En breve espacio de tiempo he visionado dos películas que, por tratar del mismo personaje, Winston Churchill, voy a comentar unidas. Se trata de, por una parte, El joven Winston (Young Winston), y por otra, Amenaza de tormenta (The gathering storm), una película para la TV británica, ambas inspiradas en las memorias del controvertido político británico.
Para empezar, la más antigua, El joven Winston, (1972), dirigida por Richard Attenborough, producción británica, inspirada en las memorias de Churchill, y con un buen reparto: Simon Ward encarnando perfectamente a un veinteañero Churchill; Robert Shaw como su padre, Lord Randolph Churchill, y Anne Bancroft como su madre. Y siguiéndole un largo elenco de muy buenos actores secundarios, con un Anthony Hopkins muy joven aún, encarnando al político Lloyd George; John Mills dando la imagen de un espléndido general Kitchener, por hablar sólo de algunos. Los dos actores que encarnan a Winston niño están muy bien elegidos por su semejanza física y lo hacen muy bien. La ambientación es correctísima, como los británicos saben hacer.
La película cubre los primeros veinticinco años de la vida de Churchill. Y conocemos al niño regordete que va por primera vez a la escuela, de la mano de su madre, Lady Churchill, de origen norteamericano, y aprende en sus propias carnes que “la letra, con sangre entra”, gracias a las costumbres del tradicional sistema educacional británico. En la segunda, ya adolescente y al parecer un alumno mediocre y nada interesado por lo académico, vemos las relaciones con su padre, con el que sólo en breves y contados momentos llega a tener un contacto personal. Lord Randolph, absorbido por su trabajo parlamentario, olvidaba que tenía un hijo y probablemente, una esposa. Llegando a la cuarentena su cerebro enfermó y pocos años después murió, habiendo decaído físicamente mucho.
Lo último que consiguió Lord Randolph fue que su hijo ingresara en el Ejército, ya que, según él, no servía para otra cosa. A partir de ahí, una vez fallecido el padre, el joven Winston utilizó la influencia de su madre con los altos cargos para conseguir que lo enviasen a los escenarios bélicos donde pudiera lucirse y ganar un nombre. Esos escenarios comienzan con la expedición de Lord Kitchener en la India, a la que asistió como periodista militar, y siguen con su actuación, también como informador militar, en Sudáfrica, en la Guerra de los Bóers. Incluye la famosa hazaña (muy bien filmada la escena del tren) de su huida del campo de prisioneros, de la que toda Europa estuvo pendiente, y que le catapultó al Parlamento con apenas 25 años.
La película nos lo muestra como muy ambicioso, buscando siempre destacar y llamar la atención, porque en su mente planificaba su entrada en la política para seguir los pasos de su padre.
La otra película, Amenaza de tormenta, trata sobre la madurez de Churchill. La dirige Richard Loncraine, siendo producida por los hermanos Scott (Ridley y Tony) en 2002. Filmada para la televisión, y por tanto con formato telefilm, a continuar en una segunda parte (Into the storm), sin menoscabo alguno de su calidad cinematográfica.
El papel estelar, le corresponde a un envejecido pero impecable Albert Finney, que consigue con sus gestos y su físico un enorme parecido con el maduro político, recreando los años de entreguerras. Su esposa, Lady Clementine, es interpretada por una también madura y magnífica Vanessa Redgrave.
Situada a partir de 1934, nos muestra a la familia Churchill, atravesando una serie de problemas: hijos tratando de llevar su vida al margen de los deseos paternos, Churchill concentrado en escribir la vida de su antepasado, y en su actividad en el Parlamento, y su esposa intentando tomar las riendas de la economía familiar que se está yendo al garete, y las relaciones del matrimonio, que también sufren unos días tormentosos.
En cuanto a la actividad parlamentaria de Churchill, refleja la enorme tozudez y perseverancia en su postura, que era la de advertir al país de lo que se les venía encima, a un país y unos políticos que no querían ni oír hablar de otra guerra, y que hacían la vista gorda ante las inquietantes noticias que llegaban de Alemania. Churchill llegó a valerse de un funcionario del Foreign Office, Ralph Wigran, como topo para conseguir información reservada, y que le estuvo proporcionando valiosísimo datos que él utilizaba en sus discursos en la Cámara. Y que, a la postre, consiguió ser escuchado, lo que constituye el final de la película, su entrada triunfal en el Ministerio de la Marina.
Albert Finney consigue meterse en la piel del político, imitando sus gestos hasta tal punto que nos parece estar viéndole, pegado a su habano, agarrado a su bastón y envuelto en una nube de humo. Hay planos memorables, como la que abre la película, en la que sube por una colina con su abrigo y su bastón, y su silueta se recorta en el cielo.
En fin, dos películas que recomiendo, por su nivel fílmico y narrativo y por el interés que tiene la vida de Churchill, ligada para siempre a la política contemporánea europea.
Lo último que consiguió Lord Randolph fue que su hijo ingresara en el Ejército, ya que, según él, no servía para otra cosa. A partir de ahí, una vez fallecido el padre, el joven Winston utilizó la influencia de su madre con los altos cargos para conseguir que lo enviasen a los escenarios bélicos donde pudiera lucirse y ganar un nombre. Esos escenarios comienzan con la expedición de Lord Kitchener en la India, a la que asistió como periodista militar, y siguen con su actuación, también como informador militar, en Sudáfrica, en la Guerra de los Bóers. Incluye la famosa hazaña (muy bien filmada la escena del tren) de su huida del campo de prisioneros, de la que toda Europa estuvo pendiente, y que le catapultó al Parlamento con apenas 25 años.
La película nos lo muestra como muy ambicioso, buscando siempre destacar y llamar la atención, porque en su mente planificaba su entrada en la política para seguir los pasos de su padre.
La otra película, Amenaza de tormenta, trata sobre la madurez de Churchill. La dirige Richard Loncraine, siendo producida por los hermanos Scott (Ridley y Tony) en 2002. Filmada para la televisión, y por tanto con formato telefilm, a continuar en una segunda parte (Into the storm), sin menoscabo alguno de su calidad cinematográfica.
El papel estelar, le corresponde a un envejecido pero impecable Albert Finney, que consigue con sus gestos y su físico un enorme parecido con el maduro político, recreando los años de entreguerras. Su esposa, Lady Clementine, es interpretada por una también madura y magnífica Vanessa Redgrave.
Situada a partir de 1934, nos muestra a la familia Churchill, atravesando una serie de problemas: hijos tratando de llevar su vida al margen de los deseos paternos, Churchill concentrado en escribir la vida de su antepasado, y en su actividad en el Parlamento, y su esposa intentando tomar las riendas de la economía familiar que se está yendo al garete, y las relaciones del matrimonio, que también sufren unos días tormentosos.
En cuanto a la actividad parlamentaria de Churchill, refleja la enorme tozudez y perseverancia en su postura, que era la de advertir al país de lo que se les venía encima, a un país y unos políticos que no querían ni oír hablar de otra guerra, y que hacían la vista gorda ante las inquietantes noticias que llegaban de Alemania. Churchill llegó a valerse de un funcionario del Foreign Office, Ralph Wigran, como topo para conseguir información reservada, y que le estuvo proporcionando valiosísimo datos que él utilizaba en sus discursos en la Cámara. Y que, a la postre, consiguió ser escuchado, lo que constituye el final de la película, su entrada triunfal en el Ministerio de la Marina.
Albert Finney consigue meterse en la piel del político, imitando sus gestos hasta tal punto que nos parece estar viéndole, pegado a su habano, agarrado a su bastón y envuelto en una nube de humo. Hay planos memorables, como la que abre la película, en la que sube por una colina con su abrigo y su bastón, y su silueta se recorta en el cielo.
En fin, dos películas que recomiendo, por su nivel fílmico y narrativo y por el interés que tiene la vida de Churchill, ligada para siempre a la política contemporánea europea.
2 comentarios:
Uff, la vida de Churchill da para muchas películas ya que cada parte de la misma tiene su interés. Su papel en la Armada durante la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial, su regreso como Primer Ministro en los años 50, su labor "literaria" (Premio Nobel, no lo olvidemos).
Y dado que sus memorias son lo más parecido en extensión a la Enciclopedia Británica, qué mejor que conocerle a través del cine. Así que tomo nota y prometo buscar ambos títulos, aunque sea en la web.
Un abrazo.
Pues el otro día consiguió mi marido un documental sobre Churchill, interesantísimo. Se le escuchaba en sus discursos, se le veía como torcía el gesto cuando en Yalta tuvo que sentarse a lado de Stalin, ¡jajaja!; se le veía ya mayor, recorriendo las bombardeadas calles londinenses, a un paso que dejaría atrás a cuanquier andarín.Es increíble la vitalidad que tenía este hombre. Y cómo se empeñó en presentarse en Normandía, poner pie en tierra e inspeccionar el terreno. Y cuando aún sonaban los bombardeos. Y cuando se presentó en el norte de Africa, con Montgómery. En fin, que lo disfruté, sobre todo, después de haber visto las pelis anteriores.
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