ROBERTSON DAVIES
Libros del Asteroide, 2012
Tercera parte de la Trilogía de
Salterton, en ella el autor se centra en el tema musical y del arte escénico. En
la primera, A merced de una tempestad,
el motivo sobre el que gira la historia es el montaje de una obra teatral, y en
la segunda, Levadura de malicia gira sobre
el caos organizado por una falsa noticia; en ambas novelas el verdadero
protagonista es el pueblo de Salterton y sus habitantes, costumbres, interrelaciones
y maquinaciones, si bien hay dos personajes cuya vida y circunstancias
funcionan como hilo conductor: Solly Bridgetower y Pearl (Verónica) Vambrance.
Circunstancias que acaban por llevarles al matrimonio, a pesar de la oposición
de la insoportable Louisa Bridgetower, la adinerada madre de Solly.
En esta última parte, si bien el
trasfondo general continúa siendo la vida de Solly y su esposa, el bloque
central de la narración se concentra en Monica Gall, una jovencita que por
azares del destino resulta ser elegida para cumplir las draconianas condiciones
del testamento de la sra. Bridgetower, cuyo objeto principal es amargar la vida
de los recién casados, hasta el punto de preferir que su patrimonio lo disfrute
una desconocida antes que su propio hijo… salvo que haya un heredero varón, por
supuesto.
Monica es elegida para recibir
todo el apoyo financiero que le permita desarrollar una carrera como cantante
de ópera. Se desplaza, pues, a Londres, donde asiste a clases con prestigiosos
músicos, directores de orquesta, compositores, etc., además de una educación
general, puesto que la joven saltertoniense es casi una hoja en blanco, con
talento, pero con enormes carencias culturales, y con dificultades familiares
añadidas, desde el punto de vista religioso.
Así, percibimos ecos del tema de Pigmalión,
un concierto a varias voces. Son diversos personajes los que pretenden modelar
a Monica, convertirla en una gran cantante, pulirla y reconstruirla,
despojándola de todo el bagaje pueblerino y canadiense que trae consigo, para
trocarla en una diosa musical. Pero no cuentan con el amor. Y el amor, hasta
entonces un elemento desconocido para Monica, irrumpe con fuerza y despierta
sus sentidos y su vitalidad dormida. Y a partir de aquí se trastocan los planes
cuidadosamente embastados por la difunta sra. Bridgetower.
En clave de tragicomedia, ópera
bufa, la acción se va desarrollando principalmente en Inglaterra y algunas
ciudades europeas (París y Venecia) siempre con el contrapunto de Salterton,
donde los miembros del fideicomiso establecido para controlar el patrimonio
vigilan que los términos del testamento se cumplan, mientras la pareja
Solly-Veronica intentan tener el heredero que los salvará del estado de de
indigencia, siendo por sentido común los que deberían disfrutar del patrimonio
familiar.
En Inglaterra, el autor nos
despliega una serie de personajes a cual más estrafalario, haciendo patente las
grandes diferencias entre la Madre Patria y lo que llaman los Dominios. Un cierto olorcillo a Henry
James podría ser percibido por un olfato sensible. Sir Benedict Domdaniel,
Murtagh Molloy, Gilles Revelstoke, y su «fauna» alrededor de su persona y del Lantern, la revista anti-crítica del
grupo, todos son personajes de opereta, entre los cuales se mueve Monica como
una marioneta, según quien tire de los hilos. La estancia navideña en la galesa
Neuadd Goch y los sucesos que ocurren allí, son el principio del giro que dará
Monica a su vida.
A lo largo de la narración planea
una idea: el sentido del arte, de la música, del canto. La necesidad de tener
una experiencia profunda, algo que trasmitir a la hora de crear, producir una
obra artística, o, en este caso, cantar. Así, las conversaciones que Monica
tiene con Sir Benedict son altamente jugosas, por el cúmulo de reflexiones que
el maduro director plantea a la joven aspirante a cantante. También hay otras ideas,
ya recurrentes en la obra de Davies, como el tema de la eutanasia, la relación
paterno/materno- filial, la religión como un lastre que deteriora las aspiraciones
vitales más elementales, el contraste británico-americano, etc.
En suma, una obra que pone punto
final a la trilogía cerrando el círculo abierto en la primera parte.
Interesante, divertida, plena de humor aunque en algunos momentos domine el
dramatismo, pero si bien no es la mejor novela de Davies (en general, la
trilogía de Salterton tiene un tono menor que la de Deptford) se lee muy
agradablemente, tiene un margen de intriga que se desvela al final, y el
personaje de Monica es fresco y atractivo por su simplicidad, aunque haya
momentos en que parezca simple en exceso.
Robertson Davies (Thomasville, 1913-Orangeville, 1995) es uno de
los autores canadienses más importantes. Nacido en la región de Ontario, se
educó en distintas instituciones de su país y Europa, estando siempre desde muy
niño rodeado de libros y literatura. Su padre, el Senador William Rupert Davies
era dueño de un periódico. Estudió seis años en Toronto y tres años más en
Kingston (Ontario). Dejó Canadá y se graduó en el Balliol College de Oxford
en el 38. En 1940 regresa a Canadá para dedicarse con éxito al periodismo y a
escribir comedias; una década más tarde publica la primera de sus once novelas,
organizadas en trilogías, que lo harían mundialmente famoso: la Trilogía
Salterton, de la cual esta novela es la inicial; la Trilogía Deptford; la
Trilogía de Cornish; y la inacabada Trilogía de Toronto. Además de novelas,
Davies es autor de una treintena de libros entre cuentos, obras de teatro,
crítica literaria y recopilaciones de artículos.