RUFINO FERNÁNDEZ
AUTOEDICION,
2014
Desde un apartamento donde vive recluido
voluntariamente, entre montañas de periódicos que remiten a unos hechos que le
atormentan, oyendo a Charlie Parker, Bessie Smith y Jelly Roll Morton una y
otra vez, un hombre se dirige a un oyente imaginario: el lector, haciéndole
partícipe de lo que puebla su mente: recuerdos, obsesiones, miedos y
alucinaciones. Y sobre todo, mostrando su soledad, una soledad elegida. “No
tengo ningún interés en conocer otra cosa que lo que rememoro aquí - nos dice- Todo el día y la noche alrededor de los mismos
pensamientos. Sé que es un infierno, pero es mi infierno. Y he decidido estar
cerca de la caldera para irme acostumbrando a lo que venga. No encuentro
motivos para desear otra cosa.” (pág.133)
Esta es, pues, una narración que cuenta la
historia personal de un hombre especial: un hombre que veía fantasmas. No
cualquier fantasma, sino aquellos que en vida habían tenido una especial
incidencia en su vida. Un hombre que pudo haber provocado la muerte de otro
hombre.
Jocelyn
Gordon Whitehead (1895-1954) es un personaje real, existió, aunque el dibujo
que el autor nos hace aquí es de alguien imaginado. Porque en realidad, no se
sabe apenas nada de este hombre, salvo que era un estudiante de la universidad
de McGill, (Montreal) aficionado al boxeo y que según declaró a la policía,
propinó varios puñetazos a Houdini, a petición del mismo; tras lo cual, al
producirse días más tarde la muerte del mago, (que, por cierto, no murió
asesinado, sino a causa de una peritonitis) el estudiante desapareció del mapa,
se esfumó, literalmente. Como un fantasma. Lo único que se tiene de él es una
fotografía algo borrosa, en la que lleva un libro en la mano. Curiosamente,
también se sabe que en 1928 fue detenido por robar un libro en una librería.
Después...la foto, que data de 1950. Y una lápida en el cementerio de Montreal.
Rufino Fernández ha intentado imaginar qué clase
de hombre podría ser este, qué sentimientos de culpa o de resentimiento podría
haber desarrollado, qué vida llevaría hasta su muerte. Así, el relato
resultante no habla tanto de Houdini como de Gordon, y muestra a un niño
solitario, con problemas familiares, relaciones difíciles con su madre y un
padre que desaparece de sus vidas.
Estudiante no muy sociable, gusta más de pegarle
al saco de punching con los guantes de boxear. Sam Smilivitz, alias Smiley,
era uno de los compañeros de facultad que le acompañaron a ver a Houdini, y que
fue testigo de los hechos, junto a Jacques Price. Ninguno de los dos eran más
que ocasionales amigos. Sus relaciones con las mujeres son escasas, (Lucy,
Marian, Mabel…) y, en general, a raíz de lo que llama “el incidente”, cada vez
se hace más huraño y se recluye en sí mismo, desapareciendo siempre que alguien
le reconoce o le recuerda su relación con Houdini.
Pero eso no es todo: Gordon ve aparecidos, como
hemos dicho al principio. Primero, su madre, de
cuyo abandono siente remordimientos inconscientemente. Luego, Houdini, de
cuya muerte se siente, de algún modo, responsable. Su propio padre parece
establecer con él un contacto entre la realidad y la imaginación. Y en esa
época, finales del XIX y primeros años del XX, se desarrolla un movimiento
espiritista muy fuerte, siendo uno de los mayores difusores el escritor Arthur
Conan-Doyle. con quien Gordon se entrevista, tratando -sin éxito- de encontrar
explicación a sus visiones.
Así, el narrador/protagonista va divagando,
dirigiéndose a veces a su madre, otras a una tal Mabel Jackson, (con la que
mantiene una extraña relación, y que escribirá la nota final) desde su obsesivo
encierro solitario, sobre el espiritismo, su infancia, el accidente de la barca
con sus amigos, los primeros escarceos sexuales, el boxeo, y una serie de
historias colaterales como la de la señora Barret y su marido; la historia del
lituano Freddy; la historia del propio Houdini, sus orígenes y sus números de
magia; el robo de los Diarios de Samuel Pepys en una librería y su
posterior detención; el decepcionante encuentro con Conan-Doyle y esposa, tras
“el incidente”; el caso de las hermanas Fox y el “cadáver emparedado”, el caso
de los falsos espiritistas, los hermanos Davenport; en encuentro con el medium Arthur Ford, que le provoca un
ataque de pánico; incluso sus relaciones con los periodistas que le acosan,
incluido un tal Don Bell, que, curiosamente, es el autor de un libro (no
traducido al español, publicado en 2004), cuyo título coincide con el presente.
Rufino Fernández le hace aparecer como un cameo en su texto.
De hecho, se han escrito muchos libros sobre la
vida de Houdini y sobre lo dudoso de su muerte, el código secreto que le dejó a
su esposa para que se pudiera comunicar con él por medio de videntes (no fue el
caso), siendo, como era, un afamado detractor de los visionarios y mediums,
a los que acusaba (incluyendo al propio Conan-Doyle) de farsantes y
engañabobos. Todo esto y más digresiones salen a relucir en esta narración,
que, sin embargo tiene como protagonista a un hombre cuya mente deriva paulatinamente
hacia el caos y hacia ese mundo fantasmal con el que tiene continua relación.
Rufino Fernández Redondo (Cañaveral, 1953)
es profesor en escuelas de negocios y consultor de empresas. Durante años
dedicó buena parte de su tiempo libre a la arqueología, publicando estudios
sobre el mundo antiguo y colaborando en numerosas excavaciones, en yacimientos
de diversos periodos, tales como los del paleolítico, neolítico, íbero, romano
y altomedieval. En 2003 publicó la novela ¡Acorralado!,
basada en el tema del acoso moral y la perversidad. En 2007 fue finalista
del Premio de novela histórica Alfonso X el Sabio con la novela La sombra del mercenario. En 2010
publicó su siguiente novela histórica Gala
Placidia. Reina de los bárbaros. Y en 2011 puso en manos de sus lectores El líder de Atapuerca, libro donde
muestra las claves del liderazgo y la gestión de empresas. Posteriormente
publicó Jemmy Button, el indio de Darwin
(Ed. Evohé, 2012). El presente libro está editado por el propio autor y se
distribuye directamente por Amazon.
Ariodante