ALESSANDRO BARICCO
Anagrama, 2012
El lector que haya disfrutado con la
lectura de Seda puede sentir que hay
algo indefinido que la asemeja a la presente novela. Hay muchas ideas que se
deprenden de este sorprendente texto, no sólo por el modo en que está escrito
sino, sobre todo, por lo que le sirve de
sustrato básico. La primera y principal: ¿Escribir o vivir?¿Escribir es una
forma de vida? La idea de una especie de nuevo Bartleby, un escritor que no
quiere seguir escribiendo, pero que sin embargo, pese a sus esfuerzos para
mantenerse al margen, la literatura está en su cabeza y bajo su piel, buscando
otros modos de aflorar.
La trama de la novela se presenta desde
dos puntos de vista, cuyo tránsito es muy sutil: el de Jasper Gwyn, el
escritor, y el de Rebecca, una regordeta joven que le sirve de modelo para su
primer experimento, creándose entre ellos un vínculo muy especial. El lector
transita de uno a otro sin darse cuenta apenas. Sin embargo, aunque en la
segunda parte del texto domina el punto de vista de Rebecca, la “presencia” del
ausente Gwyn es fortísima y domina la
atención y la vida de esta joven mujer.
Otros personajes intervienen como
símbolos, como es la “mujer del fular impermeable” o su fantasma, el viejo
fabricante de bombillas, el agente literario y sin embargo amigo de Gwyn, y
varios de los retratados por este enigmático y nuevo sistema de escritura,
“copiar a la gente”. La “mujer del fular” es una especie de Pepito Grillo, es
la voz de la conciencia que le va a recordar los errores o las ausencias.
Después de meses de crisis, de confusión,
deambulando sin un destino claro, sin saber qué hacer y cómo salir
adelante, la visita casual a una
exposición de pintura, plena de retratos, hace que una bombilla se encienda en
su imaginación:
“Eran cuadros
grandes, todos parecidos, como la repetición de una única ambición, hasta el
infinito. Siempre había una persona, desnuda, y poco más alrededor, una
habitación vacía, un pasillo. No eran personas hermosas, eran cuerpos ordinarios.
Simplemente, estaban —pero resultaba particular la fuerza con que lo hacían,
como si fueran, casi, sedimentos geológicos, fruto de metamorfosis milenarias.”
“Jasper Gwyn
estaba comprendiendo algo particular que iba a cambiar el curso de sus días, (…)
Volvió a mirar la foto en el catálogo, luego de nuevo la pared —era evidente
que algo había pasado entre la foto y el cuadro, algo así como una peregrinación. (…)No pensó en ningún
truco técnico ni tampoco le pareció importante la eventual maestría del pintor,
sólo se le pasó por la cabeza que un obrar paciente se había propuesto una
meta, y al final lo que había conseguido obtener era llevar de regreso a casa a aquel hombre con bigote. Le pareció un
gesto muy hermoso.”
Pasados tres años y pico de crisis,
finalmente el escritor que no quiere escribir se decide: Gwyn se va a convertir
en un copista, va a “copiar a la gente”, a retratarlos por escrito, aun sin
saber bien de qué modo y a quién. Pretende con sus retratos darles a los
retratados una visión más fiel de sí mismos. Llevarles a casa. Dedica meses a preparar el
escenario donde se van a realizar esos retratos, un viejo garaje en donde pone
cuatro muebles viejos, instala un sistema de sonidos realizado expresamente por
un amigo músico, y consigue una especialísima iluminación con una bombillas
fabricadas manualmente por un viajo artesano de Camden Town. Tanto una cosa
como la otra (sonido y luz) han de marcar el tempo y la duración del retrato.
La “peregrinación” debía tener un tiempo marcado. Una vez establecido el tiempo
de trabajo (treinta y dos días) y los
horarios, (cuatro horas diarias) había que buscar a alguien a quien retratar. Y
aquí aparece Rebecca, la secretaria que trabaja para Tom, el agente de Gwym.
Rebecca irá ganando protagonismo desde el
momento en que empieza a posar para Gwyn y recoge el testigo de la narración,
si bien siempre será en tercera persona.
“—¿Dónde se pondrá usted?, preguntó.
—Olvídese de mí. Yo no existo.”
A partir de ahí, se produce una serie de
interesantes reflexiones en la mente de la muchacha, que vigila desde fuera a
Gwyn, al que admira por su obra anterior. Todo el proceso de ese primer retrato
lleva de la mano al lector para dar el cambio de puntos de vista. Superado y
aprendido el modo de retratar, se suceden los retratados, hasta el momento en
que falla el sistema y Gwyn definitivamente desaparece del mapa, no quiere
seguir. La que sigue con su vida es Rebecca. Pero mantienen latente el recuerdo
y la sospecha, que le hace seguir (y encontrar) el rastro, no físico, sino
literario de Mr. Gwyn.
Excelente novela, absolutamente
recomendable.
Fuensanta Niñirola
Alessandro
Baricco (Turín, 1958),
además de numerosos ensayos y artículos, es autor de las novelas Tierras de
cristal (Premio Selezione Campiello y Prix Médicis Étranger), Océano mar
(Premio Viareggio), Seda, City, Sin sangre, Esta historia, Emaús, Mr Gwyn, así
como Tres veces al amanecer, publicadas en Anagrama, al igual que la majestuosa
reescritura de Homero, Ilíada, el monólogo teatral Novecento, los ensayos de
Next. Sobre la globalización y el mundo que viene y Los bárbaros. Ensayo sobre
la mutación.
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