Había plantado su caballete a la sombra de un bosquecillo de pinos. Llevaba dos meses trabajando alli, una tela por la mañana, otra por la tarde.Había un tiempo claro y frío, una mañana otoñal al final del verano.
Todo lo que vemos, es verdad, se dispersa, se va. La naturaleza es siempre la misma, pero nada de lo que se nos manifiesta permanece en ella. Nuestro arte debe, por su parte, transmitir el estremecimiento de su duración con los elementos, la apariencia de todos sus cambios. Debe hacérnosla gozar eterna.
La voluntad del artista debe ser de silencio. Debe hacer callar en él todas las voces de los prejuicios, olvidar, olvidar, hacer el silencio, ser su eco perfecto. Entonces se inscribirá todo el paisaje en su capa sensible. Para fijarlo en la tela, para exteriorizarlo, intervendrá a continuación el oficio, pero el oficio respetuoso que está también listo sólo para obedecer, para traducir inconscientemente, de tan bien como se sabe su lengua, el texto que descifra, los dos textos paralelos, la naturaleza vista, la naturaleza sentida, la que está ahí... (Mostraba la llanura verde y azul) y la que está aquí (se daba una palmada en la frente). (...) El paisaje se refleja, se humaniza, se piensa en mí. Yo lo objetivo, lo proyecto, lo fijo en mi tela...
Y el arte nos coloca –me parece a mi- en ese estado de gracia en el que la emoción universal se plasma como religiosamente, pero muy naturalmente, en nosotros.
El azar de los rayos, la marcha, la infiltración, la encarnación del sol en el mundo, ¿quién pintará jamás eso?
Todo lo que vemos, es verdad, se dispersa, se va. La naturaleza es siempre la misma, pero nada de lo que se nos manifiesta permanece en ella. Nuestro arte debe, por su parte, transmitir el estremecimiento de su duración con los elementos, la apariencia de todos sus cambios. Debe hacérnosla gozar eterna.
La voluntad del artista debe ser de silencio. Debe hacer callar en él todas las voces de los prejuicios, olvidar, olvidar, hacer el silencio, ser su eco perfecto. Entonces se inscribirá todo el paisaje en su capa sensible. Para fijarlo en la tela, para exteriorizarlo, intervendrá a continuación el oficio, pero el oficio respetuoso que está también listo sólo para obedecer, para traducir inconscientemente, de tan bien como se sabe su lengua, el texto que descifra, los dos textos paralelos, la naturaleza vista, la naturaleza sentida, la que está ahí... (Mostraba la llanura verde y azul) y la que está aquí (se daba una palmada en la frente). (...) El paisaje se refleja, se humaniza, se piensa en mí. Yo lo objetivo, lo proyecto, lo fijo en mi tela...
Y el arte nos coloca –me parece a mi- en ese estado de gracia en el que la emoción universal se plasma como religiosamente, pero muy naturalmente, en nosotros.
El azar de los rayos, la marcha, la infiltración, la encarnación del sol en el mundo, ¿quién pintará jamás eso?
El color es el lugar en que nuestro cerebro y el universo se encuentran. (...)Mire esta Sainte Victoire (la montaña). (...) Ahí arriba está la caverna de Platón: observe que, cuando pasan grandes nubes, la sombra que cae de ellas se estremece sobre las rocas, como quemada, bebida al instante por una boca de fuego. Participa, toda azulada, en la vibración ambiente del aire.
En ese momento, mi cuadro y yo ya somos uno. Somos un caos irisado. Vengo ante este motivo y me pierdo en él. Sueño, vagabundeo. El sol me penetra, sordo, como un amigo lejano, que reanima mi pereza, la fecunda. Germinamos.
En el fondo, cuando pinto, no pienso en nada. Veo colores. Sufro, gozo transportándolos a mi tela tal como los veo.
Estoy charlando mucho hoy y sin embargo, las charlas sobre arte son casi inútiles. Un cuadro se ve al instante o no se ve nunca. Las explicaciones no sirven para nada. Mire una cosa: el literato como usted se expresa con abstracciones, mientras que el pintor concreta, mediante el dibujo y el color, sus sensaciones, sus percepciones.
Tratar la naturaleza por el cilindro, la esfera, el cono, es decir, que cada lado de un objeto, de un plano, se dirija hacia un punto central. Las líneas paralelas en el horizonte dan la extensión, es decir, una sección de la naturaleza (...)Las líneas perpendiculares a ese horizonte dan la profundidad.
Renoir es hábil; Pissarro, un campesino. ¿Sisley?...Sí, pero Monet es un ojo, el ojo más prodigioso desde que existen pintores; me quito el sombrero ante él.
Nunca pintes- me decía Pissarro- sino con los tres colores primarios y sus derivados inmediatos. El impresionismo es, verdad, la mezcla óptica de los colores, ¿comprende? La división óptica de los tonos en la tela y la reconstrucción en la retina.
Vuelvo siempre a esto: el pintor debe consagrarse enteramente al estudio de la naturaleza e intentar producir cuadros que sean una enseñanza.
Sentí un profundo escalofrío. Si hago mediante el misterio de mis colores compartir a los demás ese escalofrío, ¿Acaso no tendrán un sentido de lo universal más obsesivo tal vez, pero tanto más fecundo y delicioso?
En ese momento, mi cuadro y yo ya somos uno. Somos un caos irisado. Vengo ante este motivo y me pierdo en él. Sueño, vagabundeo. El sol me penetra, sordo, como un amigo lejano, que reanima mi pereza, la fecunda. Germinamos.
En el fondo, cuando pinto, no pienso en nada. Veo colores. Sufro, gozo transportándolos a mi tela tal como los veo.
Estoy charlando mucho hoy y sin embargo, las charlas sobre arte son casi inútiles. Un cuadro se ve al instante o no se ve nunca. Las explicaciones no sirven para nada. Mire una cosa: el literato como usted se expresa con abstracciones, mientras que el pintor concreta, mediante el dibujo y el color, sus sensaciones, sus percepciones.
Tratar la naturaleza por el cilindro, la esfera, el cono, es decir, que cada lado de un objeto, de un plano, se dirija hacia un punto central. Las líneas paralelas en el horizonte dan la extensión, es decir, una sección de la naturaleza (...)Las líneas perpendiculares a ese horizonte dan la profundidad.
Renoir es hábil; Pissarro, un campesino. ¿Sisley?...Sí, pero Monet es un ojo, el ojo más prodigioso desde que existen pintores; me quito el sombrero ante él.
Nunca pintes- me decía Pissarro- sino con los tres colores primarios y sus derivados inmediatos. El impresionismo es, verdad, la mezcla óptica de los colores, ¿comprende? La división óptica de los tonos en la tela y la reconstrucción en la retina.
Vuelvo siempre a esto: el pintor debe consagrarse enteramente al estudio de la naturaleza e intentar producir cuadros que sean una enseñanza.
Sentí un profundo escalofrío. Si hago mediante el misterio de mis colores compartir a los demás ese escalofrío, ¿Acaso no tendrán un sentido de lo universal más obsesivo tal vez, pero tanto más fecundo y delicioso?
La naturaleza no radica en la superficie; radica en la profundidad. Los colores son la expresión de esa profundidad, de esa superficie. Suben de las raíces del mundo. Son su vida, la vida de las ideas. En cambio, el dibujo es todo abstracción enteramente. Por eso, nunca hay que separarlo del color.
Yo quiero perderme en la naturaleza, volver a brotar con ella, como ella, tener los tonos tozudos de las peñas, la obstinación racional del monte, la fluidez del aire, el calor del sol. En un verde mi cerebro entero se derramará con el flujo de savia de árbol.
Las palabras, los colores, tienen un sentido. Un pintor que sabe su gramática y trabaja su frase en exceso, sin romperla, que la calca de lo que ve, quiera o no, plasma en su tela lo que el cerebro mejor informado de su tiempo ha concebido y está concibiendo.
Lo insensato es tener una mitología predeterminada, ideas de objetos ya hechas, y copiar eso en lugar de lo real, esas imaginaciones en lugar de esta tierra.
Él me lanzó una última mirada: Trabajemos, dijo.
Textos extraidos del libro de Joaquim Gasquet: Cezanne. Lo que vi y lo que me dijo. Ed. Gadir, traducción de Carlos Manzano.
Yo quiero perderme en la naturaleza, volver a brotar con ella, como ella, tener los tonos tozudos de las peñas, la obstinación racional del monte, la fluidez del aire, el calor del sol. En un verde mi cerebro entero se derramará con el flujo de savia de árbol.
Las palabras, los colores, tienen un sentido. Un pintor que sabe su gramática y trabaja su frase en exceso, sin romperla, que la calca de lo que ve, quiera o no, plasma en su tela lo que el cerebro mejor informado de su tiempo ha concebido y está concibiendo.
Lo insensato es tener una mitología predeterminada, ideas de objetos ya hechas, y copiar eso en lugar de lo real, esas imaginaciones en lugar de esta tierra.
Él me lanzó una última mirada: Trabajemos, dijo.
Textos extraidos del libro de Joaquim Gasquet: Cezanne. Lo que vi y lo que me dijo. Ed. Gadir, traducción de Carlos Manzano.
Publicada una reseña mía en :http://www.la2revelacion.com/?p=1008
4 comentarios:
Qué bien leerte de nuevo!!! Preciosos cuadros. Para perderse en ellos. En especial el del árbol.
Un abrazo
Estoy preparando un blog sobre una lectora a la que he llamado chica Taschen. Creo te agragadara
Imagino la razón del nombre, jajaja! Taschen es una editorial cuyas publicaciones sobre arte son estupendas. Pásame el enlace cuando lo tengas, Leox.
Gracias, María, por tu comentario. Siempre me han atraído los árboles, el sonido del viento entre ellos, y Cezanne parece sentirlos de un modo especial
Como siempre es un gusto poder aprender de arte de una auténtica experta como tú.
Saludos.
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