JUAN GRANADOS
EDHASA, 2006
Novela biográfica
que nos proporciona una semblanza sobre la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, más conocido por El Gran Capitán, título
o apodo que pareció merecer
cabalmente. Sin embargo, no es una biografía. Juan Granados ha elegido mostrarnos la última etapa de la vida militar
del de Córdoba, casi en la cincuentena, trazando aquí y allá algunos saltos atrás,
para mostrar su participación
en la guerra contra Granada y como a partir de ella creció el interés y la consideración de los Reyes Católicos hacia él, lo que le llevó a liderar las distintas campañas contra el Turco y el Francés, en tierras italianas. El autor prefiere que la novela se
centre en la personalidad de Gonzalo, y de algunos de sus allegados, y que
desarrolle las vicisitudes internas a la vida castrense en momentos álgidos de la lucha por
recuperar el reino de Nápoles.
La figura del Capitán que
nos presenta Granados baraja lo legendario con lo real, o lo que imagina el
autor que pudo ser real, lo que pudo sentir o pensar ante las dificultades y
conflictos con los que se encontró,
que fueron muchos. No vencía
por tener una especial suerte: se trabajaba las victorias a pulso, además de que contaba con unos
excelentes colaboradores en sus oficiales y subalternos.
Es la napolitana probablemente la
etapa más gloriosa del
Gran Capitán. Los capítulos se centran en las grandes y victoriosas batallas -se
decía de Gonzalo Fernández de Córdoba que era invencible, que
tenía una protección especial- que el capitán español
lideró y desarrolló para gloria de sus señores, los Reyes Católicos. Siete capítulos y un epílogo en el que narra su
encuentro (tras años de
ausencia) con el rey Fernando, que, inquieto por el poder que el ya virrey de Nápoles ostentaba, finalmente le
hace regresar a su tierra natal. Un Apéndice
relata la carta del Capitán
a su hija Elvira, llena de recomendaciones y advertencias.
Así pues, comienza la novela con el asedio al castillo de San
Jorge en Cefalonia, en manos turcas, sigue con la batalla por Tarento, la
expansión por Barletta, y
la Puglia, la complicada batalla de Ceriñola y la llegada triunfal a Nápoles, cerrando con el cerco a Gaeta y la terrible lucha en
el Garellano (o Garigliano ), concluyendo con la definitiva expulsión de los franceses del Regno de
Nápoles y haciéndose cargo del virreinato
Gonzalo de Córdoba.
Conocemos las relaciones con los papas, con César Borgia, con los poderosos Colonna y los Orsini, y
finalmente, tras años de
guerrear contra los franceses en Italia, cambian las tornas. La política del rey Fernando, viudo de
la Reina Isabel, vuelve la mirada a Francia y se alía con ella por medio del casamiento con Germana de Foix,
sobrina del monarca galo. Así, las vueltas que da la vida:
el Gran Capitán se
encuentra contemporizando con los
generales franceses contra los que peleó
años atrás y a los que venció.
Juan Granados pinta el retrato de un
hombre mesurado, cabal, que departe y anima a las tropas con su ejemplo,
escucha a sus oficiales en los consejos de guerra, apoya las ideas que le
parecen oportunas y sólo
usa de su mandato firme cuando lo considera imprescindible. Un jefe al que
respetan y siguen ciegamente, aunque también sabe cortar de raíz
cualquier insubordinación.
Un buen estratega, que sabe rodearse de buenos subalternos, de gente brava y a
la vez, especializada, de modo que combinando las distintas opciones el
resultado es óptimo. Un
militar que ha de soportar ( y aprovechar ) los vaivenes políticos, sufriendo las carencias
a que le tiene sometido el rey Fernando, puesto que no sólo no recibe ayuda económica, sino que más
bien es él quién ha de suplirla con su propio
pecunio, o permitiendo que sus soldados hagan saqueos de las plaza tomadas,
cosa que al parecer no era de su agrado, pero la tropa estaba hambrienta y mal
pertrechada de continuo y había
que resolverlo por sus propios medios. Esta situación recuerda un tanto la suerte corrida por Aníbal, siglos atrás, en esa misma zona de Italia.
Destacan los personajes de Diego de
Mendoza, su segundo en la toma de Ceriñola
y Garellano; Diego García
de Paredes, llamado el "Sanson extremeño", jefe de la infantería, valeroso, audaz e implacable con sus enemigos. Juan de
Lazcano, almirante de la flota española;
Lorenzo Villalba, el Coronel, jefe principal del ejército; Pedro de Paz, jorobado
jefe de la caballería
ligera; Pedro Gómez, el
Medina, despensero y hombre de confianza del Capitán. Pedro Navarro, antiguo
pirata llamado Roncal el salteador, ingeniero, inventor,
zapador y cuyas explosivas intervenciones posibilitaron en gran medida la
toma de las fortalezas asaltadas. Y el importante colaborador, el médico converso León Abravanel Jehuda, con cuyas
amenas y eruditas charlas entretiene en las veladas nocturnas al grupo de los
oficiales y al Capitán,
además de prodigarle sus
cuidados, sobre todo desde que Gonzalo Fernández comienza a sufrir episodios de fiebres cuartanas.
Además,apreciamos las figuras de los aliados italianos: los
Colonna y los Orsini, el conflictivo César
Borgia, que finalmente es conducido a la fuerza a España, tras ser acogido por el Gran Capitán cuando huía
del papa Rovere. Y por otra parte, están
los generales franceses: el Duque de Nemours, el duque de D' Aubigny, La
Tremouille, Ivo D'Allegre,...
Algunas de las amantes del Capitán desfilan con breves
apariciones, como Vittoria da Cánova.
Zulema, Sancha, la princesa de Squilache..
Y por el trato que da a unos y a
otras, se nos va mostrando la humanidad de Gonzalo Fernández de Córdoba,
al que nunca atrajo ni el oro ni las prebendas, ni soportó aduladores ni amó el poder, aunque lo tenía y mucho. En suma, un gran
hombre, un gran militar y un leal servidor de la Corona española, contra la cual nunca usó su enorme poderío, sino por el contrario,
siempre defendió la causa
española, aceptando con
resignación el forzoso
retiro en Loja al que el rey Fernando finalmente le destina.
La edición incluye un glosario de personajes, y hace preceder cada
capítulo con jugosas citas
del Quijote, de Leon Abravanel, de diversas crónicas de la época, incluida la de Garcia de Paredes. Lo que no
figura es mapa alguno, con lo que las descripciones de las batallas, si bien
están muy bien contadas,
resultan algo cojas sin la imagen de la situación geográfica
o el plano de una fortaleza. Es una carencia que suele ser habitual, aunque en
los últimos años se va paliando un poco.
Ariodante