Memorias de un viejo íbero
RUFINO FERNÁNDEZ
Existe una importante diferencia entre observar una buena fotografía de carnet y una fotografía artística, que, incluso no siendo perfecta técnicamente, nos proporciona una imagen impactante o memorable. Obviamente para un documento oficial o incluso para un archivo personal, una excelente foto de carnet es preferible a una preciosa fotografía que quizás vela los rasgos de la persona fotografiada o los presenta bajo una luz especial. Pero si lo que buscamos es una emoción, un toque artístico que nos impacte, la segunda fotografía sería la elegida. Esta es la diferencia esencial, entre un buen ensayo y una buena novela, como la que pasamos a analizar.
Nueva edición, ahora a cargo de la Editorial Evohé, de una obra publicada anteriormente con muy buena acogida, tras ser finalista del premio de novela histórica Alfonso X el Sabio. La editorial Evohé ha realizado un buen trabajo de presentación, adjuntando apéndices con una amplia selección de mapas y cronologías, muy ilustrativos, además de una atractiva portada.
Rufino Fernández Redondo (Cañaveral, 1953), profesor en escuelas de negocios, muy interesado por la historia y la arqueología, durante años participó en excavaciones arqueológicas de época prehistórica, íbera, romana, y altomedieval. Ha publicado diversos estudios sobre el mundo antiguo. Además de la que reseñamos, ha publicado la novela ¡Acorralado! en 2003, y Gala Placidia. Reina de los bárbaros, en 2010.
La sombra del mercenario se nos presenta como unas memorias, pero no en su sentido habitual, sino al modo de flashes, recuerdos esporádicos, imágenes que surgen de pronto, sin un orden cronológico. Un guerrero íbero, Abato, en el retiro de su vejez, aislado del mundanal ruido y ocupado únicamente de la elemental supervivencia –curiosamente, cuando más se acerca la muerte más se aferra el cuerpo a la vida-, revive en su duermevela, momentos pasados. Abato vivió días realmente memorables, tras las espaldas de gran Aníbal, del que además, fue consejero y mensajero. Y en las solitarias y largas jornadas, mientras espera al barquero que le haga cruzar la Estigia, le vuelven imágenes: algunas feroces, otras amables, impetuosas otras y dulces, pocas.
El viejo mercenario es un íbero lacetano, que tras una decepción amorosa juvenil con la que más tarde –por azares del destino- será la esposa de su general, se alista en las tropas de Aníbal, iniciando el camino hacia la península itálica para luchar contra Roma en su propio terreno. Poco a poco va ganando méritos en la cercanía del gran estratego cartaginés, que finalmente lo asciende a puestos de confianza, convirtiéndolo en su sombra. Así, los recuerdos que le asaltan en las frías madrugadas de su solitario encierro, violentamente surgidos de las sombras, nos son transmitidos con detalle y nitidez, tanto en su objetividad como en su íntima vivencia: para ello, el autor se vale de un doble uso del narrador. Alterna tramos de narración en primera persona, en los que Abato nos abre su corazón y sufrimos, gozamos, sentimos; y otros tramos en los que una impersonal voz nos cuenta lo que sucedió, tanto a él como a los que con él se relacionan: la bella Imilce, el amor de su vida; su amigo Viro; la jovencísima Aestes, encuentro de juventud; el rostro demudado de Cneo Cornelio Escipión al morir por su brazo; el de su amigo Belio, cuyo hijo Tanio es el único contacto con la civilización en estos días de su senectud. Publio Cornelio, el Africano, cuando se entrevista con Aníbal antes de la decisoria batalla de Zama. Y siempre, el omnipresente, ubicuo: Aníbal, el gran guerrero, el gran estratega, el gran hombre.
Y Abato nos va describiendo algunas de las grandes batallas, entre otros hechos menores, como sus diferentes viajes, enviado por Aníbal, para llevar algún mensaje, proponer un acuerdo, o investigar las posibilidades de un asalto. Asistimos, pues, con todo lujo de detalles sangrientos, -a veces, quizá un tanto repetitivos- al sitio de Capua, la batalla del lago Trasimeno, la de Cannae, el intento desechado de tomar Roma...y finalmente, Zama. Y también a los encuentros previos entre Aníbal y Fabio bajo la higuera, o entre el general cartaginés, que lo sabe todo perdido, y el Africano, que se sabe vencedor. Emotiva, la despedida de Aníbal y Abato, antes del desastre de Zama. Como emotivos son sus brevísimos encuentros con la mujer que amó, y cuyo final precipitó con su amor.
Se han escrito muchas novelas tomando como fondo o como base las guerras púnicas. La trilogía de Santiago Posteguillo es un magnífico ejemplo, pero hay muchas más. Sin embargo, en este caso el autor ha optado más bien por una novela donde el relato histórico está muy imbricado con el relato personal, íntimo, del guerrero que ha visto muchas guerras, ha conocido muchos enemigos, y ha probado el filo de muchas armas. Mientras conocemos los hechos, escuchamos su propia voz, sus reflexiones y emociones.
Un mercenario, pagado para matar, para morir. Un hombre que ha visto sólo atisbos de otras vidas: la de su familia, la de familias ajenas, ha sentido el amor y ha tenido que renunciar a él, así como ha renunciado a los hijos, a la vida sedentaria, a otra vida. La suya ha sido una existencia entre el olor al hierro de las armas, al cuero de las corazas, al sudor de los caballos, y a la sangre humana derramada. Pero también entre el honor y el valor, la amistad y la lealtad, así como con sus oscuros contrapuntos: el odio, la traición y la maldad. “¡Oh, muerte, si pudieras negarte a los cobardes y ofrecerte solo como recompensa al valor!”Lucano, Farsalia.IV, 580.
4 comentarios:
Hola Ario, estupenda reseña. Tengo muchas ganas de leer el libro; compartí mesa con Rufino en uno de los "Cervezas y libros" de Hislibris, y además de parecerme muy interesante, me cayó fenomenal.
Un abrazo.
Pues es corto, de fácil lectura. Diferente del tuyo por completo en cuanto a la manera de exponerlo y al tema.Por cierto, ¿como levas tu siguiente novela?
Ariodante, qué más puedo decir que no sea lo agradecido que estoy por tu reseña. Creo que has captado muy bien la esencia del personaje, de aquello que está hecho el individuo y que es mucho más profundo que el lago oscuro frente al que vive la paciente espera. Muchas gracias.
Arturo, y que sepas que también me encantó conocerte.
Me alegro mucho, Rufino, que te haya agradado mi reseña. Trato siempre de llegar al fondo de lo que leo, pero ayuda mucho si además, está bien escrito, como es tu caso.
Si vienes a presentar el libro a Valencia, cuenta conmigo para que asista y te haga el reportaje.
Saludos!
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