ARTURO PÉREZ-REVERTE
Alfaguara, 2017
Segunda novela en la que el protagonista
es el agente secreto Lorenzo Falcó, que trabaja para el bando franquista en los
años de la guerra civil española. Un personaje cuyas características le pintan
duro, individualista y muy suyo. Integrado en el Grupo Lucero, que dirige el que
llaman Almirante, al que conoció en
unos años en los que funcionaba como mercenario internacional. La acción sigue,
como es natural, el patrón de la novela anterior. Han pasado varios meses,
Falcó está en Lisboa, viviendo de sobresalto en sobresalto… pero recibe órdenes
desde Salamanca, y se pone en marcha el protocolo. Lisboa, Salamanca, Sevilla,
…Tánger.
Lo que destaca en este thriller es, por
una parte, la localización y
ambientación principal en Tánger, en uno de sus momentos más brillantes, cuando
tenía declarado el rango de ciudad neutral e internacional. Por otra parte, el
escritor cartagenero elige un tema ya mítico en la guerra española: el oro
enviado a Moscú.
“—Volvamos al oro
—sugirió el Almirante.
—No todo fue a Rusia —dijo el financiero, dirigiéndose de
nuevo a Falcó—. Sabemos que una quinta parte se envió por barco a Marsella,
destinado tanto a cuentas bancarias oficiales de la República como a cuentas de
particulares. El ministro de Hacienda, Negrín, y el hijo del titular de Marina,
Prieto, son dos de los beneficiarios... Como puede ver, los hay que toman
precauciones por si todo acaba en espantada final.”(…)“—Hecho todo eso
—prosiguió Ferriol—, aún quedó una cantidad importante de oro en La Algameca
(Cartagena). Calculamos unas treinta toneladas... Cantidad apreciable.”
El Mount
Castle, uno de los barcos mercantes que llevan parte del cargamento de oro
se ve perseguido por la flota nacional. Le sigue de cerca el Martín Álvarez, destructor de la flota
nacional, y consigue mantenerle el cerco incluso en el puerto de Tánger, donde
se refugia el mercante. El destructor está dispuesto a hundirlo si es preciso
con tal de que el oro –treinta toneladas- no vaya a la Unión Soviética.
Falcó es comisionado para tratar de
hacerse con el barco (y el oro), sobornando al capitán para que cambie de bando
o, al menos, evitar que el oro parta hacia Moscú.
En Tánger se produce una constante tensión
entre la tripulación de ambos barcos, y sobre todo, entre ambos comandantes,
tanto el nacional (capitán de fragata Antonio Navia) y el republicano (capitán
Fernando Quirós), que además de ser ambos asturianos, son marinos y como tales
tienen un nexo común: el honor. Pero ante terceros (los británicos, por ejemplo)
las dos tripulaciones se sienten españolas, creándose momentos de complicidad.
Es en estos momentos en los que el protagonista manifiesta su posición más
personal, que no cuida de bandos, aunque trabaje para uno.
Para poner más difíciles las cosas a Falcó,
interviene de nuevo una mujer de armas tomar: la rusa Eva Neretva, ahora en su
papel de Luisa Gómez, a la que ya conoció en su anterior misión en Alicante,
cuando trataban de excarcelar al jefe de la Falange. Con Eva tuvo una fugaz
pero intensa relación, un intercambio de favores que acabó depositándola,
magullada y torturada, pero viva, en la frontera portuguesa. Eva es una
ferviente militante comunista, dispuesta a sacrificarse por la causa si ello
fuera necesario. Pero Falcó cree que no lo es. Que no es necesario. Y se ocupa
con gran esfuerzo en llevarle la contraria.
Eva está acompañada de dos comisarios
políticos más: un americano, Garrison, y un correoso español, Trejo. Todos tendrán bajo vigilancia a Falcó e
intentarán liquidarlo a la primera de cambio. A medio camino entre un bando y otro, el
agente comercial Antón Rexach proporciona información a unos y otros, siempre
guardando la ropa al nadar. Y Ramón Villarrubia es el telegrafista a su
servicio pero en nómina de Lisardo Queralt, coronel de la Guardia Civil en
competencia con el Almirante en cuestión de espionaje. Cuidado.
En esta novela, el mujeriego Falcó tiene
varios lances con féminas, alguno de los cuales le van a producir jaquecas, que
tratará con las cafiaspirinas de rigor y el coñac Fundador. La actriz Brita Moura; la seductora Chesca Prieto, esposa
del peligroso Conde de Migalota; Karima, una servicial morita; Moira Nikolaos, una
antigua amiga y amante griega; todas
ellas tienen momentos lúbricos con nuestro protagonista. Pero la imagen que
ronda por la cabeza de Falcó es justamente la de Eva, puesto que aun no sabe
qué reacción será la suya. Eva y él estaban en paz, cada uno salvó al otro anteriormente.
Ahora están, supuestamente, de nuevo en guerra.
“Estamos en paz, recordó de nuevo. Eso había dicho Eva
Neretva cuatro meses atrás, cuando él fumó el último cigarrillo junto a ella,
al lado del coche detenido junto a la carretera, ya en territorio portugués,
después de que Falcó hubiera conducido toda la noche mientras Eva dormitaba en
el asiento de atrás, reposando su cuerpo torturado bajo el abrigo de uno de los
policías a los que él mató para liberarla. Sí. Estamos en paz.”
Con ayuda de agentes de su confianza, como
el letal Paquito Araña, la dama griega Moira y otros personajes secundarios,
Falcó vive días turbulentos en esa misteriosa, atractiva y vieja ciudad, donde
el Levante se enseñorea de sus rincones cuando sopla fuerte en el Estrecho. El
Zoco chico, la Avenida, la Medina, el
mar siempre al fondo y los dos barcos en el puerto, vigilándose mutuamente
mientras el plazo se va acabando y han de tomar una decisión. La última carta la juega la Muerte, es
el mensaje que recibe de Eva.
De ágil lectura, amena, con el toque
levemente melancólico que siempre producen ciudades como Tánger o Lisboa, y un personaje agridulce, alternando sexo y
violencia, entre perro y lobo, Falcó es sarcástico, cínico, letal…pero también
es dulce y tierno cuando la ocasión lo requiere. Y con un punto de humor.
“—Ponme otro hupa-hupa,
anda.
—¿De orujo?
—Qué remedio, oye. Pónmelo de orujo.”
Ariodante