que me han llamado mucho la atención y otras que me han gustado menos, por supuesto. Pero quería hablar hoy de dos que me han parecido especialmente interesantes. Se trata de Estrellas en mi corona, (1950) de Jacques Tourneur, y de Sinfonía de la vida, (1940) de Sam Wood.
De las dos, la que más me ha gustado ha sido la primera, pero si las cito juntas es porque hay algo que las une, y es el clima, la sensación nostálgica de dos pequeñas ciudades apacibles de la América profunda, donde suceden cosas simples, cotidianas, rutinas diarias: la vida y la muerte. En ambas hay un punto de vista infantil o adolescente que domina la historia, y ambas tratan del recuerdo de días pasados. En cuanto a la manera de tratarlo, difieren completamente.
Estrellas en mi corona, (Stars in my crown) se basa en una novela de J. David Brown, que también participa en el guión, junto a Margaret Fitts. Como actores, un maduro y magnífico Joel MacCrea hace el papel principal, junto a un delicioso Dean Stockwell niño (de adulto en París, Texas), y luego una lista de secundarios muy acertada, en general: Alan Hale, Ellen Drew, Lewis Stone, James Mitchell... Es la historia de un pueblito del Sur norteamericano, al que llega un veterano de la guerra, pastor religioso, Josiah Grey.
La presentación del personaje ya indica el tono de la película, muy fordiano: Joel MacCrea, el pastor, entra en el saloon abarrotado, se coloca en una esquina de la barra y anuncia que va a hacer una lectura de la Biblia. Ante la inevitable reacción (risas, movimientos de salida, gestos hoscos) desenfunda sus dos pistolas...y las coloca a ambos lados de la biblia abierta. Simplemente las deja allí. Se hace el silencio y él comienza a leer. La vida en el pueblito se desarrolla con aparente normalidad, el pastor y su esposa conviven con un niño huérfano al que han adoptado (Stockwell), el médico de toda la vida ha traído a su hijo, médico también, para que lo vaya sustituyendo ya que ve cercana su muerte, y se establece una cierta competición entre este joven médico y el pastor, por los posibles pacientes de cada uno. Destaca otra amistad entre el clérigo y un antiguo compañero de milicia, el herrero sueco, cuya larga y rubia prole se mantiene al margen de la Iglesia y es requerido periódicamente por el pastor, no tanto en cuanto a su fe como en cuanto a su participación en los actos de la comunidad, o sea, las reuniones dominicales, donde el pueblo canta unido. También ocurren otras circunstancias, en las que interviene el elemento racista, respecto a un viejo granjero negro, que se ve agredido por algunos convecinos, bajo las túnicas blancas del Klan. Todo esto, junto a la aparición de unas fiebres tifoideas que mantienen ocupados tanto al doctor como al pastor.
A lo largo del film se desarrollan unas ideas básicas, como son la de la relación entre ciencia y fe religiosa, la convivencia pacífica entre ciudadanos diversos, la igualdad frente a las ideas segregacionistas, muy bien resuelta con el caso del granjero negro, haciendo ver que pueden afrontarse muchos problemas sin necesidad de recurrir a la violencia. En este punto recuerda a la también deliciosa Matar un ruiseñor (1968), de Robert Mulligan.
Tourneur trata todo desde el ángulo visual del niño, desde esa felicidad del mundo infantil, mostrada genialmente en el plano en que los dos niños se tumban sobre el carro de heno, henchidos de verano y de vida. La fotografía de Ch. E. Schoenbaum le da ese tono de calidez polvorienta sureña, y la canción que da título a la película recorre toda ella como elemento unificador.

En cuanto a Sinfonía de la vida (Our Town), de Sam Wood, la historia nos es introducida de la mano de uno de los habitantes de una pequeña población de New Hampshire a principios del siglo XX, Grovers Corners, que nos muestra una parte representativa de su población humana, así como sus costumbres, sus deseos y sus ilusiones, su vida...y su muerte. El guión se basa en una obra teatral de Thornton Wilder, y fundamentalmente conocemos los avatares cotidianos de dos familias, la del médico y la del jefe del periódico local. Cómo sus hijos de sexo opuesto se tratan a diario hasta que se miran con otros ojos y finalmente se casan. Un William Holden con apenas veinte años y una memorable Martha Scott puede que con algunos más, interpretan a esta pareja que a lo largo de los años se trata primero como vecinos y compañeros, luego como novios, como marido y mujer, como padres de los hijos que van viniendo, hasta que sobreviene la desgracia.
La manera de tratar esta historia es algo complicada, y, en mi opinión, un tanto fallida, por alguna escena que le sobra, en las explicaciones del presentador, y además, en un par e saltos en el tiempo, adelante y atrás, que dejan algo confusa la historia. También se introduce el elemento onírico o fantástico en la escena, de gran poesía, en la que los vecinos que han ido muriendo hablan con la última fallecida, que por su juventud, no quiere de ningún modo entrar a formar parte de ese macabro club. Y la nostálgica escena en que la fantasmal chica visita a su familia en tiempos pasados, tratando de volver, sin darse cuenta de que es irremediable, que la muerte forma parte de la vida y hay que aceptarla así. Otra escena memorable es la de los dos jóvenes en la heladería, cuando el chico (William Holden) se declara.
En fin, aunque me gustó menos que la anterior, también la considero una película interesante, y, para ser de Sam Wood, que no es un cineasta de primera fila, tiene momentos atractivos y conmovedores.

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