UN PARIA DE LAS ISLAS
JOSEPH CONRAD
Ed. Barataria,
2011
La portada de esta nueva edición
nos avanza algo de lo que encontraremos en su lectura: la figura del pintor
Gauguin, autorretratado con una de sus tahitianas esperando en el lecho.
Tenemos la imagen del autoexiliado artista, que se enclaustra en una isla
polinesia y trata de vivir y amar “como un salvaje”, como un paria, desde el
punto de vista del mundo civilizado. En esencia, la narración de Conrad tiene
este tema: el exilio –en este caso, forzado- de un blanco en plena jungla
malaya, su amor por una indígena musulmana y la traición a su protector, a su
propia cultura. Amor/odio, culpa/castigo, enfrentamiento racial y cultural….
Ideas todas ellas recurrentes en la obra
del escritor.
Willems es un holandés, protegido
del capitán Tom Lingard, el rajá Laut,
legendario marino que domina el comercio de la zona malaya, que le acoge como
una más de sus adopciones, procurándole empleo y esposa, una mestiza
portuguesa-malaya a la que detesta. Pero comete un desfalco, y una vez más ha
de escapar, abandonando esposa e hijo; el rajá
Laut le oculta en su escondido puesto comercial de Sambir, a las orillas
del río Pantai. El lugar donde Lingard tiene las fuentes de su negocio, y que
viene manteniendo en secreto durante años. Su lugarteniente, Almayer, otro protegido
de Lingard, ve peligrar posición y futuro con la llegada del intruso. Mientras
tanto, en asentamientos cercanos de antiguos piratas del río, el tuerto
Babalatchi urde una intriga para enfrentar a los blancos entre sí –único modo
de vencerles- y conseguir que el gran Abdullah, importante comerciante árabe se
haga con el negocio de Lingard, hasta ahora intocable. Y el medio para todo
ello es Aissa, la bellísima hija del ciego y viejo Omar, que ha atrapado en sus
redes amorosas a Willlems.
Así que tenemos un doble eje: la
pasional historia de amor, y a la vez, la de una traición. El enfrentamiento
casi mesiánico entre Lingard y Willems, que Freud analizaría como la rebelión
del hijo contra el padre, del deseo de suplantarlo, la lucha por el poder, y a
la vez, la eterna batalla de los sexos: el insondable misterio femenino
simbolizado aquí por Aissa, que apenas entiende las palabras de Willems pero
tiembla al sentir sus caricias, y el poder de atracción que a su vez ejerce y
perturba al holandés, cuya simple visión del pelo azabache resbalando sobre su
cuerpo oscuro y brillante, le hace olvidar quién es.
Segunda novela de Joseph Conrad, (Berdyczów, 1857- Bishopsbourne, 1924) escritor polaco de nacimiento y
británico de adopción, que nos narra en Un paria de las Islas –escrita en 1896- episodios de personajes ya
vivos en su primera novela, (La Locura de
Almayer, 1895) como el capitán Tom Lingard,
Almayer y su hijita Nina, el viejo pirata Babalatchi, o el comerciante
Adbullah. Sin embargo, la acción de esta novela transcurre en años previos a la
época en que se sitúa la anterior. El propio Conrad, en una nota previa,
escrita en 1919, se refiere a sus propias dudas al plantearse si debía seguir
escribiendo o no; aún no tenía decidido por completo dedicarse a la literatura.
También hace referencia a las personas reales que le inspiraron el personaje de
Willems.
Estructurada en cinco partes, en
las que primero nos presenta a los personajes y los hechos que llevan al exilio
de Willems y su estallido de amor; después el desarrollo de la intriga y la
preparación de la traición durante la prolongada ausencia de Lingard; en la
tercera parte, el retorno de Lingard y el reconocimiento de los hechos; la
cuarta, el castigo que el viejo marino impone a holandés: algo peor que la
muerte, para un culpable: la vida. La vida, desterrado en soledad con su culpa.
En la última parte Almayer, que teme un posible regreso de Willems, planea su
particular venganza.
Podemos ya entrever los rasgos de
personajes que irán surgiendo de su pluma, pero, sobre todo, intuimos las
preocupaciones del marino Conrad en esos años precisamente en los que se plantea cambiar
radicalmente su vida y abandonar la mar para asentarse en tierra y dedicarse a
escribir. El escritor, tras su viaje al Congo remontando el río que inmortalizó
en El corazón de las tinieblas, llegó
al límite de lo que podía soportar en su vida errante, marinera y colonial. Y
poco después echó el ancla en Inglaterra y en la literatura, para siempre. En
la novela, tanto Willems –por su delito- como el propio capitán Lingard –por la
traición- se ven compelidos a un cambio radical en sus vidas.
Imagen recurrente es la de la
naturaleza, casi como otro personaje más: el impacto de esos atardeceres, la
lluvia torrencial, el fragor del río, la exuberancia de color de la vegetación
selvática, el canto de las aves nocturnas y el olor a tierra húmeda, son
descritos por Conrad de un modo tan apasionado como si describiera un encuentro
amoroso. También el choque entre razas, entre distintas lenguas: cómo Aissa
intenta entender lo que le dice Willems, pero lo único que entiende realmente es
su pasión. El encuentro entre sexos suele ser siempre oscuro y misterioso en la
obra Conrad. El misterio de la mujer, tanto Joanna como Aissa representan un
pozo insondable para Willems, como para todos los hombres; la presencia
perturbadora de la mujer, de la hembra, genera todo un terremoto. La violenta
reacción del holandés cuando ella aparece envuelta en el velo, para presentarse
ante Abdullah le resulta incomprensible. Por otra parte, el amor paternal del
capitán hacia el hijo pródigo que le traiciona, le compele al castigo, a la venganza, y ha de
decidir la vida o la muerte. ¿Qué es más terrible, morir o vivir en la
indignidad?
Con una nueva traducción
correcta, si bien en algún punto mejorable, Barataria nos presenta un producto bien diseñado y maquetado, como suele
ser habitual en esta editorial. Conrad siempre es bienvenido y esperamos que sea lectura obligada para todo buen
amante de la literatura universal.
Fuensanta Niñirola