http://www.elplacerdelalectura.com/2010/07/robert-walser-una-biografia-literaria.html
Jürg Amann (Winthertur, 1947), autor y crítico literario suizo, estudió Germánicas y periodismo en Zurich y en Berlín, dedicándose por entero a la literatura a partir de 1976 escribiendo guiones para radio, biografías y otras obras. Ha recibido múltiples premios a su labor.
Estamos ante un libro editado con amor, con encanto. No es una biografía al uso; ya en el subtítulo, el autor nos anticipa que se trata de una biografía literaria, y, efectivamente, lo es. Pero no sólo es una biografía sino, a la vez, una excelente antología de textos del autor biografiado, textos que por su carácter autobiográfico, añaden información sobre el estado anímico de Walser, sobre sus pensamientos e íntimos deseos, sobre sus sufrimientos o sus miedos, en fin, más que datos externos, constituyen un conjunto de anotaciones, o aforismos que nos sugieren estados de ánimo, situaciones, etc. vividas por Walser, aunque puestas en boca de otros personajes de sus libros.
Cada capítulo de los trece que componen el libro, se refiere a una etapa de la vida de Robert Walser (1878-1956). Los textos se acompañan de una gran cantidad de fotografías de la época, dibujos, escritos, carteles o invitaciones, todo ello con un tono sepia que unifica todas las imágenes y les da un carácter de vetustez que nos hace sentirnos como buceando en el baúl de los abuelos, o como investigadores buscando en una vieja librería, imágenes y textos del pasado, mohosos y empolvados, pero con el atractivo de lo oculto, presto a ser descubierto.
Breves textos de Jurg Amann, muy en la línea casi minimalista de la escritura de Walser, , de cortas frases, nos van contando a grandes rasgos la vida del escritor. En cada capítulo hay un documento más concreto, objetivo, que nos sitúa a Walser en cada año de su vida, su actividad, sus relaciones, sus familiares, desplazamientos, etc.
Y por último, cada capítulo incluye un número variable de citas de cortos textos entresacados de las obras de Walser, textos que vienen muy ajustados para ampliar el tono de lo que nos cuenta Amann.
En suma, un libro cuidadísimo, muy atractivo, que invita más a la reflexión, a la lectura en voz alta, mientras miramos las imágenes y nos adentramos en el mundo cerrado del autor.
Walser es un personaje que roza los límites de la cordura y la genialidad. En el arte, suele ser a veces difícil de discriminar entre la locura y la cordura, es común a algunos artistas trasgredir esos difusos límites, incluso pasar temporadas en los que claramente su mente supera la racionalidad y se sumerge en el magma de la fantasía y lo irracional. Walser buscó siempre pasar desapercibido, esconderse, no ser importante, no ligarse a nada. De ahí su constante ir y venir, no quedarse mucho tiempo en el mismo sitio.
Por otra parte, el recuerdo de la madre, omnipresente, retrotrae a su mundo de la infancia, en el que sumergido entre sus siete hermanos Robert Walser se diluye y añora el cariño materno, que debe prodigarse y del que no puede disfrutar en solitario.
Su deseo adolescente de convertirse en actor, frustrado por la familia, y la muerte de su madre, le dejan confuso y ya inicia sus traslados: Basilea y luego Stutgart. En Zurich consigue estar diez años seguidos, pero cambiando de vivienda y de trabajo casi constantemente. De ahí su eterno vagar de una casa a otra, de un trabajo a otro, de una ciudad a otra. Y sus últimos años fueron de paseante sin rumbo, cuando ya estaba tan desnortado que se fue a vivir a un psiquiátrico.
Durante sus años de juventud y primera madurez, escribió una serie de obras, novelas, relatos, microgramas, etc. algunas de las cuales las destruyó, otras se perdieron con tanto traslado. ¿Por qué escribía? Probablemente para exorcizar sus demonios internos, sus sueños y sus alucinaciones, sus deseos o su ausencia de deseos. Pero escribía sin darle importancia a lo que hacía, escribía como si respirase, como si caminase, como solía, cubriendo grandes distancias sin importarle el frío o el agua, el viento o el sol.
Y las temporadas en que convivió con su hermano Karl, pintor en Berlín, o sus hermanas, una vez fallecidos sus padres, constantemente creó problemas por su poca capacidad de relacionarse socialmente. Necesitaba atención pero era incapaz de conseguirla; incluso a veces lo que buscaba era el desprecio y la humillación: un cierto masoquismo mental. Con las mujeres apenas su relación pasó de un trato distante o incluso sólo por correo. El recuerdo de la madre debió de ser demasiado fuerte.
En cierto modo Walser es un personaje que recuerda a Ludwig Wittgenstein, que también dedicó toda su vida a abandonarlo todo: su acomodada posición social, su numerosa familia, su prometedor futuro; se decidió a perderse, a buscar escondites como cuando se fue a una aldea de Galitzia a impartir clases a niños, o cuando se retiró a una cabaña en Noruega, o a una especie de choza en Irlanda. Esa búsqueda de la soledad, ese desligamiento de la sociedad, les une. Walser, por otra parte, está incluido en el listado de bartlebys del libro de Vilá Matas Bartleby y compañía. No tanto por la obra que sí escribió sino por el constante desprecio que manifestó a su propia obra y su decisión final de enmudecer, de dejar de escribir y dedicarse a pasear. Wittgenstein también apostó por el silencio en algún momento y su aforismo nº 7 del Tractatus“sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar” podría muy bien aplicarse a la actitud de Robert Walser.
4 comentarios:
A mi también me encantaría dedicarme a paseas, por un lado envidio a este tipo.
Bueeno...sus paseos tuvieron un final algo penoso.
La distancia entre la locura y la genialidad es muy corta, como dices y la frontera no siempre está muy bien definida. A veces parece necesario que una persona pierda la razón para mostrarnos cosas que de otro modo se nos escapan. Así, el sacrificio de algunos es la fortuna de otros.
Sigo teniedo a Walser como asignatura pendiente, me tendré que decidir algún día, así que ya te contaré.
Un abrazo.
Muy buena entrada, Arionde. Me lo anoto, por supuesto!!
Besos,
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