Trad.: Carlos
Fortea
Nocturna
Ediciones, 2013
El universo colorista y sensitivo de von Keyserling se manifiesta de nuevo en esta novela corta, donde la pluma del escritor germano vibra y hace vibrar de sensaciones y emociones al lector. Como es habitual, sus relatos se sitúan en la placidez campestre nórdica, siempre alrededor de un castillo o mansión del noble local. La antigua aristocracia rural nórdica, abocada a un declive progresivo, mientras mantienen erguida su figura, símbolo para la población que les rodea y que les mira como estandarte.
El eje de la narración es el pastor Erwin Werner, que ejerce su
ministerio entre los pobladores de una pequeña aldea a la sombra de las varias
mansiones como la de Dumala, cuyo
propietario, el barón Werland, es un inválido al cuidado de una esposa aún
joven y bellísima. La baronesa Karola es la causa perturbadora de la vida
doméstica del pastor, así como de otros hombres. El pastor está ingenuamente embelesado con la
baronesa, que obviamente le trata como a un sirviente, un sirviente que aspira
con delectación el perfume que exhala tan altiva e inalcanzable flor. Y a la
dama le gusta ser amada en silencio, deseada a prudencial distancia…aunque
ansía, al mismo tiempo, vivir una violenta pasión. Y esta se presenta bajo la
prestancia del barón von Rast, audaz, atractivo, temerario vecino que gusta de
visitar a tan atractiva dama con tan comedido esposo, incluso arriesgando su
vida por caminos peligrosos.
Keyserling es un pintor del lenguaje,
un creador de espacios estéticos emocionales y sus novelas están impregnadas de una mezcla
de nostalgia, soterradas pasiones y naturaleza. Describe muy bien –al fin y al cabo es su caso– la aristocracia
rural en trance de desaparición, las relaciones entre los sexos donde las
grandes pasiones afloran tras frustrados intentos de ocultarlas. Sus personajes
se debaten entre el deseo y el deber, contrastando con la posición social de
cada uno, que les impide determinadas opciones.
En el presente caso, tres hombres sufren una pasión soterrada e
imposible: el esposo que se sabe traicionado pero que comprende y disculpa; el
secretario que no se atreve ni a esperar una mirada de su dama; y el clérigo,
al que le está vedado salirse de su función meramente pastoral pero descubre en
su interior deseos prohibidos. Un cuarto hombre, el barón Rast, aficionado y
amante de la caza, será el que precisamente atrape a la gacela.
El clérigo Werner, incapaz de soportar por más tiempo la presión de
los celos, llega a tomar una peligrosa decisión, contrariando por completo sus
principios racionales y religiosos. Tanto él como el humillado secretario y el
esposo inválido, asisten inevitablemente a la peligrosa deriva de Karola. Sin
embargo, aunque unidos en su despecho, cada uno toma un giro diferente en su
reacción ante el desastre. Las relaciones de Werner con su desolada esposa
Lene, los desesperados intentos de ella por atraer la atención del esposo, al
que sabe enamorado platónicamente de Karola, la desesperación de Werner…todo
ello es descrito con sobriedad y a la vez, con certeras pinceladas.
Un mundo poblado de colores, luces, sonidos y sensaciones nos envuelve
desde la primera página. El paisaje nos circunda, escuchamos el sonido del
viento, el crujir de la nieve, sentimos el frío de la helada, percibimos la
oscuridad de la noche poblada de inquietudes y sospechas. Escuchamos los
cascabeles del trineo mientras observamos el brillo en la mirada o la angustia
ante una ausencia. Una obra bella y emotiva, en su línea habitual, que los
lectores aficionados a este tipo de novelas disfrutarán con largueza. La
edición y traducción, espléndidas, como siempre.
Ariodante