JUAN ESLAVA
GALÁN
Planeta Booket,
2012
Aprovechando que el año 2012 se
conmemoraba el ochocientos aniversario de la espectacular batalla de las Navas
de Tolosa, esta novela toma ese hecho como tema central. Años atrás, en 1195,
Alfonso VIII de Castilla había sufrido un fortísimo revés en Alarcos frente a
un terrible Almanzor. Alfonso no paró hasta recuperar su honor perdido,
reuniendo a Pedro II de Aragón y a Sancho VII de Navarra para esta vez aplastar
al hijo de Almanzor, Muhammad an Nasir, Miramamolín.
Esta es, pues, una historia de honor al tiempo que una historia de amor.
El autor crea identidades
ficticias que se mueven al lado de los personajes históricos. Como el título
nos indica, hay dos personajes que atraen poderosamente la atención: un
caballero menesteroso pero de gran apostura, Don Gualberto de Marignane, que proveniente
de guerrear en Constantinopla y Bulgaria, busca recuperar su feudo; una
dama, Doña Eliabel, casada con el caballero Hugo de Tours, cuyo trato no es
precisamente cariñoso y sí violento, además de ser precisamente el que ha
arrebatado el feudo a Don Gualberto. Entrambos, Gualberto y Eliabel surge una
pasión que les perturba y a la vez les hace vivir momentos plenos de felicidad,
siempre al día, pendientes de la inminente batalla de la que no saben qué
resultará. Desfilan por las páginas muchos otros: el veterano caballero Simón
de Mercia, que acoge en su mesnada a Don Gualberto y su paje Gahete; Doña
Ermengarda, (hermana de Simón) y su paje Gozo; Amalarico, arzobispo de Narbona;
Don Rodrigo, arzobispo de Toledo; Don Pedro del Afán, tesorero real, y Diego López de Haro, alférez real de Castilla,
etc.
Alrededor de la pasión de nuestro
protagonista y su amada, hay narraciones colaterales, como la del legendario
rey Arturo, o las de otros personajes que sería prolijo contar, pero sobre
todo, está la otra Historia, con mayúsculas: es decir, la preparación, los
prolegómenos de la gran batalla de las Navas de Tolosa. La paulatina llegada y
reunión de los tres reyes (Alfonso, Pedro y Sancho) así como caballeros
cruzados y sus mesnadas provenientes de los otros reinos peninsulares y de
allende los Pirineos, para formar un gran ejército que se enfrente a las tropas
del rey de Marruecos, el que llaman Miramamolín, afincado tras Sierra Morena.
El autor alterna capítulos (que
suelen ser bastante cortos, lo que agiliza la lectura) en los que habla de
múltiples personajes secundarios, componiendo un inmenso rompecabezas,
elaborando un verdadero tapiz de la época, donde muestra costumbres, alimentos,
ropas, elementos militares, descripción de tipos curiosos, recreando el clima
que podríamos imaginar que existiría en tal situación. Reyes, caballeros,
clérigos, pajes, damas y dueñas, soldados y villanos, todos tienen un papel y
nos enseñan algo de vidas y costumbres. Como en el resto de sus novelas
históricas, Eslava Galán sumerge al lector inmediatamente en la época en la que
sitúa la narración por medio del uso de un lenguaje lo más similar al del
momento en el que la acción tiene lugar. Digo similar, porque obviamente no es
igual, sería difícil para el lector entenderlo, pero sí es verosímil y sobre
todo, es capaz de transportarnos inmediatamente a tantos siglos atrás.
Sin embargo, Eslava quiere que
nos demos cuenta de que aunque nos narra algo real, se vale de la ficción: ha
tomado como narrador a un juglar, un contador de cuentos de la época, que se
dirige al lector como si se dirigiera al público aposentado alrededor de él, bebiendo
las palabras de su voz, y atrapados desde las primeros párrafos. Además, el
tono ofrece un punto de ironía que se desprende de los diversos comentarios o
descripciones a veces jocosos y a veces en forma de guiños alusivos a
situaciones o personas actuales; por ejemplo, introduce a alguien llamado Arturo Pérez Reverter (sic). También
llega a usar términos actuales como una manera de recordarnos que nos está
contando una ficción, como cuando habla en un determinado momento del músculo
de nombre kilométrico: esternocleidomastoideo.
La narración general, o sea, la
formación del ejército que culminará en la famosa batalla, está trufada de
capítulos en los que la vida personal de los dos enamorados, Gualberto y
Eliabel, cual Lanzarote y Ginebra, se explayan en amarse de todas las maneras
posibles, contando el autor tales prácticas con una gracia y una delicadeza
admirables. Siempre rebosante de humor, compensando el dramatismo de otros
momentos, la tensión entre los caballeros de acá y acullá, la tirantez entre los
reyes, los distintos problemas de
abastecimiento que van surgiendo, y la sombra de la humillante derrota de
Alarcos que se alarga sobre los cruzados.
Avanza casi al minuto, día a día
la narración, acercándose al momento cumbre: la batalla campal, que es descrita
con gran maestría y detalle, salpicándonos de sangre, sudor y lágrimas, tal es
la manera de implicarnos en ella. Es la parte más dramática de la novela, pero
el modo de narrarla hace que no podamos sino leerla de un tirón, emocionados y
entusiasmados. Novela altamente recomendable. Al final incluye unos apéndices
muy útiles: un censo de personajes, un glosario de términos, y un breve
apartado bibliográfico.
Ariodante
mayo 2013