1/4/12

ESPERANDO AL REY

EL REY DE CORAZONES
HANNA KRALL
Nocturna Ediciones, 2011

Es esta una novela escrita con el corazón en un puño. Un corazón que guarda una imagen, la de un hombre, el marido de la protagonista, Izolda. Szajek es un joven alto y rubio y cuando Izolda le conoce, se enamora de él al momento, y toda la vida le llevará en el corazón. Esto podría pensarse que es una banal historia de amor, pero hay unas variantes importantes: ambos son judíos polacos y todo ocurre mientras Varsovia está invadida por los alemanes y el gueto judío vive situaciones angustiosas.
Las circunstancias separan al matrimonio, y disgregan a toda la familia. Izolda, que para ocultarse fuera del gueto del que consigue escapar, usa un nombre polaco, ―Maria Pawlicka―se tiñe el pelo de rubio y se hace pasar por aria, tiene una única obsesión: encontrar a su esposo. Va siguiendo las noticias que le llegan por distintas vías, acerca de los campos donde le van recluyendo.  Le manda paquetes con comida, hasta que empiezan a devolvérselos. La vida de Izolda/Maria es un continuo trasiego de un sitio a otro, escondiéndose, tratando de encontrar también a la familia, a la que van matando o mueren por enfermedades derivadas del malvivir, pero siempre su objetivo principal es encontrar a su marido, estar lo más cerca posible de él, para intentar ayudarle. 
«No es seguro, querida. Allí suceden cosas horrorosas. ¿Quién nos traerá a su marido?
Yo, dice. Iré con vosotros y le traeré.
Pan Bolek deja de sonreír. Deja de llamarla “querida”, e arregla la camisa y se levanta de las tablas.
¿Iría usted por la alcantarilla?
¿Dónde tengo que presentarme?, pregunta.» (pág. 28)

Y así pasa por prisiones, campos de concentración, campos de trabajo, es detenida en varias ocasiones, hace de todo para conseguir dinero que le acerque a donde sigue su marido, y aprende a sobrevivir tragándose el miedo, el dolor, las humillaciones, el hambre y el frío. Le importa poco el aspecto ideológico de cada bando de la guerra. No sabe otra cosa que ha de hacer lo que sea para salvarle a él. Huye constantemente, recorre Polonia, Alemania, Austria, sirviéndose tanto de alemanes como de polacos, judíos o arios, con tal de que la ayuden: trata con contrabandistas, espías,  militantes políticos, policías, delatores, soldados soviéticos y soldados americanos, Gestapo y SS…trata con todos y sobrevive. Sobrevive para encontrar a su amado Szajek. Pero la vida sigue por otros derroteros que Izolda no entiende ni entenderá.
La narración está contada de un modo entrecortado: dividida en secciones breves, narrada en presente, casi a modo telegráfico a veces, minimalista. La autora lanza las frases a modo de dardos, casi como si de un guión teatral o cinematográfico se tratase, crudamente, pero sin especial dramatismo, como si los terribles hechos que la protagonista ha de vivir día a día fueran los más normales del mundo. Incluso la propia escritura, saltando de párrafo a párrafo crea fuerte una tensión y desasosiego en el lector, impacta y cala profundamente.
«No sabe a dónde se dirige el tren.
No tiene documentación.
No tiene nada aparte del abrigo de una trabajadora alemana, las medias de una judía húngara y el trozo de una dentadura postiza  judía con un diente de oro.
Durante la noche, el tren atraviesa Alemania; ella siente una alegría tan grande  que tiene ganas de llorar.
Soy libre, dice en voz alta.
Y estoy viva.
Y él está vivo.
Y todo irá bien…
Coge el abrigo y se suena la nariz con el forro» (pág. 128)

Desde su ancianidad en Israel, junto a hijas y nietos, desgrana partes de su historia, bregando con los problemas lingüísticos –los demás hablan en hebreo, idioma que ella desconoce― y con el desconocimiento de los hechos reales y el distanciamiento que supone vivir en un país tan distinto y tantos años más tarde. Ella, que nunca tuvo una ideología ni nada parecido, ha de vivir entre sus hijas y nietos, que han elegido vivir en Israel por decisión personal y política. Pero sigue pensando en lo mismo, vive en sus recuerdos. En su corazón sigue estando su esposo, rey de corazones.

Hanna Krall (Varsovia, 1935), escritora y periodista de origen judío, sus familiares fueron asesinados por los nazis o murieron de penalidades, así como otras personas que conoció. Ella sobrevivió permaneciendo oculta. Krall ha trabajado además como guionista de cine, concretamente, con el director polaco Kieslowski.

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