ALESSANDRO
BARICCO
Traducción:
Xavier González Rovira
Anagrama, 2016
Buenos días, sol velado, suave brisa.
Con
estas palabras, el viejo mayordomo Modesto, cual sereno en el interior del
caserón familiar, saluda para despertar a los durmientes y recordarles que
empieza un nuevo día y la peligrosa noche ha acabado. Es este un cuento donde
se combinan una gran cantidad de temas, estilos, ideas: un matiz de cuento
libertino ilustrado, unas pinceladas de cuento gótico, una reflexión sobre el
escritor y su obra, sobre la ficción y la realidad, sobre el sueño y la
vigilia, todo sazonado con un humorismo muy fino, casi surrealista.
Destaca,
sobre todo, la forma: la maraña de narradores y de discursos. Porque junto a la
tercera persona, cada personaje (que no tienen nombre, salvo Modesto) va a contar
su historia. Los nombres son arquetípicos: la Madre, el Padre, la Hija, el Hijo,
el Tío…y la Esposa Joven. El narrador impersonal –que es en realidad el autor,
como un personaje más- describe al principio una sinopsis del escenario y los protagonistas,
sus curiosas costumbres y las relaciones entre sí.
La
mansión de la Familia –una villa italiana a principios del siglo XX- es todo un
universo cerrado del que salen y entran de modo muy personal, salvo cuando se
van de veraneo, en bloque y la casa se cierra, mientras Modesto se toma un respiro. La noche es el momento más
angustioso: es tradición en la familia que todas las muertes ocurren con
nocturnidad. De ahí que cada mañana festeje su retorno a la vida con un
espléndido y pantagruélico desayuno, que
es desayuno, comida y casi cena, por así decirlo. Durante horas los miembros de
la familia, en pijama, sin lavar ni adecentar, disfrutan de todo tipo de
manjares ( menos del té, que es no grato) junto a decenas de invitados
(familiares, amigos, conocidos proveedores, postulantes, religiosos e incluso políticos).
La
vida de la Familia, que es presentada como incompleta, puesto que el Hijo está –temporalmente-
en el extranjero, ocupándose de los negocios familiares, se ve de pronto con la
sorpresa de que aparece un nuevo miembro: la Esposa Joven, que, en realidad, no
es esposa sino prometida, desde hace tres años, al heredero.
El
hecho de su llegada le sirve al escritor como excusa para informar al lector de
todos los detalles e historias relacionadas con los distintos miembros de la
extraña familia. La Esposa Joven se extraña de las costumbres e indaga para
saber a qué atenerse. El primero en atenderla será Modesto, cuyo sistema de
toses proporciona todo un diccionario de información. Un detalle curioso: no
hay libros en la casa. La Familia, aparentemente, no lee. El único libro
llegará de la mano de la Esposa Joven: El
Quijote. “En la Familia existe una gran confianza en las cosas, en la gente y
en sí mismos. No se ve la necesidad de recurrir a paliativos.” (Modesto
dixit)
Pronto
se hace saber a los miembros de la comunidad familiar que el Hijo va a volver.
O mejor dicho: está volviendo. Pero este es un proceso que llevará meses e
incluso años. Antes que el Hijo, van a ir llegando sus objetos: muebles, ropa,
instrumentos musicales, libros, todo un rastrillo de piezas de museo, que van
llegando por partes, mientras el Hijo se hace esperar.
De
todos los personajes, el mas llamativo, cuya realidad se mezcla más fuertemente
con la ficción, es el Tío: un personaje que, debido a un síndrome desconocido,
vivía en continua narcolepsia, es decir, dormido. Pero lo más curioso es que
dormido podía hacer muchas cosas e incluso participar de las conversaciones, fumar,
cocinar o incluso afeitarse.
Además
de narrar la historia de la Esposa Joven y cómo se compromete con el Hijo,
todos irán contando su relato personal a la propia Esposa, a la vez que de un
modo u otro la irán despertando al erotismo y al sexo.
Pero
incrustado dentro del relato central y los relatos adyacentes, está el relato
del personaje-escritor, el autor de la novela cuya lectura estamos haciendo y
que se presenta paralelamente en su quehacer, inacabado hasta que no llegamos
al final. Así, la relación del texto con los pensamientos y preocupaciones del
autor es continua, y el proceso de
escritura y de lectura se presentan paralelos, las digresiones sobre el papel
del escritor y su relación con la obra serán jugosas muestras de ello.
Los
diálogos se intercalan sin mencionar nombres, ni siquiera los del propio autor
con otras personas. Así, a veces resulta un poco complicado identificar a los
hablantes, lo que ocurrirá si nos fijamos en el contenido de sus
intervenciones, pero en un primer momento llega a ser un poco confuso.
Una
obra muy viva, llena de guiños, gestos y toques de humor y de erotismo, a veces
sutil y a veces explicito, pero siempre mostrado de modo muy elegante.
Fuensanta
Niñirola
No hay comentarios:
Publicar un comentario