Anoche tuve el placer de volver a ver una maravillosa película, que he visionado muchas veces y seguiré haciéndolo mientras pueda. Claro que ayer fue la primera vez que la escuché en versión original y pude disfrutar del agudo acento de Rex Harrison, en su papel de rudo -y fantasmal- marino (Seaman, not sailor!) y la encantadora voz de Gene Tierney, absolutamente tierna en su papel de joven viuda y madre victoriana, retirada en un precioso cottage de la costa británica, siempre mirando al mar, oyendo el continuo rumor del oleaje y las sirenas de los barcos.
El guión de Philip Dunne se ha basado en la novela de la escritora escocesa Josephine Leslie (1898/1979), publicada en 1945 bajo el seudónimo de R. A. Dick.
J.L. Mankiewicz, el director, realiza una labor espléndida, como por otra parte es habitual en él: elegante, reposada, emotiva. Un finísimo humor recorre la cinta, un toque de nostalgia y una ternura inmensa. La fotografia en b/n de Charles Lang es excelente, y la banda sonora del gran Bernard Herrmann -compositor habitual del cine de Hitchcock, entre otros- le dan el ambiente y clima apropiados.
J.L. Mankiewicz, el director, realiza una labor espléndida, como por otra parte es habitual en él: elegante, reposada, emotiva. Un finísimo humor recorre la cinta, un toque de nostalgia y una ternura inmensa. La fotografia en b/n de Charles Lang es excelente, y la banda sonora del gran Bernard Herrmann -compositor habitual del cine de Hitchcock, entre otros- le dan el ambiente y clima apropiados.
Una joven viuda, Lucy Muir, (Gene Tierney) con su hija (una pequeñita y retozona Natalie Wood) se enamora de una casita frente al mar, -cuyo protagonismo es inmediato- que perteneció al difunto marino, el capitán Gregg, que en forma fantasmal vaga por sus habitaciones y asusta a posibles inquilinos que no son de su agrado. La casita, como si fuese un barco, tienen un precioso mirador que da al mar y que podría ser muy bien el castillo de proa de una nave, con catalejo incluido. Un retrato sugerente del marino preside la habitación y vigila la casa. Pero Lucy Muir trastorna los planes del etéreo marino con su llegada. No le teme, es más, se siente atraída por el rudo fantasma y su incierta muerte, como si realmente fuera humano, y fluye entre ellos una corriente de simpatía que se va convirtiendo en amor...platónico, un amor imposible mientras pertenezcan a mundos distintos.
El capitán le inspira la escritura de una historia, la de su propia vida en el mar, libro que publica con éxito y que le resuelve los problemas de supervivencia económica (¡esas cosas ocurrían, antes!). Pero a la vez surge una nueva relación que cautiva a la joven viuda, necesitada, como es natural, de amor tangible, no fantasmal, y cae en las redes de un petimetre embaucador y mujeriego (George Sanders, muy en su papel) que la corteja hasta que ella descubre la realidad. El capitán, celoso, nada puede hacer ante la vida real, y se retira, dejándola seguir su curso, incluso la induce a olvidarle, en la preciosa y onírica escena del sueño, donde su imagen de desmaterializa paulatinamente.
Tras su fracaso sentimental, Lucy retorna a la vida solitaria, a seguir mirando el mar, soñando despierta, viendo a su hija crecer. Quizás la relación con la hija queda un tanto descuidada. Los años pasan (sugerentes imágenes del mar embravecido, imágenes del mar calmo, el paulatino deterioro de la madera grabada con el nombre de la niña...), la hija crece y está preparada para formar una familia, y Lucy, anciana, cuidada siempre por su fiel y refunfuñona criada, espera a diario el encuentro postrero con su verdadero e imaginario amor, que finalmente le tiende su abrazo, esta vez para toda la eternidad.
El capitán le inspira la escritura de una historia, la de su propia vida en el mar, libro que publica con éxito y que le resuelve los problemas de supervivencia económica (¡esas cosas ocurrían, antes!). Pero a la vez surge una nueva relación que cautiva a la joven viuda, necesitada, como es natural, de amor tangible, no fantasmal, y cae en las redes de un petimetre embaucador y mujeriego (George Sanders, muy en su papel) que la corteja hasta que ella descubre la realidad. El capitán, celoso, nada puede hacer ante la vida real, y se retira, dejándola seguir su curso, incluso la induce a olvidarle, en la preciosa y onírica escena del sueño, donde su imagen de desmaterializa paulatinamente.
Tras su fracaso sentimental, Lucy retorna a la vida solitaria, a seguir mirando el mar, soñando despierta, viendo a su hija crecer. Quizás la relación con la hija queda un tanto descuidada. Los años pasan (sugerentes imágenes del mar embravecido, imágenes del mar calmo, el paulatino deterioro de la madera grabada con el nombre de la niña...), la hija crece y está preparada para formar una familia, y Lucy, anciana, cuidada siempre por su fiel y refunfuñona criada, espera a diario el encuentro postrero con su verdadero e imaginario amor, que finalmente le tiende su abrazo, esta vez para toda la eternidad.
8 comentarios:
Estupenda película ciertamente, Ario. Está claro que últimamente te tira cada vez más lo marinero.
Jajaja! El mar me ha tirado desde siempre. Pero quizás con el paso del tiempo volvemos con más fuerza a las obsesiones de la infancia.
Espectacular reseña. Me gustó y la he visto de niña, no conocía su nombre.
GRACIAS. Por unos minutos me paseó por allí.
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Gracias, Laura, por tu comentario. Tienes un curioso blog, por cierto.
Buena película, pero a mí me parece algo desigual por la manía que le tengo a Rex Harrison. Sin embargo, Gene Tierney y George Sanders (que parece que viene de Manderley) están estuepndos.
Bueno, Ethan, Rex Harrison tiene sus registros y no le va cualquier película. Ayer, justamente visioné Mujeres en Venecia (le estamos haciendo un mini ciclo a Mankievicz)y aunque la peli no es precisamente la más inspirada del director, Harrison tiene momentos delirantes, esa vis cómica, cuando se lanza a dar sus pasos de ballet...jajaa! Y no me dirás que en My Fair Lady no está genial. De hecho, creo que ésa y El fantasma son sus mejores interpretaciones. Bueno, y en la de El tormento y el éxtasis tampoco lo hace mal, aunque Charlton Heston se lo come un poco.
Recuerdo todavía cuánto me impresionó esta película la primera vez que la vi, siendo niña. Me interesa la novela sobre la que inspiró el guión.
Me encanta esta película!! La compramos después de verla una noche con Garci, en su programa.
Es una historia de amor, preciosa. Y las imágenes que nos has regalado mientras leemos tu entrada, están muy bien escogidas.
Me gusta la idea de la mujer independiente que desea adquirir algo, a pesar de lo que pueda pensar el resto del mundo. Y de como tiene que hacer frente a una vida, en una época en que la mujer sóla, con una hija, tenía poco donde elegir.
Como digo, la disfrutamos muchísimo.
Un placer leerte, Ariodante!!!
Publicar un comentario