La Roma de Nerón.
PIERRE GRIMAL
EDHASA, 1993
Algunos autores clásicos hacen referencia a la existencia de unas
memorias de Agripina, pero lo cierto es que se perdieron, por lo que Grimal,
que es todo un experto en Roma y la Antigüedad clásica, ha tomado datos de
Tácito, Suetonio, etc., y se ha lanzado a relatar, en esta su única novela, los
círculos cercanos al poder en Roma. La Agripina que nos cuenta su vida es
Agripina la Menor, nieta de Agripa, bisnieta por una parte de Augusto y Livia,
y por otra, de Marco Antonio. Hereda, pues, los genes de las familias Antonia,
Claudia y Julia, sintiéndose desde la infancia predestinada a ocupar las más
altas esferas. Imaginarias memorias con las que conocerá el lector de modo
novelado, la historia de Roma desde la subida al poder de Tiberio hasta los
comienzos de Nerón.
Para abrir boca, y siempre con la voz de Agripina (que será la única
narradora y el único punto de vista) el autor nos cuenta la muerte de
Británico, el hijo que Claudio tuvo con Mesalina. El joven Británico muere
envenenado, y a pesar de las varias muertes que pesan sobre los hombros de
Agripina, esta se siente horrorizada: es su hijo, Nerón, ya en el poder como imperator, el causante de la muerte de
su posible competidor al trono imperial. Nerón es el hijo que ha tenido con su
primer marido, Domicio Aenobarbo, un personaje cruel y despiadado con el que
fue casada a los trece años. Pero no se siente mal por presenciar una muerte,
sino porque Británico podía haber sido su aliado.
Lo que el autor nos viene a mostrar a lo largo de la narración es el
clima social y político de Roma, una vez que Augusto, garante moral y legal del
gobierno y las costumbres romanas, desaparece de escena. No nos va a contar
batallas, campañas militares ni demasiados detalles legales, no va a usar
apenas nombres en latín, no nos va a abrumar con detalles técnicos; las
batallas van a ser las propias rencillas internas a la familia imperial, y sus
allegados. Las intrigas y la corrupción, desde la misma muerte de Augusto van a
comenzar a extenderse como una plaga. En las mejores familias, eran habituales
y cotidianos los divorcios continuos y los nuevos casamientos, completamente
determinados por intereses políticos, económicos o de prestigio. El propio
Augusto forzó algunos de ellos, y Livia, que le sobrevivió bastantes años, se
ocupó de hacer y deshacer a placer con tal de allanarle el camino a su hijo
Tiberio, antes y después de que accediera a ser el príncipe. Tiberio se ocupó
del resto. Pero además, para conseguir el divorcio o simplemente para eliminar
competidores en la continua lucha por el poder a todos los niveles, también era
de lo más habitual matar, hacer matar o proscribir a alguien, mandándolo al exilio
(caso sufrido por la propia Agripina, así como por su madre) con una acusación
formal y un juicio, o simplemente, envenenandole la comida o enviando sicarios
que asesinaban brutalmente a su víctima. Esto era de público conocimiento y
admitido con relativa tranquilidad, dependiendo de la popularidad de la
víctima...y de la popularidad del ordenante. La isla de Pandataria era el lugar
de exilio de los familiares imperiales.
Las Memorias están divididas en seis capítulos. Siguiendo el orden de
acontecimientos, Agripina dedica un primer capítulo a su padre, Germánico, para
contar infancia, acompañando a sus padres a Grecia y Egipto; el segundo lo
dedica a su tío abuelo Tiberio y trata de su casamiento a la tierna edad de 13
años, con Domicio (que será el padre de Nerón), así como del destierro y muerte
de su madre, Agripina la Mayor; una tercera parte dedicada a su hermano Cayo
(Calígula), antes y después de morir Tiberio, contando la vida desenfrenada,
incestuosa y cruel, en la que su hermano
la obligó a participar, y que la llevará finalmente al destierro; una cuarta parte para su tío Claudio, ya
emperador y esposo de Mesalina, época en la que Agripina afila sus uñas a
distancia, casada de nuevo con Crispo Pasieno, hombre tranquilo y poco
ambicioso que hace de contrapeso a las ansias de Agripina y le sirve de
discreto relax, mientras Mesalina revoluciona toda Roma con sus devaneos; la
quinta parte es para su matrimonio con Claudio, y la lucha de Agripina para
conseguir que Claudio adopte a su hijo, lo que hará, en perjuicio de Británico.
Y llegamos al último capítulo: Nerón imperando. Sólo sabremos de los primeros
años de su reinado.
En unas notas finales Agripina espera, ya resignada, la muerte que le
llegará de mano de su propio hijo, para cuyo enaltecimiento no ha vacilado en
cambiar de esposo tres veces, en matar, exiliar, difamar y denunciar a todo el
que se le pone por delante. Encumbrar a Nerón implicaba un poder enorme para
esta ambiciosa mujer, consciente de su linaje y orgullosa de su familia,...hasta
que encuentra en Popea y en su propio hijo la horma de su zapato. Se cumple,
efectivamente, el augurio de que su hijo llegaría a ser emperador, pero
asimismo, que la mandaría matar. Se dice que la respuesta de Agripina cuando le
anunciaron su futuro fue "Que reine, aunque me mate". Agripina
morirá, con apenas 44 años, vividos, eso sí,
intensamente.
En todo momento la narración, a pesar de ser personal, es sobria,
contenida y distante. Agripina vive llena de deseos, tristezas, ambiciones,
humillaciones y miedos, a lo largo de estos años. Pero los anota en sus
Memorias como algo irremediable, incluso como algo normal, cotidiano. Sólo a
veces parece sentir un cierto escrúpulo, pero siempre encuentra una razón que
justifique el crimen que va a cometer. Cuenta sus previsiones e intrigas
palaciegas como si nos contara las próximos menús que está preparando. Posee
una idea fija: primero, sobrevivir, tras el asesinato de Germánico y el
destierro de su madre; después, acrecentar su poder, con la finalidad última de
ver a su único hijo, Nerón, con la toga imperial. Y se vale de cualquier medio
que le sirva. Agripina aprende, desde muy joven, estudiando a Livia Augusta,
maestra en el arte de la intriga palatina. Y no tiene empacho en acceder a los
requerimientos de Cayo/ Calígula, como tampoco lo tiene en mantener diversas
relaciones con hombres siempre en beneficio de sus intereses. Agripina tiene
una fuerte relación desde la infancia con su hermano Cayo, al que favorece, pensando en ascender de
categoría, y más tarde, cuando empieza a sufrir sus humillaciones y crueldades,
intenta sobrevivir y esperar tiempos mejores, desde la isla de Poncia,
desterrada por su hermano, junto a su hermana Livila. Allí conocen su muerte, y
la elección de Claudio como príncipe, lo que supondrá la liberación de ambas.
Curiosa es también la relación de Séneca con la familia imperial.Calígula
estuvo a punto de condenarlo en el 39, envidioso de su fama. Al subir
Claudio al poder, en el 41, fue desterrado a Córcega, acusado de adulterio con
Agripina. Si fue así o no,
no queda claro en las memorias, que aluden a una cierta intimidad entre
ambos, pero sin afirmar rotundamente nada. Séneca mantuvo una excelente
relación amistosa con Agripina, que es su principal valedora en Roma, con
largas conversaciones sobre las distintas visiones del mundo. Elevado
finalmente a la compañía del joven Nerón, como preceptor y como asesor y
consejero después, el filósofo es mostrado por Grimal con cierta ambivalencia,
como alguien que, no importándole demasiado estar alejado de la vorágine
capitalina, tampoco desprecia acceder a los beneficios económicos y se sitúa,
sin ningún empacho, a la vera de un joven caprichoso, inmoderado y
decididamente dominado por Popea, su última mujer.
En el
año 65 sería acusado de participar en la conspiración de Pisón, contra Nerón;
éste le ordenó suicidarse. Pero eso no lo cuentan estas Memorias, obviamente.
Calculadora, ambiciosa, tan fría como aterradoramente bella, Agripina
(como Livia o Mesalina), pertenece a una raza de mujeres patricias que están
entre bastidores del poder. No se les permite gobernar, pero mueven los hilos y
manejan las voluntades de los hombres que son, finalmente, quienes firman las
sentencias de muerte, destierro o exilio, quienes hacen las leyes y quienes van
a la guerra.
En suma, esta obra es un acercamiento a la historia romana real, a la
historia de los emperadores de Tiberio a Nerón, contada por un miembro femenino
de la familia imperial, centrándose en el entramado de intrigas y de relaciones
internas que componía la clase política romana. No es una novela emotiva, a
pesar de los espantosos hechos que narra; Grimal, que es ensayista e
historiador, se acerca más al ensayo histórico que a la novela, ya que, si bien
está correctamente escrita, presenta los hechos de modo directo y llano, desde
un único punto de vista, con gran distanciamiento. A diferencia de otras
novelas que incluyen cartas o distintas versiones de los mismos hechos, Grimal
ha preferido una narración casi lineal, clásica, que nos informa pero a la vez
nos mantiene alejados, no nos permite tomar parte. Presenta a nuestros ojos la
versión que una mujer romana daría, no la que desde la contemporaneidad
podríamos imaginar. Probablemente ese sea su mejor logro.
Pierre Grimal (París, 1912-1996) fue uno de los más destacados
latinistas y especialistas actuales en la antigüedad romana. Traductor de obras
de Tácito, Plauto y Terencio, fue también profesor emérito de la Sorbona,
presidente de la Asociación Vita Latina y miembro de la Sociedad Francesa de
Arqueología Clásica, de la Sociedad de Egiptología, de la Real Academia Sueca
de Historia y de la Real Academia Belga.
Ariodante