20/1/10

CINE EN CASA: películas para pensar
















En breve espacio de tiempo he tenido oportunidad de visionar dos películas y un remake, cuyo tema tiene una cierta ligazón entre sí, al menos se desprende de ellas una reflexión que nos puede hacer pensar un poco.
Se trata, por una parte, de El tren de las 3,10, en su primera versión (1957) de Delmer Daves, (http://www.filmaffinity.com/es/film152520.html ) y su remake de 2007, Misión Peligrosa, (http://www.filmaffinity.com/es/film433829.html) de James Mangold. Y por otra, la película de Robert Rossen, de 1959, Llegaron a Cordura, con unos maduros Gary Cooper, Van Heflin, y Rita Hayworth y un jovencito Tab Hunter. Basada también en otra novela, esta de Glendon Swarthout.
Consideremos primero El tren de las 3,10, película basada en un relato homónimo de Elmore Leonard, autor norteamericano en cuyas obras se han basado varias películas, además de ésta: Get Shorty, Jackie Brown, etc.











El argumento es sencillo: unos forajidos, dirigidos por Ben Wade, (Glen Ford en la primera versión; Russell Crowe en la segunda) asaltan la diligencia para robar su cargamento. El asalto es presenciado de lejos por un ganadero, Dan Evans (Van Heflin/ Christian Bale) y sus dos hijos pequeños, sin poder hacer nada por impedirlo. Los bandidos se van al pueblo cercano, y de allí hacia la frontera, pero Ben Wade, su jefe, se demora con una chica y es capturado por el sheriff. La tensión se manifiesta en cómo el sheriff y su equipo ha de hacer para evitar el ataque seguro de la banda de forajidos, y llevar al detenido a la ciudad donde ha de ser juzgado. Dan Evans, hombre que no busca sino el bien de su familia y su negocio, azuzado por apuros económicos, se ofrece voluntario para participar en la misión, implicando a su familia en ello, ya que para esquivar a los bandidos se ocultan en su granja por unas horas. Después, Evans ha de custodiar a Wade en una habitación del hotel hasta que llegue el tren, a las 3,10. Y es este lapso de espera en el que la tensión de la película se manifiesta en su mayor profundidad. Las imágenes del reloj, nos retrotraen a otra película cuyos ecos resuenan a lo largo del film: Highnoon (Solo ante el peligro). El tiempo apremia y va a llegar un tren.
Desde el primer momento hemos visto de qué quiere hablarnos el autor: del valor y del miedo, del honor, y de la cobardía, de la honradez y la corrupción. Evans desde un primer momento no quiere inmiscuirse, él no ha sido agredido, el asunto no le incumbe: le preocupa su familia y su granja, su apuro económico y cómo salir de él. Su mujer, sin embargo, se inquieta por el honor: ante sus hijos, su marido ha quedado como falto de valor, al no enfrentarse directamente con los bandidos. Finalmente, ante el temor generalizado en el pueblo, y la oferta de una recompensa que le sacaría de sus miserias, Evans se ofrece a colaborar. Pero como vemos, llega el momento en que incluso la recompensa ofrecida deja de ser el motivo de su decisión. Se ha comprometido a algo que debe hacer y es justo que ponga todo su empeño en hacerlo.
En su hogar, delante de su familia, el bandido es tratado por todos con la máxima cortesía; y también Ben Wade corresponde, comportándose correctamente. Pero en su reclusión en el hotel a la espera del tren, Wade mantiene una tensa conversación (sustituto simbólico de un duelo) con Evans, al que primero intenta atacar físicamente, y al fallar, dirige sus dardos a tratar de corromperlo, ofreciéndole parte del botín. Y notamos casi físicamente como hierven los pensamientos en el cerebro de Evans. El duelo dialéctico y artístico entre Glen Ford y Van Heflin es terrible: ambos bordan su papel. Evans es un hombre honrado, pero nadie esta libre de dudas y tentaciones. Llega un momento en que la decisión es suya, únicamente, ya que se le ofrece la opción de abandonar, ya que todos se han ido y está solo. El reloj continúa su marcha, marcando inexorablemente la hora fatal.
Pero Evans no se rinde. En su tensa conversación con Wade, hasta el propio forajido reconoce y llega a estimar el valor de quien se le enfrenta, su lucha no sólo por la supervivencia, sino por otros valores: su hogar, la esposa y los hijos que le esperan y ante los cuales no ha de flaquear esta vez su valentía. Es un hombre honrado, que no busca el conflicto, pero si éste viene a él, no va a eludirlo. Y sobre todo, ahora tiene un objetivo que cumplir, y que le implica directamente en la acción. Y entre ambos fluye una corriente, una cierta admiración y envidia por parte del malhechor, que en alguna parte recóndita de su ser desearía sentirse esperado y amado por una mujer como lo está el hombre que sostiene el rifle ante él.
El final de la película cambia de una versión a otra. En mi opinión, el remake es más verosímil en su parte final. En la versión de Daves, es comprensible por el año en que se filmó, pero ahora lo veo como ñoño e increíble. Desconozco cuál es el final en el relato de Leonard. Dejo a los lectores que juzguen por sí mismos y que vean ambas películas.

La otra película, Llegaron a Cordura, película de Robert Rossen, (http://www.filmaffinity.com/es/film489997.html) cuyo argumento, muy diferente, sin embargo tiene nexos de unión con el tema de las anteriores. La posición del autor es algo más escéptica, pero la reflexión vuelve a recaer en el tema del valor y la cobardía, el honor y la vergüenza. El marco es, en el México fronterizo y en plena gran guerra, (1916) tras la incursión de Pancho Villa en EEUU arrasando Columbus, el ejército norteamericano realiza una operación de castigo donde tiene lugar el sitio a Rancho Guerrero. Pero la historia es muy otra: un oficial, Thomas Thorn (Gary Cooper), que ha tenido un momento de cobardía en la guerra y por el cual ha sido degradado, recibe la misión de encontrar candidatos a la Medalla de Honor por sus actos de valor, y conducirlos a la ciudad de Cordura, y posteriormente a la Guerra en Europa. Curiosamente se elige el nombre de una ciudad que desmiente todo el espíritu del viaje, es decir, la locura, la insania en que instalan los personajes desde el momento en que se ven proyectados a una situación que no desean.
El viaje, que nos es mostrado con tintes de búsqueda interior y finalmente de calvario, va tornando a todos los personajes, de supuestos héroes en hombres vulgares, hienas al acecho, y a los que poco importa una medalla sino su supervivencia, y acabar con el testigo de su infamia, de aquel que figura como el cobarde. En el camino detienen a Adelaide Geary (Rita Hayworth) que ha dado refugio a los hombres de Pancho Villa, por lo que deciden arrestarla, acusada de traición y llevarla con ellos. La Hayworth, aquí en un papel no habitual, pero muy bien llevado, y el oficial que encarna Gary Cooper, se transforman en blancos de los candidatos a héroes, que se nos descubren como villanos, absolutamente inapropiados al honor que se les dispensa. Únicamente uno de ellos, al que el director hace enfermar, es salvado refugiándose en los brazos de la religión. Curiosamente, el papel que realiza Van Heflin es, desde el primer momento, detestable; completamente diferente del western de Daves.
El mensaje es evidente: el concepto común del valor se presenta como inestable y engañoso, y sus causas muy variadas: el interés de promocionarse, el azar, el afán de destacar, el lucro... Cualquiera, por simple azar puede aparentar valentía pero en el momento de la verdad, ser un absoluto cobarde. Y viceversa, quien en algún momento sucumbió al miedo, puede rehabilitarse con un comportamiento racionalmente valeroso. El verdadero valor radica en la superación del miedo, connatural a los humanos, y a veces tomamos por valor lo que es simplemente inconsciencia, irresponsabilidad e imprudencia. El valor es una fuerza interior que se manifiesta a veces en lo más cotidiano, en el tesón en el cumplimiento de un deber, en el mantenimiento de unas ideas, o simplemente, en el cumplimiento de la palabra dada. El escritor Josep Conrad ha tratado en numerosas ocasiones este tema, con sus héroes debatiéndose entre el pánico y el deber, el sentido del honor y la humillación de la cobardía.
Texto publicado también en: http://www.larevelacion.com/cine-en-casa-peliculas-para-pensar/comment-page-1/#comment-321

5 comentarios:

ethan dijo...

Es cierto que "El tren de las 3:10" guarda cierto parecido a "Sólo ante el peligro"; los relojes, la ausencia de aliados, la presencia de la mujer cuando más se la necesita, etc.
También, el personaje de Van Heflin parece el mismo que el de "Raices Profundas", el ganadero que no desea meterse en problemas hasta que no ve peligrar todo lo que posee. Y también de acuerdo contigo en que el final de la versión original es forzado, supongo que el carisma de Glenn Ford exigía que no quedara tan mal.
Por cierto, ya terminé el libro de Groucho, fantástico, y no, no nombra a la Dummont aunque sí aparece en una fotografía donde están los dos juntos, y en el pie la nombra como el quinto hermano Marx.
Saludos!

Fuensanta Niñirola dijo...

Mira, me había olvidado de Raíces Profundas, y es cierto lo que dices, Van Heflin precisamente hace un papel parecido.
Saludos Ethan!

Fuensanta Niñirola dijo...

Por cierto, Ethan, me alegro que hayas retomado la actividad en tu blog. Me pasaré por alli de nuevo.

Gonzalo Villar Bordones dijo...

sembraste en mi el deseo de esas luces.

Fuensanta Niñirola dijo...

Bienvenido, Gonzalo!Saludos transoceánicos!

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