16/9/11

CONRAD, SIEMPRE, CONRAD


UN PARIA DE LAS ISLAS
JOSEPH CONRAD
Ed. Barataria, 2011

La portada de esta nueva edición nos avanza algo de lo que encontraremos en su lectura: la figura del pintor Gauguin, autorretratado con una de sus tahitianas esperando en el lecho. Tenemos la imagen del autoexiliado artista, que se enclaustra en una isla polinesia y trata de vivir y amar “como un salvaje”, como un paria, desde el punto de vista del mundo civilizado. En esencia, la narración de Conrad tiene este tema: el exilio –en este caso, forzado- de un blanco en plena jungla malaya, su amor por una indígena musulmana y la traición a su protector, a su propia cultura. Amor/odio, culpa/castigo, enfrentamiento racial y cultural…. Ideas todas ellas recurrentes en la obra  del escritor.

Willems es un holandés, protegido del capitán Tom Lingard, el rajá Laut, legendario marino que domina el comercio de la zona malaya, que le acoge como una más de sus adopciones, procurándole empleo y esposa, una mestiza portuguesa-malaya a la que detesta. Pero comete un desfalco, y una vez más ha de escapar, abandonando esposa e hijo; el rajá Laut le oculta en su escondido puesto comercial de Sambir, a las orillas del río Pantai. El lugar donde Lingard tiene las fuentes de su negocio, y que viene manteniendo en secreto durante años. Su lugarteniente, Almayer, otro protegido de Lingard, ve peligrar posición y futuro con la llegada del intruso. Mientras tanto, en asentamientos cercanos de antiguos piratas del río, el tuerto Babalatchi urde una intriga para enfrentar a los blancos entre sí –único modo de vencerles- y conseguir que el gran Abdullah, importante comerciante árabe se haga con el negocio de Lingard, hasta ahora intocable. Y el medio para todo ello es Aissa, la bellísima hija del ciego y viejo Omar, que ha atrapado en sus redes amorosas a Willlems.
Así que tenemos un doble eje: la pasional historia de amor, y a la vez, la de una traición. El enfrentamiento casi mesiánico entre Lingard y Willems, que Freud analizaría como la rebelión del hijo contra el padre, del deseo de suplantarlo, la lucha por el poder, y a la vez, la eterna batalla de los sexos: el insondable misterio femenino simbolizado aquí por Aissa, que apenas entiende las palabras de Willems pero tiembla al sentir sus caricias, y el poder de atracción que a su vez ejerce y perturba al holandés, cuya simple visión del pelo azabache resbalando sobre su cuerpo oscuro y brillante, le hace olvidar quién es.
Segunda novela de Joseph Conrad, (Berdyczów, 1857- Bishopsbourne, 1924) escritor polaco de nacimiento y británico de adopción, que nos narra en Un paria de las Islas –escrita en 1896-  episodios de personajes ya vivos en su primera novela, (La Locura de Almayer, 1895) como el capitán Tom Lingard,  Almayer y su hijita Nina, el viejo pirata Babalatchi, o el comerciante Adbullah. Sin embargo, la acción de esta novela transcurre en años previos a la época en que se sitúa la anterior. El propio Conrad, en una nota previa, escrita en 1919, se refiere a sus propias dudas al plantearse si debía seguir escribiendo o no; aún no tenía decidido por completo dedicarse a la literatura. También hace referencia a las personas reales que le inspiraron el personaje de Willems.
Estructurada en cinco partes, en las que primero nos presenta a los personajes y los hechos que llevan al exilio de Willems y su estallido de amor; después el desarrollo de la intriga y la preparación de la traición durante la prolongada ausencia de Lingard; en la tercera parte, el retorno de Lingard y el reconocimiento de los hechos; la cuarta, el castigo que el viejo marino impone a holandés: algo peor que la muerte, para un culpable: la vida. La vida, desterrado en soledad con su culpa. En la última parte Almayer, que teme un posible regreso de Willems, planea su particular venganza.

Podemos ya entrever los rasgos de personajes que irán surgiendo de su pluma, pero, sobre todo, intuimos las preocupaciones del marino Conrad en esos años  precisamente en los que se plantea cambiar radicalmente su vida y abandonar la mar para asentarse en tierra y dedicarse a escribir. El escritor, tras su viaje al Congo remontando el río que inmortalizó en El corazón de las tinieblas, llegó al límite de lo que podía soportar en su vida errante, marinera y colonial. Y poco después echó el ancla en Inglaterra y en la literatura, para siempre. En la novela, tanto Willems –por su delito- como el propio capitán Lingard –por la traición- se ven compelidos a un cambio radical en sus vidas.

Imagen recurrente es la de la naturaleza, casi como otro personaje más: el impacto de esos atardeceres, la lluvia torrencial, el fragor del río, la exuberancia de color de la vegetación selvática, el canto de las aves nocturnas y el olor a tierra húmeda, son descritos por Conrad de un modo tan apasionado como si describiera un encuentro amoroso. También el choque entre razas, entre distintas lenguas: cómo Aissa intenta entender lo que le dice Willems, pero lo único que entiende realmente es su pasión. El encuentro entre sexos suele ser siempre oscuro y misterioso en la obra Conrad. El misterio de la mujer, tanto Joanna como Aissa representan un pozo insondable para Willems, como para todos los hombres; la presencia perturbadora de la mujer, de la hembra, genera todo un terremoto. La violenta reacción del holandés cuando ella aparece envuelta en el velo, para presentarse ante Abdullah le resulta incomprensible. Por otra parte, el amor paternal del capitán hacia el hijo pródigo que le traiciona,  le compele al castigo, a la venganza, y ha de decidir la vida o la muerte. ¿Qué es más terrible, morir o vivir en la indignidad?
Con una nueva traducción correcta, si bien en algún punto mejorable, Barataria nos presenta un producto bien diseñado y maquetado, como suele ser habitual en esta editorial. Conrad siempre es bienvenido y esperamos  que sea lectura obligada para todo buen amante de la literatura universal.


Fuensanta Niñirola


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