25/8/15

TAHITIANOS

VIAJE A TAHITÍ
L.A. DE BOUGAINVILLE
seguido de
Suplemento al viaje de Bougainville o diálogo entre A y B
Denis Diderot
Prólogo de Joan Bestard
Ed.Terra Incógnita, 1999

La presente edición es una composición de dos textos: dos capítulos, relativos a su estancia en Tahití, de las memorias de Bougainville sobre sus tres años de circunvalación al mundo, y una segunda parte escrita por Diderot con una serie de reflexiones sobre el relato del viaje y la relación entre el hombre salvaje y el civilizado, reflexión muy actual en el siglo de la Ilustración, era un tema que un tema que les tenía muy interesados. «Con Bougainville la filosofía viajaba -se nos dice en el prólogo- y de este viaje parecía que iba a nacer una nueva ciencia del hombre». El objetivo inicial del viaje era entregar las Islas Malvinas a España, lo cual implicaba un fracaso colonizador por parte francesa. Sin embargo, el viaje resultó exitoso en cuanto a que sacó a la palestra el tema del «buen salvaje» al publicar sus memorias del recorrido y llevar consigo a un tahitiano, Aotourou, el cual, ingenuamente se sumó de buen grado al viaje, probablemente pensando que su duración sería la que estaba habituado en sus travesías a otras islas. El ejemplar de hombre salvaje, no civilizado, generó una masiva curiosidad en todo París durante su estancia en la capital francesa.



En 1766 Bougainville fue el primer francés en dar la vuelta al mundo. La expedición contaría con un equipo científico formado por el astrónomo Véron y el naturalista Philibert Commerson, además de un artista. En marzo de 1769 completa la primera circunnavegación francesa volviendo a Saint-Malo habiendo perdido tan sólo a siete hombres de un total de doscientos.
Tras la bochornosa entrega de las Malvinas, Bougainville se adentró en el Pacífico  y visitó Tahití en abril de 1768. Permanecieron allí menos de diez días y Bougainville reclamó la isla para Francia y la llamó Nueva Citera, ignorando que meses antes había sido descubierta por el inglés Samuel Wallis, a bordo del HMS Dolphin.
Bougainville y su tripulación quedaron primero asombrados y luego cautivados por un lugar paradisíaco y unas gentes apacibles, hospitalarias en grado sumo. Las descripciones que ofrece en el texto son las de un lugar idílico: clima suave, gentes que habían desarrollado una sociedad donde el trabajo era muy llevadero, adaptado exclusivamente a las necesidades de supervivencia, las relaciones entre los sexos muy libres, lo que fue impactante para los europeos. Los nativos ofrecían sus mujeres a los forasteros, como si les ofrecieran fruta o bebida. Este hecho les resultaba especialmente perturbador a los ilustrados, ( y aun mas a los libertinos) que habían llegado a altas cotas de sofisticación  en las relaciones sexuales.

La vida en Tahití era simple, gozosa y pacífica. Cierto que habían algunos inconvenientes, pequeñas infracciones, algunas pendencias y que los indígenas guerreaban contra los de islas cercanas periódicamente, pero por lo demás, creían más en la vida que en la muerte, y estaban encantados de que sus mujeres quedasen encintas de los forasteros, porque aumentarían la población. Sin embargo, fueron los propios isleños los que indicaron, muy amablemente, que la presencia de los extranjeros no debía alargarse. Una vez intercambiados los regalos, provistos de agua y alimentos frescos, curados sus enfermos, los forasteros deberán volverse al mar y continuar viaje, cosa que hicieron con algunos problemas debido a las condiciones de la mar y los fondos marinos. En el trayecto de vuelta, será Autourou, el tahitiano que les acompaña, el que irá informando a Bougainville de muchas particularidades de su raza y costumbres, así como le informará a posteriori, que los británicos habían llegado antes que los franceses.

En la segunda parte del libro, Diderot imagina un diálogo entre dos personas (A y B), además de otro imaginario y jugoso diálogo entre el Capellán y el indígena Orou, sobre las costumbres sexuales. Añade un capítulo, La despedida de un anciano, que consiste en un largo lamento del salvaje ante la civilización. En el diálogo posterior, Diderot defiende el estado salvaje como ideal, como el primitivo estado de la humanidad, al que, desafortunadamente, ya no hay retorno posible. La cultura le produce un malestar, porque implica, como más tarde aclarará Freud, una represión de los naturales instintos primarios, mientras que el salvaje vive felizmente en su ingenuo estado de naturaleza. B resumirá  el diálogo con una conclusión: «Hablaremos contra las leyes insensatas hasta que las reformen: y mientras tanto, nos someteremos a ellas. Aquel que, desde su autoridad privada, infringe una ley mala autoriza a cualquier otro a infringir las buenas. (...) Imitemos al buen capellán, monje en Francia, salvaje en Tahití.» Dicho en castizo, «Allá donde fueres, haz lo que vieres».
Muy cuidada la edición, con una bellísima cubierta, los textos van acompañados de múltiples ilustraciones, dibujos, mapas, grabados, etc., así como retratos y anotaciones. El prólogo es de Joan Bestard, que pone el acento en la reflexión filosófica entre naturaleza y cultura, vida e historia.

Louis Antoine, conde de Bougainville (París, 1729 –1811) fue un militar, explorador, y navegante francés que hizo la primera circunnavegación francesa. Era hijo de un notario y hermano menor del historiador Jean-Pierre de Bougainville (1722-63). Estudió leyes y ejerció como abogado en el Parlamento de París, y en 1753, ingresó en el ejército en el cuerpo de mosqueteros comenzando su carrera militar. En 1754, fue nombrado Secretario de la Embajada en Londres. Participó en la Guerra de los Siete Años, y finalmente se pasó a la Marina y realizó la vuelta al mundo. En su memoria se bautizó la isla Bougainville y la fosa de Bougainville, en el archipiélago de Salomón, así como la planta Buganvilia, que descubrió el naturalista de la expedición en Brasil y trajo en su barco a Europa.

Denis Diderot (Langres,1713-París,1784) fue una figura decisiva de la Ilustración como escritor, filósofo y enciclopedista francés. El centro de su pensamiento radicaba el conflicto entre la razón y la sensibilidad. Para Diderot, la razón se caracterizaba por la búsqueda de conocimientos con fundamento científico y por la verificabilidad de los hechos observados empíricamente. En 1746, la publicación de sus «Pensamientos filosóficos», en los que proclama su deísmo naturalista, le acarreó la condena del Parlamento de París. Ese año le fue encargada la dirección, compartida con D'Alembert, de la Enciclopedia. Durante más de veinte años, Diderot dedicó sus energías a hacer realidad la obra más emblemática de la Ilustración, a la cual contribuyó con la redacción de más de mil artículos. En 1749, la aparición de su  «Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver» le valió ser encarcelado durante un mes en Vincennes por «libertinaje intelectual», a causa del tono escéptico del texto y sus tesis agnósticas; en la cárcel recibió la visita de Rousseau, a quien conocía desde 1742 y que en 1758 acabó por distanciarse de él.



 Ariodante
Agosto 2015






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