The House of Mirth, 1905
EDITH
WHARTON
Alba editorial,
2008
Colección:
Clásica Maior
Traducción:
Pilar Giralt
Es difícil encontrar escritores que
profundicen tanto en la psicología de sus personajes femeninos. El que se suele
considerar su maestro o, al menos, su influencia más notable, el escritor Henry
James, cuya facultad de bucear en la psique humana es altamente destacable, en
la mente femenina cede el paso a su amiga y aventajada discípula, Edith
Wharton. Pero no sólo es la psicología femenina de lo que trata la escritora
neoyorquina: la certera y detallada descripción, no exenta de una mirada
crítica y cáustica, del escenario social que la rodeó a ella misma en su
juventud, con cuyos personajes convivió hasta que fue seducida por Europa, tras
casi treinta años de desgraciado matrimonio.
Casi todas las novelas y relatos de
Wharton ambientados en el Nueva York de finales del XIX y principios del XX, describen a una élite
social, un mundo cerrado, una “casa de alegría”. La alegría de vivir que
describe Wharton es la alegría del poder, el poder sustentado en la riqueza y disfrutado
como un don divino, la inconsciencia de esa vida alegre, tras la cual se
esconde el agresivo mundo de los negocios, la bolsa, los que pagan. Es, pues,
una alegría frágil, como se verá a lo largo de la novela.
Ésta trata del ascenso y caída de una
bella dama, Lily Bart, que desde su orfandad y desamparo económico a pesar de
pertenecer a una buena familia neoyorquina, vive bajo la protección de una tía
suya, que sí posee una posición relevante y poderosa, si bien su educación e
ideología ultra conservadora no le permite ver con buenos ojos ninguna clase de
dispendio ni conducta novedosa en las jóvenes casaderas.
La señorita Bart ya lleva diez años con su
tía y está finalizando la veintena, sin haber decidido la cuestión matrimonial
aún. En el nivel social en que se mueve, el futuro de una dama es el matrimonio
y de no ser así, si no dispone de capital propio (como es el caso) se vería
obligada a depender de una posible herencia o de la protección por parte de
algún pariente económicamente poderoso. «Una chica no tiene más remedio, un
hombre sólo se casa si quiere».
Sin embargo, la señorita Bart es un modelo
de belleza, buenas maneras, cultura, y savoir
vivre. Ha recibido –y declinado- muchas ofertas matrimoniales. Goza de la
admiración masculina, y de la amistad femenina, de muchas familias de la alta
sociedad, recibiendo constantemente invitaciones a fiestas, vacaciones en el
extranjero, estancias prolongadas en casas de campo, cenas, palcos en la ópera,
cruceros…En todas estas situaciones, se espera de Lily Bart que cumpla
determinadas funciones, sugeridas siempre por las anfitrionas. En suma, Lily es
un bello florero (fue educada para eso) y debe perfumar los distintos
ambientes. Ha de corresponder a las invitaciones con variados comportamientos,
atentos siempre a las sugerencias de quienes la invitan. Y mientras tanto,
lanzar sus redes entre las distintas opciones y posibilidades de futuro.
La trama que se urde en esas reuniones
sociales es complicadísima y Lily demasiado incauta para darse cuenta de hasta
donde pueden llegar las maquinaciones tanto de damas como de caballeros para
conseguir sus fines, que no son del todo respetables aunque las apariencias los
presenten de otro modo.
A lo largo de la novela Lily se verá
paulatinamente atrapada en una tela de araña en la que más de un personaje
espera tenerla en su poder. Curiosamente, la relación con Lawrence Selden
resulta ser la que más le atrae por su trato y lealtad, pero este personaje,
por su condición económica de menor rango queda descartado como posible opción
matrimonial. En cambio, otros aspirantes
a ella son francamente detestables, como Rosedale, nuevo rico cuyo deseo de entrar en la alta
sociedad supera cualquier disimulo; o como el pazguato de Percy Gryce, cuya
única pasión es su colección histórica, y que la sola mención de algunas de las
aficiones de Lily le hace salir huyendo. Mención aparte la merecen aquellos
caballeros casados, como el obsesivo y
sudoroso Gus Trenor, o el pusilánime
George Dorset, que desean los “favores” de Lily y que no dudan en “comprarla”,
es decir, pagarle sus facturas. Cuando ella se da cuenta de que le van a pasar
al cobro en especie, …es demasiado tarde. La única vía que encuentra es la
huida. Pero no puede huir constantemente y llegará un momento en que su
situación se hace francamente angustiosa. Con las nuevas circunstancias Lily
irá comprendiendo que las que consideraba sus “amigas”, no son tales, y que la
han estado utilizando pero cuando ya no les conviene, la marginarán, y
destrozarán su reputación. Su caída es inevitable, la tela de araña que la
envuelve cada vez es más espesa. Lily Bart bajará de peldaño social, poco a
poco. Primero pasará de la alta sociedad, de la aristocracia, a los nuevos
ricos, aspirantes a aristócratas, con dinero pero sin abolengo. Después pasará
a intentar realizar alguna ocupación remunerada, y finalmente quedará
desahuciada y hundida en la miseria, pero es incapaz de recurrir al chantaje
que se le llega a proponer para recuperar su puesto.
Incapaz tampoco de sincerarse con el único
amigo que podría salvarla, Selden, cae en la soledad más triste, si bien es
justamente una pobre trabajadora, Nettie Struther, antigua conocida a la que Lily
ayudó años atrás, la que le proporciona unos momentos de entrañable felicidad,
como cuando coge a su bebé en sus brazos.
En todas estas historias los personajes se
mueven siempre en un mundo de adultos; los niños, los hijos pertenecen a otra
esfera: o están a cargo de las niñeras o en los colegios internos. El trato de
madres e hijos apenas existe o Wharton no lo considera: pero el momento que
pasa en casa de Nettie, cuando la deja acunar a su bebé, es un breve instante
de felicidad que ella solo atisba, comprendiendo que ya está al margen incluso
de eso.
En suma, una narración perfectamente
hilvanada y cuya trama no sólo destapa los hedores que una apariencia social
impecable esconde tras de sí, sino que muestra a qué se podía ver abocada una
mujer decimonónica que se negara a seguir las normas establecidas y no aceptara
su papel en el teatro de la vida. Una
gran novela, impecablemente escrita y traducida, que merece la atención del
lector.
Edith
Wharton
-de soltera Edith Newbold Jones-, (Nueva York, 1862 - Saint-Brice,
Seine-et-Marne, 1937) es una de las más notables escritoras estadounidenses. Nació
en una familia rica que le proporcionó una sólida educación privada. Combinó su
privilegiada posición con un natural ingenio para escribir novelas y relatos,
que destacaron por su humor, carácter incisivo y escasez de acción narrativa.
Asimismo, trabajó en diversas publicaciones.
En 1885, a la edad de 23 años, Edith se
casó con Edward Robbins Wharton, doce años mayor que ella, y de quien se
divorció en 1913. Desde fines del siglo XIX, Wharton produjo un gran número de
novelas, libros de viajes, relatos (entre los que destacan algunos cuentos de
fantasmas memorables) y poemas. La crítica considera como su primera gran
novela La casa de la alegría.
En 1907 se estableció definitivamente en
Francia, donde fue discípula y amiga de Henry James.