EMMANUEL CARRÈRE
Trad.: Jaime Zulaika
Anagrama, 2006
Novela que, al modo de A sangre fría, se basa en un sangriento
y terrible crimen real, al mismo tiempo inaugura una serie de textos que
posteriormente se denominarán “novelas de no ficción” y en las que el autor
jugará con el reportaje y la autobiografía. En este caso, el crimen que da origen
a la narración, es el que cometió Jean-Claude Romand el 9 de enero de 1993.
Según informa la editorial, “ Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres e
intentó, sin éxito, darse muerte. La investigación reveló que no era médico,
tal como pretendía y, cosa aún más difícil de creer, tampoco era otra cosa.
Mentía desde los dieciocho años. A punto de verse descubierto, prefirió
suprimir a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Fue condenado a
cadena perpetua.”
Lo que llama la atención literaria de
Carrère, al tener noticia del drama, no sólo es lo terrible del asesinato
múltiple e intento de suicidio del asesino; es el hecho de la mentira mantenida
durante tantos años. Esa vida en el engaño, incluso diría que autoengañada, es lo que atrae poderosamente la mirada del
escritor, hasta el punto de intentar ponerse en contacto con el asesino, ya en
prisión. Intento fallido en un principio, que años después se materializa.
El escritor, si bien figura como tal y la
narración le incluye en primera persona, pasa después a contar los hechos y
también a imaginar qué pudo pasar por la mente del asesino. Se coloca bajo su
piel, o lo intenta, si ello fuera posible. Imagina su infancia, su juventud,
imagina todos esos momentos en los que finge estar en un sitio cuando realmente
no lo está; imagina otros fingimientos y recrea, basándose en sus
conversaciones con el asesino, lo que pudo haber sido su vida y lo que pudo
llevarle a desear la muerte y si realmente fue consciente de ello.
Aparentemente, y nadie encontró motivos para
sospechar el engaño, Romand era un prestigioso médico, investigador de la OMS
en Ginebra…que no figuraba en el listado de médicos titulados, no figuraba en
la oficina donde supuestamente realizaba su trabajo, etc. ¿De qué vivía, y
además vivía holgadamente su familia, mujer y dos hijos? Pues además del engaño
en cuanto a su profesión y trabajo,
Romand añadía la estafa: conseguía el dinero de parientes y amigos para
supuestas inversiones “especiales” en Suiza: directamente el dinero iba a las
cuentas corrientes de Romand. Y nadie las revisó, nadie le pidió un recibo,
nadie se inquietó. Ni sus amigos más íntimos, sus padres, su esposa, su
amante…¿Qué tendría ese hombre para generar tanta confianza en él? Todo ello lo
ficciona Carrère, desarrollando una gran capacidad psicológica en ello. Además,
el relato de los hechos va aumentando la tensión conforme vamos siguiendo los
pasos del asesino, hasta llegar a un punto en el que el lector comprende que no
se puede aguantar más: ha de ocurrir algo. Y ocurre.
Alterna recomposiciones del pasado con
escenas del juicio, al que Carrère asiste, o conversaciones o cartas
intercambiadas con el asesino en prisión. También plantea los problemas que le
surgen como escritor ante la tarea impuesta y sus momentos de abandono, ante la
dificultad de crear un punto de vista. En suma, una narración atractiva, con
interés, relativamente breve, y que impacta al lector.
Fuensanta Niñirola
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