IRÈNE NÉMIROVSKY
Ed. Salamandra, 2012
Terrible alegato contra la obsesión de la
eterna juventud y belleza física, esta novela corta está escrita por una mujer
que destila un gran odio hacia ese tipo femenino que vive para ser adorada,
deseada, amada e idolatrada por los hombres, …y odiada por el resto de las
mujeres.
La novela, a modo de introducción, describe
un juicio por asesinato/homicidio. La riquísima, bella y madura Gladys Eysenach
es acusada de matar a un joven amante, Bernard Martin, muerte que ella admite,
aunque no que fueran amantes. Van turnándose los testigos en el interrogatorio,
y por las preguntas y respuestas concluimos que se trata de una mujer con mucho
mundo, casada un par de veces, admirada por los hombres, pero que arrastra
hechos penosos en su vida, como una niñez desgraciada, la muerte de su única
hija, y una vida errante y vacía. Un carrusel de amantes de todas las edades le
proporciona una pésima fama de “devoradora de hombres”, pese a ser una mujer
libre, que incluso ha rechazado las proposiciones de matrimonio de su último
amante, el conde Monti.
Comienza propiamente la novela tras esta
introducción, y la autora pasa a narrar la vida de la señora Eysenbach, desde
su más tierna juventud hasta el momento del disparo letal. Y así, desde un
primer momento, Gladys es descrita como una mujer dominada por una obsesión:
mantener su juventud eternamente y ser admirada y amada por ello. Su necesidad de
ser amada devotamente es superior a su inclinación a amar. Es, claramente un
caso de neurosis patológica lo que la autora nos presenta aquí. Toda la vida de Gladys se desarrolla en
función de conseguir este objetivo: permanecer joven y bella, ser un objeto de
deseo permanente. Afortunadamente no le falta el dinero y se puede permitir una
vida regalada, sus sucesivos maridos la miman, sus amantes la adoran …

Y el tiempo sigue pasando. Gladys consigue
aparentar diez, quizá quince años menos, pero ya no atrae a los hombres del
mismo modo: les atrae su dinero y su posición social. Asustada, aterrorizada ante los cambios que
nota en sí, se lanza a una huida hacia delante, buscando la juventud en los
nuevos amantes, siempre más jóvenes que ella. Negando siempre su edad,
autoengañándose, finalmente conoce al joven
Bernard, y aquí comienza su calvario. Como la Jezabel bíblica, no duda en
recurrir a la muerte de otros para mantener viva su obsesión.
La novela exuda ocultos sentimientos
autobiográficos de la autora contra el recuerdo de su propia madre, que la ignoró en su infancia y generó en ella
un profundo odio y a la vez una frustrada necesidad de amor maternal. Trata al
personaje central de un modo nada compasivo, en realidad la presenta como un
monstruo cruel y despótico, pero eso sí, rebosante de belleza y atracción
sensual. Es una disección brutal, en el que si bien hace comprender al lector
los mecanismos mentales de esa mujer, no los justifica en absoluto y además,
atrae su castigo final.

El 13 de julio de 1942, Irene fue
arrestada por la gendarmería francesa e internada en el campo de Pithiviers;
muy pronto sería deportada a Auschwitz, donde murió de tifus el 17 de agosto de
1942.
Ariodante