26/9/14

ROMA VISTA POR AGRIPINA

MEMORIAS DE AGRIPINA.
La Roma de Nerón.
PIERRE GRIMAL
EDHASA, 1993

Algunos autores clásicos hacen referencia a la existencia de unas memorias de Agripina, pero lo cierto es que se perdieron, por lo que Grimal, que es todo un experto en Roma y la Antigüedad clásica, ha tomado datos de Tácito, Suetonio, etc., y se ha lanzado a relatar, en esta su única novela, los círculos cercanos al poder en Roma. La Agripina que nos cuenta su vida es Agripina la Menor, nieta de Agripa, bisnieta por una parte de Augusto y Livia, y por otra, de Marco Antonio. Hereda, pues, los genes de las familias Antonia, Claudia y Julia, sintiéndose desde la infancia predestinada a ocupar las más altas esferas. Imaginarias memorias con las que conocerá el lector de modo novelado, la historia de Roma desde la subida al poder de Tiberio hasta los comienzos de Nerón.
Para abrir boca, y siempre con la voz de Agripina (que será la única narradora y el único punto de vista) el autor nos cuenta la muerte de Británico, el hijo que Claudio tuvo con Mesalina. El joven Británico muere envenenado, y a pesar de las varias muertes que pesan sobre los hombros de Agripina, esta se siente horrorizada: es su hijo, Nerón, ya en el poder como imperator, el causante de la muerte de su posible competidor al trono imperial. Nerón es el hijo que ha tenido con su primer marido, Domicio Aenobarbo, un personaje cruel y despiadado con el que fue casada a los trece años. Pero no se siente mal por presenciar una muerte, sino porque Británico podía haber sido su aliado.

Lo que el autor nos viene a mostrar a lo largo de la narración es el clima social y político de Roma, una vez que Augusto, garante moral y legal del gobierno y las costumbres romanas, desaparece de escena. No nos va a contar batallas, campañas militares ni demasiados detalles legales, no va a usar apenas nombres en latín, no nos va a abrumar con detalles técnicos; las batallas van a ser las propias rencillas internas a la familia imperial, y sus allegados. Las intrigas y la corrupción, desde la misma muerte de Augusto van a comenzar a extenderse como una plaga. En las mejores familias, eran habituales y cotidianos los divorcios continuos y los nuevos casamientos, completamente determinados por intereses políticos, económicos o de prestigio. El propio Augusto forzó algunos de ellos, y Livia, que le sobrevivió bastantes años, se ocupó de hacer y deshacer a placer con tal de allanarle el camino a su hijo Tiberio, antes y después de que accediera a ser el príncipe. Tiberio se ocupó del resto. Pero además, para conseguir el divorcio o simplemente para eliminar competidores en la continua lucha por el poder a todos los niveles, también era de lo más habitual matar, hacer matar o proscribir a alguien, mandándolo al exilio (caso sufrido por la propia Agripina, así como por su madre) con una acusación formal y un juicio, o simplemente, envenenandole la comida o enviando sicarios que asesinaban brutalmente a su víctima. Esto era de público conocimiento y admitido con relativa tranquilidad, dependiendo de la popularidad de la víctima...y de la popularidad del ordenante. La isla de Pandataria era el lugar de exilio de los familiares imperiales.

Las Memorias están divididas en seis capítulos. Siguiendo el orden de acontecimientos, Agripina dedica un primer capítulo a su padre, Germánico, para contar infancia, acompañando a sus padres a Grecia y Egipto; el segundo lo dedica a su tío abuelo Tiberio y trata de su casamiento a la tierna edad de 13 años, con Domicio (que será el padre de Nerón), así como del destierro y muerte de su madre, Agripina la Mayor; una tercera parte dedicada a su hermano Cayo (Calígula), antes y después de morir Tiberio, contando la vida desenfrenada, incestuosa y cruel,  en la que su hermano la obligó a participar, y que la llevará finalmente al destierro;  una cuarta parte para su tío Claudio, ya emperador y esposo de Mesalina, época en la que Agripina afila sus uñas a distancia, casada de nuevo con Crispo Pasieno, hombre tranquilo y poco ambicioso que hace de contrapeso a las ansias de Agripina y le sirve de discreto relax, mientras Mesalina revoluciona toda Roma con sus devaneos; la quinta parte es para su matrimonio con Claudio, y la lucha de Agripina para conseguir que Claudio adopte a su hijo, lo que hará, en perjuicio de Británico. Y llegamos al último capítulo: Nerón imperando. Sólo sabremos de los primeros años de su reinado.
En unas notas finales Agripina espera, ya resignada, la muerte que le llegará de mano de su propio hijo, para cuyo enaltecimiento no ha vacilado en cambiar de esposo tres veces, en matar, exiliar, difamar y denunciar a todo el que se le pone por delante. Encumbrar a Nerón implicaba un poder enorme para esta ambiciosa mujer, consciente de su linaje y orgullosa de su familia,...hasta que encuentra en Popea y en su propio hijo la horma de su zapato. Se cumple, efectivamente, el augurio de que su hijo llegaría a ser emperador, pero asimismo, que la mandaría matar. Se dice que la respuesta de Agripina cuando le anunciaron su futuro fue "Que reine, aunque me mate". Agripina morirá, con apenas 44 años, vividos, eso sí,  intensamente.

En todo momento la narración, a pesar de ser personal, es sobria, contenida y distante. Agripina vive llena de deseos, tristezas, ambiciones, humillaciones y miedos, a lo largo de estos años. Pero los anota en sus Memorias como algo irremediable, incluso como algo normal, cotidiano. Sólo a veces parece sentir un cierto escrúpulo, pero siempre encuentra una razón que justifique el crimen que va a cometer. Cuenta sus previsiones e intrigas palaciegas como si nos contara las próximos menús que está preparando. Posee una idea fija: primero, sobrevivir, tras el asesinato de Germánico y el destierro de su madre; después, acrecentar su poder, con la finalidad última de ver a su único hijo, Nerón, con la toga imperial. Y se vale de cualquier medio que le sirva. Agripina aprende, desde muy joven, estudiando a Livia Augusta, maestra en el arte de la intriga palatina. Y no tiene empacho en acceder a los requerimientos de Cayo/ Calígula, como tampoco lo tiene en mantener diversas relaciones con hombres siempre en beneficio de sus intereses. Agripina tiene una fuerte relación desde la infancia con su hermano Cayo,  al que favorece, pensando en ascender de categoría, y más tarde, cuando empieza a sufrir sus humillaciones y crueldades, intenta sobrevivir y esperar tiempos mejores, desde la isla de Poncia, desterrada por su hermano, junto a su hermana Livila. Allí conocen su muerte, y la elección de Claudio como príncipe, lo que supondrá la liberación de ambas.

Curiosa es también la relación de Séneca con la familia imperial.Calígula estuvo a punto de condenarlo en el 39, envidioso de su fama. Al subir Claudio al poder, en el 41, fue desterrado a Córcega, acusado de adulterio con Agripina. Si fue así o no,  no queda claro en las memorias, que aluden a una cierta intimidad entre ambos, pero sin afirmar rotundamente nada. Séneca mantuvo una excelente relación amistosa con Agripina, que es su principal valedora en Roma, con largas conversaciones sobre las distintas visiones del mundo. Elevado finalmente a la compañía del joven Nerón, como preceptor y como asesor y consejero después, el filósofo es mostrado por Grimal con cierta ambivalencia, como alguien que, no importándole demasiado estar alejado de la vorágine capitalina, tampoco desprecia acceder a los beneficios económicos y se sitúa, sin ningún empacho, a la vera de un joven caprichoso, inmoderado y decididamente dominado por Popea, su última mujer.
En el año 65 sería acusado de participar en la conspiración de Pisón, contra Nerón; éste le ordenó suicidarse. Pero eso no lo cuentan estas Memorias, obviamente.
Calculadora, ambiciosa, tan fría como aterradoramente bella, Agripina (como Livia o Mesalina), pertenece a una raza de mujeres patricias que están entre bastidores del poder. No se les permite gobernar, pero mueven los hilos y manejan las voluntades de los hombres que son, finalmente, quienes firman las sentencias de muerte, destierro o exilio, quienes hacen las leyes y quienes van a la guerra.
En suma, esta obra es un acercamiento a la historia romana real, a la historia de los emperadores de Tiberio a Nerón, contada por un miembro femenino de la familia imperial, centrándose en el entramado de intrigas y de relaciones internas que componía la clase política romana. No es una novela emotiva, a pesar de los espantosos hechos que narra; Grimal, que es ensayista e historiador, se acerca más al ensayo histórico que a la novela, ya que, si bien está correctamente escrita, presenta los hechos de modo directo y llano, desde un único punto de vista, con gran distanciamiento. A diferencia de otras novelas que incluyen cartas o distintas versiones de los mismos hechos, Grimal ha preferido una narración casi lineal, clásica, que nos informa pero a la vez nos mantiene alejados, no nos permite tomar parte. Presenta a nuestros ojos la versión que una mujer romana daría, no la que desde la contemporaneidad podríamos imaginar. Probablemente ese sea su mejor logro.

Pierre Grimal (París, 1912-1996) fue uno de los más destacados latinistas y especialistas actuales en la antigüedad romana. Traductor de obras de Tácito, Plauto y Terencio, fue también profesor emérito de la Sorbona, presidente de la Asociación Vita Latina y miembro de la Sociedad Francesa de Arqueología Clásica, de la Sociedad de Egiptología, de la Real Academia Sueca de Historia y de la Real Academia Belga.





Ariodante



22/9/14

MARCO AURELIO COMO EXCUSA

LA PRIMERA MUERTE DE MARCO AURELIO



GISBERT HAEFS
EDHASA, 2004


Para los lectores habituales de Gisbert Haefs es esta una obra que puede resultarles, cuando menos, algo desconcertante. Habituados a las excelentes novelas históricas y a los muy atractivos relatos policiacos o negros del autor germano, esta novela, ambientada en la época de Marco Aurelio, es diferente: no es, propiamente, una novela histórica. No se nos narran hechos de la vida de Marco Aurelio, como se podría desprender del título. Sin embargo, puesto que solo se muere una vez, el título avanza que la narración será pura ficción. Marco Aurelio probablemente hubo de soportar mas de un intento de acabar con su vida, más de una conjuración, como todos los gobernantes. Pero no es este el caso.  ¿Podría haber ocurrido así? Sí, quizás…pero no ocurrió.
Al comienzo del libro ya notamos varias cosas: una, la novela tiene una trama más policiaca que histórica; los personajes y la acción son mayoritariamente ficticios (casi todos), el tono es humorístico, satírico, incluso hilarante; la acción es confusa e intrincada, en algunos momentos enloquecida. Y la conjuración contra el emperador, una mera excusa. Las intrigas políticas, la vida y costumbres en la sociedad romana de la época, el trazado de las calles y en especial, la vida en el barrio Transtiberino (Trastevere), popular y peligroso, o los habitantes de las cloacas, lo que Haefs llama el inframundo,  eco de las tropas de mendigos y truhanes de Los Miserables, con líder enmascarado (que también recuerda al Dumas de La máscara de Hierro), …todo ello no es sino el escenario que rodea a la acción.  Y la acción en sí es una maraña imposible de desentrañar, un lío fenomenal que también sirve de excusa para el verdadero interés del autor. Interés que se centra el la forma literaria, más cercana a la sátira, a la novela picaresca…en su forma clásica: Apuleyo o Luciano.
 
Los que conozcan la obra tanto de Apuleyo como, sobre todo, de Luciano de Samosata, personajes que sí existieron y que tienen presencia importante en la novela,  creo que son los que mejor sacarán partido de las referencias que Haefs les hace aquí. La propia construcción de la novela es luciana, por decirlo así. Una parodia, una mezcla de esperpento, opera bufa, aventuras detectivescas, historias de amor y de lujuria…bajo la excusa de una supuesta conspiración contra Marco Aurelio.
Haefs juega con el lector: le hace recorrer un laberinto literario en el que el poco avezado se va a perder y quizás abandone a la primera. O simplemente siga la trama detectivesca y se quede en la superficie. Pero el autor tiene un excelente historial en su haber, por lo que merece la pena ser indulgente y hacer un esfuerzo para llegar hasta el final, eso sí, sin tratar de comprender el entramado, ya complicado para los propios protagonistas. En cierto modo es como El sueño eterno de Raymond Chandler, donde uno sigue la trama con dificultad, sin enterarse realmente de quién es el asesino, porque en realidad lo que a Chandler le interesa no es tanto la solución del enigma, (que es la excusa) como hacernos pasear por los bajos fondos, las corruptas intenciones de algunos personajes encumbrados, y los amores del detective con “la chica”.
En este caso, el detective se llama Cayo Pacuvio, un comandante de la guardia imperial; la chica se llama Corina, y es una actriz con aspiraciones de escritora de la compañía Mimos de Mopsos; finalmente, Batrax, un raterillo que a su vez tiene un cormorán como mascota. Y entre ellos se crean unas relaciones casi familiares, dejando entrever la posibilidad de que realmente lo sean. Hay, además, toda una serie de personajes que, con sus idas y venidas complican en grado sumo el seguimiento de la narración: amigos, enemigos, personajes con doble identidad, espías, intrigantes, delincuentes, corruptos, amantes, todos bajo la sombra de Marco Aurelio...hasta que aparece la estrella de la narración: Luciano de Samosata, acompañado de Apuleyo. El personaje de Luciano es francamente divertido: su actuación en una casa patricia, el discurso retórico que improvisa en torno a lo primero que se le ocurre, es desternillante. Aunque también es un atractivo amante…
Por otra parte, la escena que se desarrolla en la biblioteca, sancta santorum que custodia el arúspice etrusco Vel Kuruna, es todo un canto en favor de los textos clásicos, una especie de sagrada admiración y goce excelso ante tanto acúmulo del saber y de la historia. En ella se cita tanto una versión humorística de la historia, como una narración viajera por parte de Apolodoro, otro invitado a la visita en biblioteca.
El mundo del teatro, representado por los Mimos de Mopsos, aparece como un conjunto enloquecido, de itinerantes cómicos de nombres hilarantes como Los Agorafónicos y cuyas actuaciones pueden pasar de ser altamente divertidas a peligrosamente dramáticas.
La elección de nombres para los personajes de ficción tiene un carácter francamente jocoso y humorístico. Tono que en general domina toda la novela, aunque haya momentos en los que la acción se torna dramática; sin embargo, siempre hay un séptimo de caballería: en este caso, el joven Lucio Septimio Severo, personaje real y futuro emperador, aunque su participación en los hechos narrados sea pura ficción. Apoteósica la escena final en los Jardines de César, donde intervienen ¡todos! los personajes en un maremágnum descomunal. 

En suma, una novela complicada, enrevesada, que hay que leerla en clave de humor, y disfrutar de los tramos donde Haefs se explaya, tanto con Luciano como con otras referencias literarias. Y no tomarse muy en serio el resto, es decir, seguir la acción aunque no entendamos las largas explicaciones sobre las posibles líneas de investigación o las disertaciones sobre la constitución republicana y la imperial. Si el lector tiene la paciencia y la perseverancia de continuar leyendo el libro tras la confusión inicial, resulta una novela entretenida, bien ambientada, con muchas connotaciones y referencias literarias clásicas.

Gisbert Haefs (Wachtendonk, Alemania, 1950) es escritor, editor y traductor. Estudió Filología Inglesa e Hispánica en la Universidad de Bonn. Trabajó como traductor al alemán e incluso editor de escritores importantes, dedicándose también a la escritura. Ha cultivado numerosos estilos literarios, destacando ciencia ficción, novela policíaca e histórico policíaca. Sus obras están escritas con gran detalle y buena documentación, así como rigor histórico. Ha recibido numerosos premios.



Ariodante




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