Aunque esta obra la leí y publiqué su reseña en mayo, en la página de Anika entre libros,
con la que colaboro, me gustaría ahora reproducirlo aqui.
El texto utilizado y seguido, nos dice el editor, es el manuscrito original del Arte de la Pintura conservado en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, según la transcripción ligeramente modernizadora realizada por Francisco J. Sánchez Cantón y publicada por el propio Instituto en 1956.Se ha llevado a los márgenes las acotaciones de otros autores que revisaron el texto, indicando siempre la identidad de aquéllos y su sentido. Se han presentado en cursiva los textos que el propio Pacheco cita directamente de otros autores o fuentes, que son multitud. Se ha preferido aquí la tarea de historiador a la de filólogo. Siempre que se ha podido, se mantiene en las notas el texto original usado por Pacheco. También se han intentado identificar las numerosas obras y artistas menores que se citan en el texto. Cada capítulo lleva al principio una nota aclaratoria del editor, marcada con un asterisco, que presenta y resume cada capítulo, para ayudar al lector a seguir con la mayor claridad el tema que se nos propone en este libro.Para no quedar en una edición puramente erudita del texto de Pacheco, se ha buscado humanizar y acercarse al personaje, tratar de desvelar el material con que Pacheco desarrolló Arte, comprender su ritmo y los acentos de su discurso.
Este tratado es el mejor libro que la tradición hispánica nos ofrece al respecto. Francisco Pacheco del Río (1564, Sanlúcar de Barrameda – 1644, Sevilla), maestro (formó una Academia en Sevilla), pintor, estudioso del arte y suegro de Diego Velázquez, (ya que éste se casó con su hija Juana, y fue alumno de Pacheco). Su obra como pintor se caracteriza por un manierismo de corte académico, italianizante. Sigue las formas de los grandes maestros, pero sin apenas originalidad ni especial destreza por su parte. No fue un genio, pero sí fue un observador curioso y honesto. Se le valora más como buen dibujante y modesto pintor. Sin embargo, dada su dedicación al estudio, análisis y explicación del arte, Pacheco influyó mucho en la iconografía de la época. Como historiador de arte, sus escritos son fundamentales no sólo en datos sobre tendencias, escuelas y artistas, si no también por la explicación puntual de técnicas pictóricas, especialmente por las normas sobre la policromía de esculturas.
Se trata de la reedición de uno de los más clásicos y conocidos tratados de arte españoles, el elaborado por el también pintor, investigador, erudito y suegro de uno de nuestros insignes pintores: Diego de Velázquez.La presente edición consta de una ilustradísima y aclaratoria introducción, con una bibliografía completísima, a cargo de B. Bassegoda, y un prólogo del propio Francisco Pacheco, donde nos introduce a su vez en el tratado que va a desarrollar el análisis y estudio pormenorizado del arte pictórico. Se divide, respetando la división de Pacheco, en tres partes y una suerte de epílogo. La primera se titula: La pintura, su antigüedad y grandezas; la segunda: La pintura, su teórica y partes de que se compone; y la tercera: De su prática y modos de ejercitarla (sic). El epílogo se titula Adiciones a algunas imágines (sic), en donde se analizan, a lo largo de doscientas páginas, una serie de cuadros, ampliamente ilustrado con reproducciones de pinturas y grabados. Esta es una obra completísima y muy documentada, altamente interesante para los pintores y los historiadores del arte, así como para el estudioso de la historia en general.
Pacheco, según nos cuentan los editores, apenas publicó sus múltiples escritos en vida, aunque escribió mucho. Sus obras capitales: Arte de la Pintura y el Libro de Retratos quedaron inéditas y fueron publicadas posteriormente a su muerte, en 1649, sin que sepamos gran cosa de quién fue el responsable de la edición. El ambiente intelectual y político en que se movió en Sevilla, los veinte primeros años del siglo XVII, es la rivalidad entre la Casa de Alcalá y un joven Conde-Duque de Olivares, mientras fue alcaide del Alcázar. El tratado que nos ocupa se escribió en los años 30, cuando ya había abandonado su enseñanza en la Academia, y su etapa pictórica había pasado a mejor vida, apagada por el éxito innegable y ascendente de Velázquez. A la vuelta a Sevilla, después de intentos fracasados de establecerse en Madrid, a la sombra de su yerno, es cuando se dedica a su labor de erudito e investigador del arte pictórico, así como su defensa frente al escultórico.
Como crítico Pacheco es muy ecléctico, y se basa en muchos otros autores italianos, como Vasari, ya que además muchas de las obras italianas o flamencas que cita no las conoció más que por reproducciones, grabados, o citas ajenas. Ahora bien, respecto al tema del acabado, es una roca. Cree en la superioridad del dibujo sobre el colorido, y por tanto, su crítica va más hacia la escuela veneciana, Tintoretto, Tiziano, y, por supuesto, El Greco, al que no puede tolerar esa imprecisión de las figuras y esos colores tan brillantes. En la entrevista que ambos mantuvieron en Toledo, en 1611, al parecer surgieron chispas como de un pedernal. Las opiniones de Doménico Theotocópulos generaron una terrible reacción en Pacheco. Pacheco habla de la pintura del Greco como un “género particular de borrones” (pág 415).Desde hacía muchos años llevaba recopilando datos en relación a sus diversas facetas, literarias y pictóricas. Y en esos años concentra su atención en revivir todos esos recuerdos y rodearse de pintores y escritores virtuales, que le acompañen en su soledad real. Aunque su formación humanística es mediocre, tenía los suficientes conocimientos de latín como para leer y traducir. Sin embargo, comparado con otros pintores, estaba muy por encima de la media en este aspecto. Y comparado con los literatos, que desconocían el mundo pictórico, también se halla muy superior a ellos. Así pues, la combinación entre sus conocimientos técnicos pictóricos y sus aficiones literarias, el poso dejado en él por sus tertulias sevillanas, y sus clases en la Academia, dan como resultado esta obra única, imprescindible para el conocimiento del arte pictórico español y de la época.
3 comentarios:
No se nota nada lo que te hace disfrutar el asunto de la pintura.
¿Por qué será?
Ja ja ja! pues espera al siguiente...Yo tampoco lo sé, aunque tengo una leve sospecha.
Libro imprescindible para todo estudiante y amante del arte
Viva Pacheco!! :-)
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