KATHARINE MANSFIELD
Barataria Ed., 2013
El relato que nos ocupa es una
narración completamente autobiográfica, que consigue recrear a un tiempo el
clima vivido en su infancia, el ambiente de la familia, esa paz y a la vez el
caos de tantos miembros del clan familiar conviviendo en una misma casa. El
texto relata la mudanza de la vivienda de ciudad a la casa rural, y la primera
noche y día que pasan en la nueva residencia. Esa es la excusa para recrear el
mundo de la infancia con breves pinceladas, el mundo de la pareja, el punto de
vista de la abuela, de la tía soltera…todo un complejo entramado que Mansfield
con pequeños toques va creando, sin describir más que los paisajes, la
naturaleza, y luego las actitudes que denotan los caracteres de cada uno de los
personajes que pueblan la narración.
Al trasladarse, las dos niñas
pequeñas quedan en casa de unos vecinos porque, literalmente, no cabe ni un
alfiler más en el camión que va a hacer la mudanza. Los vecinos las llevarán
mas tarde en su vehículo, y mientras ello sucede, las dos niñas juegan con los niños
vecinos por entre las habitaciones de la casa vacía y el jardín abandonado. El
hecho mismo de dejar a las más pequeñas, si bien puede ser comprensible porque
los pequeños estorban en una mudanza y son los adultos los que harán todo el
trabajo, por otra parte da la sensación de abandono que quiere imprimir la
autora a la relación de la madre con las niñas. La madre alude a que llevan lo
«absolutamente necesario», como si Lottie y Kezia no lo fueran.
Cuando llega el momento, tras los
juegos, las dos niñas viajan con el vecino en su coche y conforme se alejan de
la ciudad y entran en el campo, vamos sintiendo casi el olor de la hierba y el
frescor del aire, ensanchando los pulmones y mirando las incipientes estrellas.
La llegada a la casa, de noche, la cálida acogida de la abuela y la más
distante de los padres, el encuentro con la nueva vivienda, todo lo reconocen
como propio pero en un espacio distinto, y duermen dichosas, aunque sin sábanas,
porque no ha dado tiempo a encontrar donde estaban.
El primer despertar en la nueva
casa, los sonidos del campo, la languidez sensual de la madre entre las
sábanas, aun perdida en los sueños de la noche; el orden de la abuela, que lo
organiza todo a la perfección; la vivacidad de las niñas, sus nuevos juegos en
el jardín; el padre y sus planes para el futuro, mientras se prepara para salir
a su trabajo; un cierto desánimo por parte de la tía soltera, que se ve metida
en medio del campo a kilómetros de otras personas con quienes alternar. Y en
una última parte, el trayecto del padre volviendo del trabajo, ansiando llegar
y pensando en el hogar que le espera.
En suma, una prosa en la que
abunda el diálogo y poca descripción, pero concisa y en algunos momentos muy
poética, y que recrea un ambiente de felicidad. El recuerdo de una infancia y
una familia feliz, muy unidas con la naturaleza.
Katherine Mansfield, seudónimo de Kathleen Bowden Murray (Wellington,
Nueva Zelanda, 1888-Fontainebleau, Francia, 1923) nació en una familia de clase
media de origen colonial. Pasó su infancia con sus padres, dos hermanas, una
abuela y dos tías adolescentes. Fue criada por su abuela; su madre quería tener
un hijo, por lo que no mostraba demasiado interés por ella. En 1893, la familia
se mudaba a un área rural, donde pasaría los mejores años de su infancia y
donde nacerá su hermano Leslie. La vida de la escritora merece de por sí una
novela. Fue muy agitada y turbulenta, en la que tanto amó a hombre como a mujer
y a veces a ambos a la vez. Osciló entre su amor a la música y a la literatura.
Cambiando de residencia con mucha facilidad, sufriendo diversas enfermedades y
conflictos.
Ariodante
Abril 2013
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